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Lucha de gigantes

Trump ha iniciado una guerra comercial con china, con la lucha por el poder tecnológico como telón de fondo. Por el camino, el multilateralismo ha saltado por los aires

Lucha de gigantes

La política intimidatoria de Donald Trump, cuyo mandato avanza a golpe de exabruptos, ha encontrado su mayor acomodo en el tablero del comercio internacional. Ganó la presidencia de EE UU entre amenazas de muros fronterizos y arancelarios y arrancó su legislatura disparando contra el acuerdo transpacífico (TPP) con Japón y Australia, entre otros, y el Nafta, con México y Canadá. Hoy, va camino de protagonizar una guerra comercial con China de alcances imprevisibles. «No tenía más remedio. Ganó apelando al sentimiento de agravio de las zonas más perjudicadas de su país, esas zonas manufactureras afectadas, no por la globalización sino por el progreso técnico. Tenía que destapar los aranceles porque fue un punto importante en su campaña», explica Matilde Mas, catedrática de Fundamentos de Análisis Económico en la UV y directora de Proyectos Internacionales del IVIE.

En efecto, el conflicto lleva semanas de escalada. En marzo, EE UU impuso barreras al acero y el aluminio chinos; en abril, extendió la amenaza a miles de productos, con especial incidencia en los artículos de base tecnológica sobre los que pivota la estrategia industrial para los próximos años (China Manufacturing 2025). El Gobierno de Xi Jinping ha respondido con mesura, pero donde más duele: apunta a productos agrarios como la soja y los vehículos. Un ataque selectivo a la base electoral de Trump.

¿Qué se esconde tras estos movimientos? «En lo que estamos es en una guerra por el poder mundial. La clave es el objetivo de China por convertirse en la potencia tecnológica. La imagen de China como la fábrica barata del mundo acabó hace tiempo. Es el país con más robots, el que más invierte en I+D. Si EE UU es el líder mundial es porque ha desplazado la frontera del conocimiento. Y lleva mal que China quiera ese lugar», añade Mas.

Vicente Pallardó, profesor titular de Economía Aplicada de la UV, destaca dos aspectos de la estrategia de Trump. Por un lado, la «absurda» obsesión de EE UU con el déficit, en este caso los 375.000 millones de balanza negativa con China. Una situación que es solo consecuencia de gastar más de lo que produce y que, irónicamente, se agrava con la política fiscal expansiva de Trump.

Sin embargo, sostiene el experto, lo más relevante de la escalada tiene que ver con determinadas prácticas del país del dragón. Además del dumping (exportar por debajo del precio de coste para ahogar a los productores de otros mercados), Pallardó cita prácticas como la obligación a las empresas que quieran operar en China de transferir tecnología al mismo sector chino, que acaban copiando; o la posibilidad de que las grandes corporaciones chinas, con respaldo del Estado y financiación privilegiada, puedan adquirir empresas occidentales de sectores críticos, con tecnología que luego termina en su sistema.

«Hay que contestar a esto», resuelve el profesor de la UV. Occidente, de hecho, ya está reaccionando al desafío, por ejemplo, en el caso del fabricante de smartphones y telecomunicaciones chino ZTE. Estados Unidos ha prohibido a empresas de su país cooperar con este grupo. Reino Unido, por su parte, ha lanzado una alerta a través del Centro Nacional de Ciberseguridad para que sus operadores de telecomunicaciones no usen equipos de ZTE por el riesgo para la seguridad nacional. La sombra de la transferencia de tecnología e información al Estado, esto es, la vulneración de la propiedad intelectual, subyace a estos casos.

«Es muy grave. La forma normal de responder a esto es una protesta conjunta, en la Organización Mundial del Comercio (OMC), pero Trump lo ha interrumpido», lamenta Pallardó. «Trump ha recurrido a algo muy peligroso, la apelación a la soberanía nacional. En defensa de la soberanía puedes hacer lo que quieras. Es una tecla peligrosa porque nos lleva a una oleada proteccionista», advierte. Históricamente, el proteccionismo no anticipa nada bueno. «Genera tensiones, rivalidades. En los años 30 fue uno de los fundamentos de la debacle que siguió», es decir la Segunda Guerra Mundial.

«El problema de fondo es que está diluyéndose el espíritu del multilateralismo, con el que nació el GATT y sucesora la OMC, y ahora Estados Unidos está apostando por acciones unilaterales, por supuesto proteccionistas», señala Ricardo Miralles, director del departamento de Estudios de la patronal CEV. «Debemos apostar por reconducir este problema concreto a la OMC. Y ahí, China deberá hacer concesiones», anima.

Ante este desafío, la UE se encuentra en medio del fuego cruzado. Y quizá como campo de batalla en esta lucha por la hegemonía mundial. «La UE es objeto de deseo de EE UU porque quiere que le apoye en defensa de la propiedad intelectual, y China, que le apoye en la OMC frente a EE UU», resume Matilde Mas, del IVIE. China, opina Vicente Pallardó, ya estaría jugando a dividir a la UE, con estrategias como el CEEC (16+1), una plataforma de cooperación entre China y 16 países del centro y este de Europa para promover intercambios económicos e inversiones. «Es un caballo de Troya en la UE», avisa el profesor.

Hace unos días, varios empresarios locales trasladaban su preocupación al embajador de España en EE UU. ¿Hay para tanto? «A la larga todos pierden con la guerra, por la vía de reducción del comercio internacional, la competitividad y por la vía de la actividad y el empleo», dicen en la CEV. A EE UU y China la exportación es limitada: 6,4% y 1,8%, respectivamente. «Son los efectos inducidos los que más daño nos harían a medio plazo, por su repercusión a través de las cadenas de valor internacionales, como los componentes de automóviles exportados desde Alemania a EE UU», concluye Miralles.

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