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Ramadán de 17 horas

Un mes para alimentar el alma y la fe

«Nos hace ponernos en la piel de quien no tiene qué comer durante todo el año», aseguran jóvenes valencianos

Un mes para alimentar el alma y la fe

­Un alto en el día a día y una oportunidad para centrarse en lo que consideran más importante: ayudar a los demás y reforzar la práctica de su religión. Así ven el mes del ramadán los musulmanes que desde el lunes llevan practicando el ayuno, uno de los cinco pilares del Islam. En 2016, la característica principal es que las fechas -que varían según el calendario lunar- coinciden con los días más largos del año y, por tanto, las noches más cortas. Los musulmanes se abstienen, principalmente, de comer y beber desde el alba hasta la puesta de sol, esto es desde las 4.30 horas hasta las 21.30 horas en Valencia. A pesar de lo duro que puede parecer, la mayoría de fieles celebran la llegada de estas fechas, aseguran que es soportable, y ven numerosos beneficios en el ayuno.

A Hamza Bel Messaaud mucha gente le pregunta para qué sirve ayunar, y él lo tiene claro. «Por una parte tiene un sentido ético, moral. Sentimos la pobreza de otras personas; nos sirve para tener empatía y no olvidarnos de los que menos tienen», apunta este joven de 19 años. En lo mismo coinciden las hermanas Selma (23) y Cheima Yahi (19). «Nos ponemos en la piel de quien no tiene qué comer durante todo el año, y damos gracias a Dios por tener con qué alimentarnos a diario, dónde dormir...», explica la más joven.

Por otro lado, está la vertiente espiritual, relata Hamza. Se trata del mes sagrado para los musulmanes, en los que pueden «pedir perdón, anular sus pecados, renovarse»; «un mes lleno de espiritualidad», asegura Sara Bendaoud (17 años). «Diariamente no valoras lo que tienes», explica la joven, que durante este mes lee el Corán y respeta el horario de los cinco rezos diarios más que de costumbre. Además, también realiza el tarawih, un rezo adicional del mes del Ramadán, posterior al Ishaa, la última oración obligatoria del día. Cheima cambia la música por el Corán y las series por aprender más sobre el Islam.

Sara asegura que «se puede compaginar perfectamente la rutina diaria con el ramadán». De hecho, ella es ejemplo, ya que acaba de finalizar los exámenes de la Selectividad. «No me ha supuesto ningún obstáculo, creo que me ha salido bastante bien», declara. Los otros tres jóvenes también han estado estudiando en ayunas. Hamza, que cursa Criminología, lo hace por las mañanas; Cheima, estudiante de Traducción e Interpretación, se limitó a repasar, porque ya había estudiado días antes; y Selma, que este año acaba ADE, sí reconoce que le cuesta un poco más concentrarse si no come; se despista más.

Además de no comer o beber, y de privarse de mantener relaciones sexuales o de fumar, durante el ramadán también es importante la actitud del musulmán. Según explican, hay que evitar enfadarse y usar un lenguaje incorrecto, y se tiene que ayudar más a los demás. Por eso están organizando, junto a otros jóvenes musulmanes de Valencia, un iftar (comida de ruptura del ayuno) benéfico y un reparto de comida entre personas necesitadas. «Este mes nos ayuda a mejorar como personas, ponerse en el lugar del otro», garantiza Sara, que entiende el ramadán como «un mes en el que esforzarse y superarse; un reto». Además, apunta que el ayuno es beneficioso para el cuerpo, pues estudios científicos indican que ayuda a depurar el organismo.

A Selma le gusta porque «es el único mes del año en el que todos comemos en la misma mesa a la misma hora», ya que ningún miembro de la familia falta a la cita para romper el ayuno. Como explica su hermana, Cheima, en la mesa de la familia Yahi no falta la chorba -sopa roja típica argelina- y los bureks -una especie de rollitos de primavera que tradicionalmente se rellenan de carne picada y cebolla-. Por su parte, lo que peor lleva Hamza es el olor de la comida y lo que más echa en falta son los batidos de frutas. Es atleta de élite, pero el ramadán «no es excusa para dejar de entrenar». Practica deporte a última hora del día, y ha acortado algunaos ejercicios. Otra opción por la que se decantan algunos atletas es ejercitarse después de comer, a medianoche.

Estos son solo algunos ejemplos de cómo viven el ramadán musulmanes de la Comunitat Valenciana. Unas fechas familiares que no se entienden sin largas noches de desvelo -sobre todo en verano, con una puesta de sol tardía- y donde no faltan dulces típicos como el kalbelouz o la baklawa.

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