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Financiación

Más allá de los bancos

Las empresas valencianas, al igual que las españolas y a diferencia de las estadounidenses o las alemanas, recurren en exceso a la banca para financiarse, según coinciden todos los expertos, que abogan por diversificar las fuentes de acceso al dinero con fórmulas como la Bolsa, los fondos de inversión e incluso el «crowdfunding»

Un inversor, el pasado jueves, en las instalaciones de la Bolsa de Valencia. Fernando Bustamante

Más en sordina, porque las condiciones han cambiado, las empresas valencianas siguen quejándose de que la banca no abre el grifo del crédito para ellas, al menos no con el caudal que quisieran. Las dificultades para financiarse han sido una constante durante esta crisis, incluso el estoque de muerte de muchas mercantiles. El problema, sin embargo, es que las empresas locales, y las españolas por extensión, están afectadas por un síndrome que les aboca irremediablemente a recurrir de forma excesiva a la banca para obtener liquidez y capital. No contemplan otras alternativas que les permitan diversificar sus fuentes de financiación y les eviten depender de un solo canal, la banca, que, cuando está de juerga, es ciertamente generoso pero que en tiempos de resaca, como la actual, se vuelve huraño y desconfiado.

Los datos son incontestables. Como apunta el director de la Cátedra de Empresa Familiar de la Universitat de València, César Camisón, la financiación bancaria sobre el total de recursos externos de una empresa valenciana ronda el 80 %, cuando en Francia y Alemania se sitúa en una horquilla de entre el 45 % y el 55 %. Antonio Romero-Haupold, presidente de la Asociación de Empresas del Mercado Alternativo (AEMAB), tan reciente que será presentada la semana que viene, añade que en Estados Unidos el 60 % de la financiación empresarial es extrabancaria. Por su parte, el director ajunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas, Joaquín Maudos, apunta que «de cada cien euros de recursos ajenos de una empresa, sesenta proceden del banco», aunque esta sería una cifra media, «porque en el caso de las pymes es mucho más elevada». Los recursos ajenos equivalen al 40 % del activo total de una empresa y de este último sólo el 1 % procede de los mercados de renta fija, según el también catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València.

¿Por qué esta dependencia de los bancos? Hay varias respuestas. Beltrán Romero, director en Deal Advisory de KPMG en España, apunta algunas, como el exceso de liquidez y los bajos precios que había en los años anteriores a la crisis, pero también a la mentalidad de los empresarios autóctonos: «Les cuesta abrirse a otras fuentes de financiación y no están dispuestos a ceder parte de su riqueza, abriéndose a capital foráneo, pese a que esta fórmula les permitiría ganar mucho más». No solo eso, porque además hay una cierta aversión al riesgo. Según Romero, muchas pymes están mal capitalizadas: «Tienen un capital social de 3.000 euros pero deben tres millones al banco, mientras que sí pusieran más dinero de su patrimonio y arriesgaran más, sería más fácil obtener financiación».

Aversión al riesgo

El presidente de AEMAB coincide con el diagnóstico anterior sobre el rechazo empresarial al riesgo y a compartir la propiedad y empieza a señalar algunas de las consecuencias de esta práctica. Por ejemplo: «La banca no financia fracasos, solo los éxitos, pero hay muchos proyectos que requieren tener varios tropiezos antes de triunfar y para eso la respuesta está en los inversores externos». Joaquín Maudos añade otro factor derivado de cuando la banca tiene problemas, como ha sucedido en estos últimos años. Entonces, «las empresas lo pasan mal» porque no saben de dónde obtener el dinero. En estas mismas páginas, el pasado domingo, el presidente de la Confederación Empresarial Valenciana, Salvador Navarro, calificaba de «error» esa dependencia y recordaba cómo al inicio de la crisis, con el frenazo que aplicaron al crédito las grandes entidades bancarias, los empresarios valencianos lo pasaron muy mal.

Asimismo, como afirma César Camisón, «sin otras fuentes de financiación, no es posible ganar tamaño», que es una de las condiciones indispensables para la vital internacionalización de tantas pymes. Los llamados operadores en la sombra, es decir, los que no son bancos, «son más elásticos y ven más las perspectivas de futuro». A este respecto, el director de la Cátedra de Empresa Familiar recuerda que los bancos «siempre han sido reticentes a financiar operaciones de innovación y de I+D o que tengan riesgo alto como la apertura de nuevos negocios o las estrategias de diversificación».

Así que hay que diversificar, entre otros motivos porque la denominada banca en la sombra no exige las garantías de los bancos tradicionales, lo cual, según Camisón, «es muy interesante para las empresas familiares, porque dejan fuera de la financiación el patrimonio familiar». Este experto detalla algunas de las alternativas con que cuentan las empresas para encontrar financiación: los «business angel», particulares que financian proyectos, sobre todo de emprendedores, las sociedades de garantía recíproca, el capital lending (particulares y fondos de inversión que financian de forma colectiva), el capital riesgo o, incluso, el crowdfunding (pequeñas aportaciones de varias personas). Y, claro está, la Bolsa. Por un lado, el Mercado Alternativo de Renta Fija (MARF), pensado para que las medianas y grandes empresas emitan deuda, que es idóneo para grandes volúmenes y muy interesante en un momento en que la banca sigue frenando los créditos superiores al millón de euros. Por el otro está el MAB, dirigido a empresas pequeñas con capacidad y perspectivas de un alto crecimiento, en especial pymes innovadoras. Este último, sin embargo, no acaba de arrancar, entre otros motivos porque el escándalo Gowex retrajo a muchos inversores. Según Antonio Romero, en la actualidad solo cotizan 23 firmas, pero con el objetivo de que este año se incorporen otras diez. El presidente de AEMAB critica al respecto que, a diferencia de países como el Reino Unido, el Gobierno «no se ha volcado en este mercado introduciendo incentivos fiscales para los pequeños inversores».

Además de diversificar, Beltrán Romero, de KPMG, propone que las empresas tengan una buena estructura de financiación y que no se rijan por el corto plazo. Porque «todo plan de negocio debe ir acompañado de una estructura de capital a largo plazo que impida que el proyecto acabe ahogado por haberlo fiado a ir buscando año tras año el dinero». Por último, Joaquín Maudos considera que, con 1,3 billones en préstamos, a las entidades financieras no les hace especial mella la proliferación de la llamada banca en la sombra, pero esta última, «si está bien regulada, y sobre ello ya se debate en la UE, es bienvenida», porque además introduce factores de competencia siempre saludables.

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