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El «salvador» de la reliquia

El deán del Santo Cáliz

El sacerdote Navarro Darás, natural de Carcaixent, se volcó en autentificar «de forma incontrovertible el cáliz de la Cena» y promover su veneración entre los peregrinos

El deán del Santo Cáliz

El deán Navarro Darás nació en Carcaixent el 8 de diciembre de 1845, hijo de Antonio Navarro Alborch y Mariana Darás Catalá. Fue ordenado sacerdote en 1870 y cantó la primera misa en su ciudad natal, el 25 de septiembre de 1870. También fue doctor en Teología (1872) y Derecho Canónico (1880), y bachiller en Artes (Xàtiva, 1874), vice-rector del Seminario de Almería (1876), capellán de honor de la Reina (1881), secretario de cámara y gobierno (1881), provisor, vicario general y arcediano (1884), fiscal eclesiástico (1886), canónigo (1887), ecónomo de la Mitra (1907) y deán del Capítulo de la Catedral de Almería (1909). En Almería fundó el Colegio de Jesús, el Asilo, el Monte de Piedad y Caja de Ahorros y varias escuelas nocturnas para los pescadores. El año 1912 fue nombrado deán de Valencia.

En Carcaixent fundó la Congregación Mariana de la Nuestra Señora de Aguas Vivas y San Luis Gonzaga (1870), el Colegio Politécnico de San Luis (1872) y cooperó muy eficazmente en la fundación del Colegio de María Inmaculada (1876), las Escuelas del Ave María (1907) y la Cofradía de Nuestra Señora de Aguas Vivas (1921). Fue condecorado con la Cruz de Beneficencia y la Gran Cruz de Isabel la Católica. Retirado en Carcaixent el año 1919, el ayuntamiento, presidido por José Donat, acordó el 1 de septiembre de 1921 nombrarlo Hijo Predilecto. Falleció el 5 de abril de 1925 y sus restos mortales descansan en el cementerio municipal cubiertos con una lápida con la imagen del Santo Cáliz y la siguiente inscripción: «Sanctum Christi Calicem Valentinæ veneratum venite adoremus. Aquí yace el Deán del Santo Cáliz de la Catedral de Valencia Excmo. Señor Dr. D. José María Navarro Darás de Carcagente. R.I.P. 1845-1925. Resurgam In Perpetuum».

Hizo legado a Nuestra Señora de Aguas Vivas de las condecoraciones con que fue honrado y del cáliz, que se conserva en la Parroquia de Carcaixent, y casulla de la primera misa. El Ayuntamiento de Almería, en el pleno municipal celebrado el 9 de septiembre de 1910, acordó dedicarle una calle. El consistorio de Benahadux (Almería) también lo nombró Hijo Adoptivo y rotuló con su nombre una de sus más importantes calles. El Ayuntamiento de Carcaixent le puso su nombre al parque ­-el terreno del cual fue donación suya- y al colegio. Del Deán se conservan en la actualidad cuatro retratos pintados al óleo: el de canónigo de Almería, del pintor Estruch (1878); el de Arcediano de la misma Catedral, del pintor V. Lucas (1898), propiedad del Ayuntamiento de Carcaixent; y la copia de este último, realizada por el pintor Antonio Lacasa, instalado en el Salón de Plenos del ayuntamiento; así como el instalado en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Benahadux (Almería).

El canónigo publicó: Homilía sobre la dominica IV de Adviento predicada en la Santa Iglesia Catedral de Almería en 1881 y dedicada al Excmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo de Granada D. Bienvenido Monzón con motivo de su visita al Excmo. Sr. Obispo de Almería Dr. D. José María Orberá y Carrión (Almería: Imp. Joaquín Robles, 1881); Sermón a la Santísima Virgen de Aguas-Vivas, patrona de Carcaixent, predicado en su festividad principal el 16 de octubre de 1888 (Valencia, 1888); Biografía del M. I. Sr. Dr. D. Vicente Tudela y Memoria del Colegio politécnico de San Luis Gonzaga, escrita por el Ilmo. Sr. Deán, Provisor-Vicario General de Almería [...] para la Historia de Carcagente (Valencia, Tip. Moderna, a cargo de Miguel Gimeno, 1911); «El Altar y el Hogar», en Alma Joven, núm. 17, 14 junio 1908, A la memoria del venturoso joven don Juan Perpiñá en la traslación de sus restos mortales de Valencia a Carcagente (Almería, 1911)...

