Las personas tienen dos tipos de habilidades. Las habilidades duras, que son las vinculadas a las funciones del puesto de trabajo, y que incluyen la experiencia, las capacidades técnicas y de software, y todo lo relacionado de forma directa con el empleo. Y las habilidades blandas, que son una serie de competencias personales basadas en nuestra actitud, en la forma en que nos comunicamos, en cómo trabajamos en equipo, nuestra forma de resolver problemas y nuestro pensamiento crítico.

Si el mercado laboral solo dependiera de las habilidades duras, una serie de robots podrían hacer nuestro trabajo, por eso las empresas tienen muy en cuenta las habilidades blandas. Estás son doce de las más demandadas:

Empatía (ponerse en el lugar de los demás y ser solidario); responsabilidad (responder a las exigencias del puesto de trabajo); capacidad de comunicación (dar a conocer las ideas, problemas y puntos de vista de forma que sean entendidos por los demás); trabajo en equipo (trabajar con otras personas, delegar y asumir responsabilidades); creatividad (generar propuestas originales en base a nuevas ideas o conceptos); sociabilidad (relacionarse tanto con el resto de los trabajadores, como con clientes y proveedores); adaptación al cambio (adaptarse rápidamente a las diferentes situaciones que surgen actualmente); actitud positiva (frente a los problemas y avanzar para su resolución); tolerancia a la presión (soportar situaciones estresantes, estando centrados en lo importante para la empresa); asertividad (decir la opinión en el momento oportuno y de la manera adecuada, sin llegar a una discusión); proactividad (teniendo iniciativa propia para ponerse en movimiento para alcanzar las metas planteadas); y resiliencia (sobreponiéndose al fracaso, aprendiendo y sacando lecciones para el futuro).

Este tipo de habilidades son cada vez más valoradas por las empresas en los procesos de selección o ascenso de su personal. Son claves para que el individuo se relacione adecuadamente con el resto de personas, tanto dentro como fuera del ámbito laboral. Tienen una importante conexión con lo que se conoce como inteligencia emocional ya que la capacidad de comunicación está relacionada con la capacidad de tener conocimiento de las propias emociones y de saber manejarlas.

La combinación de las habilidades duras y blandas nos permitirán resolver de la mejor forma, los diferentes problemas que se nos puedan presentar tanto en el ámbito laboral como en ámbitos sociales y familiares.

En un mercado tan competitivo como el actual el manejo de las habilidades blandas resulta crucial y si bien estas competencias son innatas, todos tenemos la capacidad de poder desarrollarlas. Una investigación de la Universidad de Harward indica que el 85 % del éxito en el desempeño de un profesional se debe al buen desarrollo de sus habilidades blandas.

Por lo tanto, el profesional moderno debe esforzarse por fortalecer este tipo de habilidades con el objetivo de potenciar sus oportunidades de crecimiento y desarrollo empresarial.