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Seguridad laboral

Un trabajo de altura

El mayor riesgo no es la caída, sino el denominado «trauma de suspensión», cuando un trabajador queda colgando de su arnés sin poder incorporarse

Un trabajo de altura

Cuando estás en medio de la montaña y tu compañero está colgando de un molino a 130 metros de altura no puedes esperar a que vengan los equipos de emergencia. Tienes que saber reaccionar antes de que sea demasiado tarde». David Martínez, uno de los responsables de formación de la empresa Tesicnor, destaca así la importancia de los cursos que reciben los operarios de los parques eólicos de Iberdrola en las instalaciones de esta firma en Pamplona, donde se les enseñan técnicas más propias de la escalada que de unos profesionales de la electrónica y la energía.

Por ellas pasan, como mínimo, una vez cada dos años los más de 300 trabajadores que se encargan de revisar el funcionamiento de los 5.500 aerogeneradores que la eléctrica tiene repartidos por España y Portugal y que suponen ya la principal fuente de energía limpia de la Península.

Evidentemente, el vértigo es algo que estos trabajadores no se pueden permitir dadas las dimensiones de los molinos, que empezaron con unos 50 metros de altura pero que, en los últimos parques, ya alcanzan los 130 metros. Unas dimensiones que superan, por ejemplo, a las del hotel Meliá Valencia Palacio de Congresos, cuya torre mide 117 metros. «Al final de acostumbras y toda la formación que recibes te ayuda a estar más tranquilo. Si no, estás perdido», explica el ingeniero valenciano Antonio Olivares, uno de los operarios que esta semana ha participado en una demostración práctica de las diferentes técnicas empleadas.

La seguridad en cada una de estas impresionantes torres es máxima y los trabajadores siempre van anclados a varios puntos de sujeción. Por eso, el mayor riesgo no es la caída, sino el denominado «trauma de suspensión» que acontece cuando un trabajador queda colgando de su arnés sin poder incorporarse. A pesar de los avances en este tipo de equipos, en estos casos la presión corta la circulación de la femoral e impide que la sangre llegue con normalidad al corazón o al resto de órganos. Si el trabajador está consciente puede aguantar entre 30 o 50 minutos, pero si ha perdido el sentido, el tiempo de reacción de reduce a un máximo de 15 minutos.

Los operarios aprenden a conectar rápidamente la cuerda de su compañero y, gracias a lo que denominan «descensor de emergencia» -un pequeño aparato que llevan consigo y que hace la misma función de una polea para aumentar hasta diez veces el peso que cada persona es capaz de levantar-, consiguen bajarlo al suelo en menos de dos minutos. Por eso, en la práctica, el trabajo en los molinos siempre se realiza en parejas.

Las cosas se complican cuando el trabajador ha quedado atrapado en el interior de la «nacelle», la parte superior del molino a la que van conectadas las aspas y que alberga la turbina. Aunque lo cierto es que se trata de una estructura de dimensiones considerables -en los modelos más grandes supera los 20 metros de largo-, en su interior la acumulación de transformadores, rotores y paneles electrónicos de todo tipo complican bastante cualquier rescate. Tampoco es fácil cuando el problema se produce en el elevador que conduce a los trabajadores desde el suelo hasta la parte superior del molino en los modelos más grandes, o las escaleras de acceso, en aquellos de menores dimensiones.

En ambos casos, las réplicas que Tesicnor o la propia Gamesa -el principal fabricante de aerogeneradores español, que también tiene sus instalaciones en Pamplona- poseen resultan imprescindibles para practicar cualquier eventualidad.

De momento, eso sí, hasta la fecha tan sólo dos trabajadores de Iberdrola han sufrido percances que necesitaran de un rescate y por asuntos menores -una lipotimia y una dislocación de hombro-, según el responsable de Mantenimiento Eólico de la compañía, Marcos Suárez.

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