De los pormenores que precedieron al traslado de tan insigne reliquia del Santo Cáliz al Aula Capitular de la Catedral, mi antecesor en el cargo de cronista de Carcaixent, el Siervo de Dios Francisco Fogués Juan, presbítero (1890-1936), nos dejó escrita en su biografía inédita del Deán Navarro Darás, la siguiente reseña, que por creerlo interesante copio a continuación: «Uno de los gloriosos proyectos que llevó a cabo -el Deán Navarro Darás- en la Catedral valenciana fue el autentificar de forma incontrovertible y dar a la pública veneración el Santo Cáliz de la Cena, custodiado en dicha Metropolitana».

Tal fue la idea dominante que trajo desde Almería y a desarrollarla se encaminaron todos sus trabajos apenas tomó posesión del Deanato de Valencia. Para adelantar en la obra necesitaba cuanto antes el que se obtuviera una certeza histórica de la reliquia, misión que encargó al Señor Sanchis Sivera, notable historiador valenciano y autor de varias obras relativas a la Catedral. Puso manos a la obra con gran cariño dicho Prebendado y a pesar de tener publicado un trabajo sobre el particular, consiguió al poco tiempo adquirir tal arsenal de datos y demostraciones, tal certeza de su autenticidad que pudo sentar la siguiente conclusión: Si se niega la autenticidad del Santo Cáliz de la Cena, que se conserva en la Metropolitana de Valencia, se ha de negar también, forzosamente la de las demás Reliquias de la Pasión que se veneran en el mundo, ya que todas ellas no presentan tal cúmulo de pruebas y tan concluyentes, como la reliquia de la Catedral valenciana.

Navarro que tenía una fe ciega en la autenticidad del Santo Cáliz, al saber que históricamente estaba demostrado ser el mismo que usó el Salvador en la última Cena, saboreó una de sus más legítimas satisfacciones; había conseguido el primer triunfo en la magna empresa que se proponía.

Rota en varios fragmentos

Ahora bien, por la deficiente demostración que había hasta entonces de su autenticidad, así como también, por el percance que sufriera la reliquia en una de las ocasiones en que se sacara, en la que, por caérsele de las manos al Canónigo que la llevaba, se quebró en varios fragmentos, había entre el Cabildo cierta repugnancia en mostrarla a la pública veneración. Navarro, pues, se propuso desde entonces el desvanecer tales escrúpulos. Valióse de luminoso informe del Sr. Sanchis Sivera, y recomendando, demostrando y exigiendo el culto que se debía dar a la reliquia insigne de la Pasión, consiguió del Cabildo, del Prelado y hasta del mismo pueblo tal adhesión y entusiasmo, que a los pocos años tuvo el consuelo de ver sus esfuerzos coronados por el éxito. Por acuerdo del Cabildo de la Metropolitana, y con aprobación del Prelado, se dispuso que la santa Reliquia se expusiese a la pública y diaria veneración de los fieles en la antigua Aula Capitular de la Basílica.

Con extraordinaria solemnidad y aparato celebróse la fiesta del traslado del Santo Cáliz desde el relicario existente en la Aula Capitular moderna a la antigua, el día 6 de enero de 1916. Ofició de Pontifical el Sr. Arzobispo Sr. Méndez Conde y ocupó la sagrada cátedra el Dr. D. Justo Martínez Alcaine; acto seguido tuvo lugar la procesión claustral, a la que concurrieron todos los Cleros de la Capital quienes alternaron con la Capilla de Música de la Basílica el canto del Credidi. Para dicho acto estrenóse el motete «Calicem quem benedicimus», obra del Mtro. Juan Bta. Pastor, dedicado al Sr. Deán, y al terminar el traslado, rememorando la antigua costumbre carcagentina de pasar rosarios y objetos piadosos por la imagen de la Patrona, hizo también Navarro, se permitiera que pudiera tocarse la Reliquia con objetos piadosos, contribuyendo de esta manera a activar la devoción de los fieles.

Con la exposición del Santo Cáliz a la veneración pública vino también la necesidad de propagar su devoción. Navarro quería que la Reliquia fuera conocida de todo el mundo y se dispuso a realizar cuantos sacrificios fueran necesarios para conseguir su objeto. Mandó imprimir estampas, acuñó medallas, hizo una gran tirada del ejercicio devoto que compuso, titulado «Visita al Santo Cáliz de la Cena» y cuando se disponía a hacer enorme tirada de nuevas estampas y medallas en varias casas alemanas para producir una verdadera inundación de las mismas en Europa y América, vino la Guerra Europea y con ella el entorpecimiento de comunicaciones que desbarató su vasto proyecto.

