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Dermoestética

Suescun pierde la «baraka»

El propietario de Corporación Dermoestética, José María Suescun, sustentó su fortuna en los beneficios de la salida a bolsa de la compañía en 2005

Suescun pierde la «baraka»

El pasado 16 de enero, el juez del Mercantil número 1 de Pontevedra firmó el auto de liquidación concursal de Factoría Naval de Marín. Con más de 70 millones de deuda financiera acumulada y un patrimonio neto negativo, la mercantil se vio abocada a la suspensión de pagos. Hace poco más de un lustro, la Naval de Marín anunciaba la construcción del que iba a ser el mayor velero del mundo, el «Sea Cloud Hussar», con 136 metros de eslora y 4.000 metros cuadrados de vela desplegada. Como si de otro símbolo más de la burbuja se tratase, del «Sea Cloud» apenas existe el casco, que ha pasado a manos de Nodosa, otro astillero pontevedrés ganador de la puja por la unidad productiva en pública subasta.

Factoría Naval de Marín se reconvirtió en 2006 en astillero de buques de recreo gracias a la inyección de capital que hizo al entrar como accionista de referencia José María Suescun, propietario a su vez de Corporación Dermoestética. Marino mercante de formación y apasionado del mar, Suescun no dudó en destinar a negocios navales una parte importante de los suculentos beneficios que obtuvo en 2005 de la salida a bolsa de la compañía de tratamientos de belleza. El estreno en el parqué proporcionó al bolsillo del empresario más de 70 millones. Apenas tres años después Dermoestética le proporcionó otros 54 millones por la venta de su filial en el Reino Unido, de la que se desprendió cuando el negocio comenzaba a flojear.

Suescun dedicó gran parte de los millonarios recursos obtenidos de esa gallina de los huevos de oro que fue Dermoestética a inversiones que también han terminado por resultar fallidas. Opaco en su política corporativa montó dos vehículos inversores, Soul Corporación, la accionista de Naval de Marín y propietaria de dieciséis de los locales que ocupan la clínicas de Dermoestética, y Suver Inversiones, que llegó a integrar la Sicav Inversiones Siena con un patrimonio que alcanzó los 20 millones de euros. De Soul Corporación cuelgan además participaciones en compañías con pérdidas acumuladas y con dudas sobre sus ratios de solvencia, como Aviónica Suver, Naviera Pizarro o Universal Jet. Es complicado saber cuál el estado financiero real de estas sociedades porque las últimas cuentas depositadas son las del año 2011.

El rápido enriquecimiento de Suescun, que coincidió además con importantes cambios vitales (un divorcio y un matrimonio en segundas nupcias, perteneciente a una adinerada familia jerezana), derivó en gestos de ostentación de su nueva posición social. Encargó a los astilleros Izar de San Fernando de Cádiz la construcción del Suver (de su apellidos Suescun Verdugo), un yate de cuarenta metros de eslora valorado en 12 millones. También se la atribuye la propiedad del Centium, que se alquila como embarcación charter.

Los dos yates, habitualmente fondeadas en el Club Náutico de Valencia, están a la venta y representan el declive del fundador de Dermoestética. Porque la habilidad que mostró Suescun para hacer crecer como la espuma a Dermoestética, empujada por los vientos favorables de los años de vino y rosas de la burbuja inmobiliaria, no se ha visto replicada en sus aventuras inversoras en los últimos años.

La Sicav Inversiones Siena se disolvió hace ya más de un año. La intención de diversificar en renovables a través de la fotovoltaica Siliken también resultó fallida y los negocios navales se han demostrado ruinosos. Hay quien dice que uno de los desencadenantes de la decisión de bajar la persiana en Corporación Dermoestética fue la salida en diciembre de su director general Jorge Rodríguez, fichado por Bankinter. «Uno de los problemas de Dermoestética es que Suescun ha estado muy alejado de la gestión. Se ha dedicado a vivir bien y a otros negocios. Cuando todo iba hacia arriba parecía fácil pero la gestión ha sido nefasta en los últimos tiempos», señalan fuentes sindicales.

El hombre que acompañó la salida a bolsa de Dermoestética con un ejercito de modelos vestidas de azafatas está ultimando ahora el cierre del que fue el origen de su fortuna. Atrás quedaban las más de tres décadas transcurridas desde que compró en 1979 una pequeña empresa en quiebra del sector de la belleza en Valencia. Si algo hay que reconocerle a Suescun es que acercó a las clases medias españolas, embriagadas del crédito fácil de la burbuja, algo que parecía tan inaccesible como el universo de la cirugía estética, aún a costa de recibir una lluvia de reclamaciones por mala praxis médica. Pero esa es otra historia.

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