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Opinión | En red

¿Apuesta por la innovación?

ace unos días la Comisión Europea publicaba el Innovation Union Scoreboard 2015, que analiza y compara 25 indicadores de los estados miembro en materia de I+D+i. El resultado es un completo mapa que refleja dónde se encuentra cada país con respecto a sus competidores y ayuda a evaluar las fortalezas y debilidades de cada sistema de innovación.

Un año más Suecia sigue siendo el campeón de la innovación europea, seguido por Dinamarca, Finlandia y Alemania. España baja dos puestos y se sitúa en el lugar 19 de la lista, otra vez en el vagón de cola, incluso por detrás de Portugal y Malta.

Con unas elecciones autonómicas y generales a la vuelta de la esquina, es un momento ideal para pensar estratégicamente en el medio y largo plazo. La crisis económica ha empujado a las administraciones a recortar drásticamente sus ayudas a la I+D+i empresarial. Y, sin embargo, todos los gobiernos saben que si descuidamos la economía productiva, será difícil mantener y mejorar nuestro estado de bienestar.

En esta línea, Europa, a pesar de su tamaño, ha demostrado que es capaz de reaccionar rápidamente. A raíz de la publicación antes mencionada, que constata que el Viejo Continente se sitúa en algunos de los principales indicadores por detrás de USA, Japón o Corea del Sur, ya se han anunciado las primeras medidas para apoyar a los estados miembro con fondos adicionales para inversiones estratégicas, una mayor facilidad de acceso a financiación para las pymes o el refuerzo de sinergias entre el programa H2020 y los fondos estructurales.

¿Y nosotros? ¿Qué haremos? ¿Apostaremos por la innovación, es decir, por el crecimiento?

Los Institutos Tecnológicos han demostrado ser agentes eficaces para incentivar la innovación en las empresas, principalmente en las pymes. El 57% de sus ingresos provienen de contratos con empresas. Nuestro modelo es, desde hace décadas, un ejemplo exitoso de colaboración público-privada, en el que la facturación privada nos aporta cercanía a la empresa y exige agilidad de respuesta a sus necesidades y los fondos públicos competitivos nos permiten generar conocimiento propio transferible al mercado.

Confío en que los nuevos gobiernos apoyen la mejora de la competitividad a medio y largo plazo, donde la innovación empresarial juega un papel fundamental. Es el momento de que las empresas vuelvan a invertir en valor añadido y de que, por su parte, las administraciones apuesten decididamente por la I+D+i, con medidas y presupuesto.

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