No le desanimó este contratiempo, y esperando días mejores, continuó trabajando en la difusión de esta devoción, atemperándose al pequeño campo de acción que le era dable usar. Celebráronse numerosas y extraordinarias comuniones generales en la Capilla del Santo Cáliz, a la que concurrían semanalmente y por orden de parroquias, las varias asociaciones establecidas en las mismas, hizo que el Cabildo costeara un trono de gloria, sobre el que debía colocarse la Reliquia, con el que se adornó el nicho de piedra alabastrina que existe en el Aula capitular antigua. Rogó a los Prebendados Sres. Sanchis Sivera y Olmos Canalda que escribieran sendas reseñas de la Reliquia en los periódicos, como así lo hicieron en Las Provincias del 6 de enero de 1916 y el Diario de Valencia de la misma fecha, lo mismo que el artículo histórico de la revista Blanco y Negro del 16 del mismo mes, ilustrado con profusión de grabados de indiscutible mérito.

Asimismo mandó traducir al valenciano el Himno oficial del Congreso Eucarístico que imprimió y lo repartió profusamente entre los fieles; rogó al P. Calasanz Rabasa que compusiera un Himno del Santo Cáliz, que se publicó en el Diario de Valencia del 14 de septiembre de 1916; y en los Juegos Florales de Lo Rat Penat de dicho año, a insinuación suya, presentóse un trabajo relativo al Santo Cáliz, titulado «Misteri d´amor» que fue premiado.

Y para que la obra fuera completa quiso dar a esta devoción la mayor importancia, congregando alrededor de la Reliquia a toda la nobleza valenciana. A tal efecto, fundó la Hermandad del Santo Cáliz en la que solo podían figurar los nobles, y en ella se inscribieron todos los títulos de la capital levantina. Entre las prerrogativas que se concedieron a esta Hermandad naciente, figura el privilegio de poder sentarse sus Hermanos juntamente con los Prebendados en la vía sacra.

Un sacerdote a su servicio

En 1 de mayo de 1919, con motivo de las fiestas centenarias de S. Vicente Ferrer, vino a Valencia S.A.R. la Infanta Isabel, y al penetrar en la catedral, donde le esperaba la Hermandad del Santo Cáliz, después de haber recibido del Deán el agua bendita, penetró en la capilla donde se venera la Reliquia, donde, después de breve oración, besó el santo Grial pasando luego su rosario por el pie del mismo.

La munificencia del culto que quería implantar en la capilla de la Reliquia hizo que pensara en la necesidad de poner a un sacerdote dedicado a su servicio, así como también a gestionar que todas las peregrinaciones que nacieran o pasaran por Valencia hicieran la visita oficial al Santo Cáliz; más aún, para consagrar al culto de la Reliquia la piedad del pueblo valenciano, avalada por la jerarquía, los muchos obispos valencianos que en aquel entonces ocupaban varias diócesis, tuvo la idea de construir una lámpara gótica que había de colocarse en la capilla y de la que solo existen tres ejemplares en el mundo. Encargó el boceto al artista valenciano Sr. Aixa. Según este, dicha lámpara tendría tres metros de diámetro con una corona de cincuenta centímetros de altura. En dicha corona, dividida en cinco secciones, y sobre afiligranados doseles, se colocarían las imágenes policromadas de santos valencianos. Dichas secciones se dividirían por los siete escudos de los otros tantos prelados oriundos de Valencia.

Los santos serían costeados por los feligreses de las parroquias en que fuesen venerados para lo que contribuirían con donativos no mayores de diez céntimos, a fin de que todos pudieran colaborar a la realización de tan grandiosa obra de arte. A pesar de haber sido terminados los planos, Navarro no pudo realizar tan bello pensamiento, pues penosa enfermedad que le llevó al borde de la tumba, dejándole medio paralítico, se lo impidió. Sin embargo, allá en su retiro de Carcaixent continuó pensando en la devoción de su amada reliquia; hízola pintar a su lado en el último retrato que le hicieran y recomendó muy eficazmente que a los bautizados se añadiera el título de Santo Cáliz al nombre que se les impusiera.

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