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Perfil | Gema Ruiz

Confió en su maltratador y jamás despertó del sueño

Confió en su maltratador y jamás despertó del sueño

Gema se creyó la patraña de su maltratador. La noche del 14 de mayo le abrió la puerta de su casa de Dénia. Él, pese a que tenía vigente una orden de alejamiento, seguía acosándola. Le aseguraba que había cambiado. Esa noche Gema, de 48 años, le dejó dormir en su casa. Su expareja, Francisco José Navarro, le seccionó la yugular con un cuchillo de cocina.

Gema estaba intentando rehacer su vida. Era difícil dado que su excompañero, de 47 años y adicto al alcohol y las drogas, nunca había desaparecido del todo. Desde diciembre tenía una orden de alejamiento de 300 metros. Había cumplido una condena de 50 días de trabajos en favor de la comunidad y cuatro de localización permanente por agredir e insultar a su mujer. Y lo hizo a la vista de medio barrio.

Ella acudió al bar de enfrente de su casa y, cuando vio que Francisco José la buscaba, se puso muy nerviosa. Le pidió a la dueña, que era amiga suya, que la ocultara. Se escondió en el almacén. Cuando creía que el maltratador se había ido, entró a comprar al supermercado. Pero él apareció y empezó a insultarla y zarandearla. Los trabajadores la protegieron y llamaron a la policía. Entonces se supo el calvario que Gema, que sufría una atrofia muscular que la hacía caminar con las piernas arqueadas, estaba pasando. El día anterior su pareja la había golpeado. Sufría hematomas en las piernas, los brazos y el tórax. También le dio un puñetazo en la cara. En el juicio rápido la víctima ni siquiera pidió una indemnización. El seguimiento se catalogó de riesgo bajo y la juez le impuso al maltratador una orden de alejamiento de 16 meses.

Gema, como tantas otras mujeres, entró en un laberinto perverso al intentar rehacer su vida. Quería olvidar para siempre a su agresor cuando éste regresó y le hizo creer la mentira de que estaba arrepentido. Empezaron de nuevo a verse. El 14 de mayo le abrió la puerta y le dejó dormir en casa. Gema ya intuyó esa noche que nada había cambiado. Discutieron. La mujer se fue a dormir. Al día siguiente ya decidiría. Pero no pudo. No despertó. Su verdugo la asesinó a sangre fría.

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