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Red de vigilancia

Los vigilantes del espacio

La Red de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos escruta el cielo las 24 horas buscando el rastro de las bolas de fuego

Los vigilantes del espacio

El último día de 2015, los operadores del teléfono de emergencias 112 de la Generalitat comenzaron a recibir llamadas poco usuales y con un contenido común: el paso por el firmamento de un objeto muy brillante que generó sorpresa y alarma casi a partes iguales entre los afortunados que pudieron contemplar el fascinante espectáculo.

Por un instante, y dadas las fechas, parecía como si la estrella del Belén, la que la tradición atribuye haber guiado a lo Reyes Magos, se hubiera materializado por un segundo sobre el cielo de la Comunitat Valenciana. En realidad era uno de los 500 objetos que cada año es detectado por la Red Española de Investigación sobre Bólidos y Meteoritos, en lo sucesivo la Red.

Unas pocas cámaras distribuidas en 30 estaciones otean en continuo, día y noche, la bóveda celeste para captar la presencia de esos objetos, a los que se clasifica como bólidos cuando su luminosidad supera la del planeta Venus. Son los más brillantes, dejan una traza persistente en el cielo e incluso en raras ocasiones hacen ruido al entrar en la atmósfera.

La Red forma parte de un proyecto interuniversitario coordinada por el científico valenciano Josep María Trigo, investigador del Centro Superior de Investigaciones Científicas adscrito al Institut de Ciències de l´Espai de la Universidad Autónoma de Barcelona.

En Valencia, las cámaras situadas en el Observatorio Astronómico de la Universitat de València son las responsables de escrutar el cielo en la red de la que forman parte también otros sensores distribuidos por la geografía española. El científico y catedrático de Astronomía Juan Fabregat, experto en Física Estelar y fascinado también por los bólidos y su potencial para generar ciencia forma parte del grupo fundador de la Red.

«Sólo en un 5% de los bólidos que se investigan existe una probabilidad real de que haya superado la entrada en la atmósfera y depositado un meteorito. Ni siquiera en estos casos hay una garantía de poder encontrar los restos», explica Juan Fabregat.

Cada meteorito es una pequeña joya que puede aportar «una enorme y muy valiosa información sobre el momento de la aparición del sistema solar sobre el universo», añade. De algún modo son restos inalterados de ese instante primigenio. Son, según los responsables de la Red como la «piedra de Rosetta» de la ciencia, con información sobre la génesis de los elementos químicos, explosiones de estrellas, formación de los planetas e incluso sobre el origen de la vida», añaden.

En consecuencia, no es extraño que la posibilidad de descubrir y analizar un meteorito suscite el interés de las universidades en todo el mundo. Sin embargo, algunas de estos codiciados restos acaba en manos de coleccionistas, ávidos de poseer un objeto extraterrestre,sin ningún provecho para la ciencia. «Existe„admite Juan Fabregat„ un mercado negro y muchas veces no llegan a los laboratorios».

La Red, aunque todavía poco tupida y necesitada de más cámaras, ya ha proporcionado a los científicos la posibilidad de acceder a material inédito rescatando meteoritos que «avisaron» de sus llegadas con brillantes estelas, pero también han descubierto algunos siguiendo el rastro que proporciona el testimonio de quienes aseguran que han visto caer uno de estos objetos. La Red dispone de una dirección de correo electrónico y teléfonos abiertos a la colaboración ciudadana.

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