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Crímenes en la memoria (III)

El asesino de Ewa sigue suelto

El único detenido por su muerte, un conocido profesional valenciano con el que mantenía una relación sentimental, nunca fue acusado por el fiscal

El asesino de Ewa sigue suelto

La tarde del 25 de abril de 1999, Ewa Stryniak, una mujer polaca dedicada a la prostitución de lujo, fue hallada muerta en una vivienda en la calle Pintor Monleón de Valencia. Tenía el cráneo partido por un fuerte golpe en la cabeza. El arma con el que le quitaron la vida nunca apareció. Su asesino tampoco pasó nunca por la cárcel, así que, a menos de que haya fallecido, sigue suelto y haciendo su vida.

La investigación sobre este homicidio tuvo que ahondar en una amplia lista de contactos e incluyó la detención de un conocido profesional liberal perteneciente a la burguesía valenciana, que se había enamorado de ella. Él, que siempre se declaró inocente, quedó libre y sin ser acusado.

Ewa Stryniak, quien había llegado ocho años antes a Valencia con su marido para ganarse la vida, acabó siendo una exitosa «profesional» del sexo que manejaba importantes cantidades de dinero y que al parecer contaba con clientes selectos.

En su Polonia natal, donde dejó una hija, había sido comadrona y al llegar a la capital del Turia se dedicó a trabajar de lo que encontraba, mientras que su marido trabajaba en la contrucción.

No se sabe cuándo ni cómo, Ewa acabó en una casa de masajes a espaldas de su marido, quien al enterarse de la situación rompió la relación. «Romántica, rusa, no profesional. Llámame. Masajes, amor, fantasías eróticas», sugería su anuncio en la prensa.

El hallazgo del cuerpo

Ewa enviaba dinero a su familia y gastaba otro tanto en mejorar su aspecto ya que era muy presumida. Su belleza, trato cariñoso y su simpatía acabó cautivando a uno de sus clientes, un conocido profesional valenciano. Acabaron siendo amantes. Él al parecer le pagaba el piso en el número 1 de la calle Pintor Monleón, del que tenía llaves, y le prestó una gran cantidad de dinero para montar una línea erótica 906 para que ella se alejara de la prostitución. Fue este hombre quien encontró el cadáver de la mujer sobre la cama en el citado piso.

Como entonces recogió Levante-EMV, según declaró, ese domingo había ido a misa por la mañana con su mujer y sus cuatro hijos y después a comer a un restaurante americano. Por la tarde acudió al piso de Ewa, según indicó para hablar del negocio de la centralita erótica, y vio que las luces de su casa menos la de la habitación estaban encendidas, así que subió a verla. Según su testimonio, al entrar en la casa la encontró sin vida sobre la cama. Sin embargo, no llamó a la policía en ese momento.

Hasta 40 minutos después del hallazgo no levantó el teléfono y no para dar la alerta a los agentes. Lo que hizo fue telefonear a un amigo notario para que al parecer le aconsejase sobre qué hacer. Ambos se citaron y acudieron hasta la Jefatura Superior de la Policía Nacional donde relató lo ocurrido.

Primera y única detención

Según relataban las crónica de sucesos de aquellos días, tras prestar declaración, el amante fue detenido debido a lagunas y contradicciones en su testimonio. De hecho, el motivo principal para su arresto fue que no supo explicar qué había pasado en ese intervalo de 40 minutos entre el hallazgo del cuerpo y la llamada realizada a su conocido.

Pasó 72 horas en los calabozos y volvió a ser interrogado en el despacho del juez, quien le dejó en libertad con obligación de acudir al juzgado y de entregar el pasaporte. Posteriormente se cerraría el caso sin que su amante fuera acusado. La principal hipótesis de la Policía para sospechar de este detenido era que sabían que había intentado sin éxito que Ewa dejase la prostitución y que podría haber actuado por los celos. Además, otro selecto y habitual cliente que había llegado a pagar un millón de pesetas a Ewa por tres días de compañía aseguró a la policía que la víctima le había confesado que el sospechoso le había maltratado en diversas ocasiones. Finalmente el fiscal únicamente apreció «indicios circunstanciales» por lo que el juez levantó la acusación contra el arrestado, quien siempre sostuvo:«Yo no la maté porque la quería».

La puerta no estaba forzada

Los agentes no hallaron el arma homicida a pesar de precintar y llevarse al cuartel de Zapadores 52 contenedores de la zona de la vivienda de Ewa por si el homicida lo hubiese lanzado.

Asimismo, la puerta no estaba forzada por lo que si Ewa había abierto lo hizo a un cliente o una persona de confianza. Ella estaba vestida y la casa no estaba revuelta.

Durante la inspección los agentes hallaron un preservativo cuyo semen, tras ser analizado, puso nombre a uno de los clientes, quien reconoció haber estado ese día en su casa. Los investigadores lo descartaron como el homicida al igual que a centenares de clientes interrogados.

Así, casi 17 años después, el salvaje asesinato de Ewa es un crimen sin resolver.

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