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Inmueble

La casa que respira

La vivienda del futuro está en Moraira: es bioclimática y eficiente, regenera el aire interior, elimina el poliuretano y reduce el hormigón armado - Opta en Londres al premio de construcción sostenible

La casa que respira

Lo de las vibraciones no es puro esoterismo. No se ven, pero están. Nada más traspasar el umbral de Villa Moraira, un chalé construido por la empresa valenciana DICAM, referente en la arquitectura bioclimática, ya se percibe el buen rollo. El chalé transmite buenas vibraciones. Un agente inmobiliario no tendría aquí que tirar de manual y decir aquello de «hace tiempo que está cerrada», «con un buen fregoteo, lista» o «ahora se ve vacía; necesita vida». Esta vivienda ya tiene vida. Respira.

«Sí, puede estar semanas cerrada y cuando venimos no huele a nada y apenas hay polvo», explica el arquitecto Juan Diez, de la constructora DICAM. Diez hace de cicerone, desvela las claves de la arquitectura del futuro, que será eficiente en el consumo energético y sostenible. Esta vivienda casi funciona como prototipo. Es el primer proyecto español que se ha colado como finalista en los prestigiosos premios internacionales BREEAM de construcción sostenible que se fallan este martes en Londres.

Diez está convencido de que su empresa familiar (su hermano Miguel es el gerente) ha virado en la dirección correcta al apostar por promover viviendas bioclimáticas y rehabilitar las antiguas para hacerlas eficientes. «Hemos optado por el camino de la construcción sensata».

Y en Villa Moraira todo se ve sensato, atinado. Si en la gastronomía está de moda el «kilómetro cero», el nuevo urbanismo también tiende a algo parecido. Esta promotora echó mano de empresas proveedoras de la zona como Montgó Verd (paisajismo y jardinería), Fusta Benissa (carpintería), Cablea (instalación eléctrica), Javemax (fontanería), Gunitec (piscina), Onhaus (envolvente térmica), Altermat (pintura) o Jessica Bataille (interiorista sostenible). Todo está cerca. E ideó una vivienda (sus arquitectos fueron Ángel Martínez y Miguel Pérez, profesionales contrastados en bioconstrucción) en la que todo tiene un sentido.

Un ejemplo. Diez señala las cornisas. Cumplen, desde luego, un efecto escultural. Dan armonía al chalé. Pero su proporción es la justa para hacer sombra en verano y dejar entrar el sol en invierno. Los arquitectos han tenido en cuenta la inclinación del sol en cada época del año. Además, la vivienda está orientada a sur para aprovechar al máximo la luz natural.

La tradición constructiva también aporta soluciones. Diez subraya que para reducir al máximo el hormigón armado (contiene hierro, que es transmisor de energía) han utilizado muros de carga, forjados de madera y bóvedas tabicadas. Las bóvedas de ladrillo cerámico y las pérgolas y acabados de madera acrecientan la sensación de estar en un espacio vivo, agradable.

El arquitecto incide en que el quid de la eficiencia es el perfecto aislamiento térmico. Los muros tienen 54 centímetros de grosor. Dentro no llevan poliuretano (un derivado del petróleo), sino corcho natural y paneles de fibra de madera. La vivienda no deja escapar ni un gramo de energía. Mantiene una temperatura constante de 22 grados. En invierno y en verano.

Hasta el precio de Villa Moraira, un millón de euros, se antoja sostenible. Los nuevos chalés de la Marina están ahí y, aunque de vanguardista diseño, en criterios bioclimáticos se han quedado rezagados.

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