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Perfil | Elvira Maldonado

El terror a un marido violento y controlador

La orden de alejamiento no evitó que su expareja acabara a tiros con su vida y la de su madre en una calle de Llíria ante los inocentes ojos del hijo de ambos, de tres años

Magdalena Torres y Elvira Maldonado. Madre e hija. La primera, de 67 años, no será incluida en la negra lista de víctimas mortales de la violencia machista por el ministerio, pero tanto ella como su hija fueron asesinadas a tiros en una calle de Llíria por un único verdugo que seguía acosando a su expareja y madre de su hijo pese a la orden de alejamiento que pesaba sobre él. Los inocentes ojos del niño, de apenas tres años, fueron testigos de los crímenes cometidos hace justo hoy una semana.

Elvira, de 46 años, vivía atenazada por las amenazas de Leonardo M. hacia ella y sus familiares. Su relación siempre estuvo marcada por el terror, el miedo a que su maltratador le hiciera daño a ella y especialmente a sus seres queridos. «Calló tanto... No quería que por culpa de ella lo sufrieran sus padres y sus hermanos», lamenta un familiar tratando de retroceder en el tiempo. «Tenía que haberlo dejado mucho antes, no-sotros le habríamos ayudado».

Como muchas otras víctimas de esta lacra machista, Elvira tenía una fuerte dependencia emocional hacia su agresor, por la que le perdonaba cada una de sus palizas tras unas vacías palabras de perdón y arrepentimiento.

Lo conoció a través de internet

Elvira se unió a Leonardo, único hombre en su vida, a los 41 años. «Lo conoció a través de las redes sociales y de la noche a la mañana se escapó con él», explican fuentes de la familia, quienes desconocían durante cuánto tiempo mantuvieron esta relación virtual en secreto.

La víctima, la mayor de tres hermanos ya casados, seguía soltera. «Le salieron pretendientes, pero no se quiso casar, quería cuidar a sus padres», explican. Leonardo, una persona violenta con antecedentes penales, se aprovechó de la nobleza y bondad de esta mujer que «no había conocido a otro varón», según destaca una amiga de la fallecida.

«El demonio le metió en la cabeza a esta persona», se lamentaba Carmen, quien todavía no comprende cómo pudo acabar con este «desgraciado», de quien la familia de ella nunca llegó a fiarse. «No pegaban, ella era muy noblona y confiada, se pasaba de buena que era», la describen sus allegados.

Al año y medio de irse a vivir juntos, Elvira se quedó embarazada. Para entonces ya sabia de la agresividad de su marido y trató de separarse de él regresando a su hogar en Llíria. No obstante, Leonardo, posesivo y controlador, se lo impidió presentándose armado con una pistola, junto a unos familiares, en el domicilio de sus padres y la amenazó para que regresara a su lado. La víctima, para evitar un enfrentamiento entre familias, accedió.

El control machista que ejerció Leonardo a partir de ese momento fue absoluto. «No la dejaba ni siquiera ir a ver a su madre y tenían que verse a escondidas en Valencia», recuerda con dolor un familiar de Elvira.

El pasado 5 de abril su maltratador fue a más y le propinó una brutal paliza por la que Elvira tuvo que ser hospitalizada. La mujer presentaba varias costillas rotas y una de ellas le había perforado el pulmón. Pese a la gravedad de las lesiones trató de ocultar lo ocurrido, por puro miedo a su pareja, atribuyendo éstas a una caída accidental por las escaleras.

Los médicos no la creyeron y dieron parte al juzgado de violencia sobre la mujer, que dictó una orden de alejamiento. La misma que quebrantaría su asesino el pasado domingo cuando las abordó a tiros en la calle después de seguir a su madre tras la entrega del pequeño. «Que Dios las tenga en la gloria», suplican sus familiares, de fuertes convicciones religiosas, clamando Justicia por sus muertes.

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