En los últimos tiempos estamos asistiendo a una indudable explosión de empresas innovadoras y emergentes en fases iniciales basadas en la tecnología. Viniendo de donde venimos, esto es, sin duda, una magnífica noticia, pero una visión quizás excesivamente enfocada al apoyo a las startups en fases iniciales puede resultar insuficiente si aspiramos a convertirnos efectivamente en una verdadera referencia como ecosistema de innovación a nivel global. Es una evidencia que muchas startups desaparecen pasados apenas unos pocos años y que no resulta nada sencillo el paso de ser una startup a una scaleup (es decir, una empresa con más de 10 empleados y crecimientos anuales superiores al 20 % durante tres años) por los requerimientos y exigencias nada desdeñables que conlleva en cuanto a capital, dirección, habilidades de gestión, procesos organizativos, etc.

Se suele comparar de forma gráfica a startups y scaleups utilizando el símil de los cazadores y los granjeros, de forma que los emprendedores de startups serían «cazadores» cuya misión es garantizar la supervivencia de la empresa centrando sus esfuerzos en captar los recursos que son vitales para la misma, mientras que en una scaleup serían necesarias también habilidades propias de los «granjeros» para focalizar esfuerzos en otros aspectos que son clave para hacer funcionar un negocio ya asentado de manera sostenible (p.e.: gestión, equipo, etc).

Sin embargo, parece claro que no siempre resulta sencillo aglutinar e integrar en un proyecto las habilidades de un buen cazador (es decir, alguien que focalice sus energías en el acceso a la financiación, el desarrollo de un modelo escalable o el crecimiento sostenido de la empresa) con las habilidades propias de un buen granjero (alguien que reúna, por ejemplo, habilidades para la gestión, la elección y retención del talento o las relaciones con inversores o entidades financieras). Lógicamente, hay muchos factores que influyen en el paso de startup a scaleup, pero un aspecto que resulta clave es el cambio de mentalidad de los propios emprendedores.

Como decíamos, la mentalidad emprendedora es, sin duda, muy positiva para crear y sacar adelante un proyecto, pero resulta necesario ir un paso más allá para conseguir transformar esas organizaciones incipientes en verdaderas estructuras empresariales con vocación no solo de crecimiento, sino también de estabilidad a través de modelos de negocio que puedan expandirse y perdurar en el tiempo.

Lógicamente, en ese proceso de crecimiento resulta clave que los emprendedores se doten de las habilidades directivas necesarias y también de un equipo adecuado articulando para ello los sistemas de incentivos adecuados para atraer y retener el mejor talento (p.e.: phantom shares, stock options, etc.) Otro aspecto clave es la adecuada interlocución con nuevos inversores y partners con mayor nivel de complejidad y sofisticación (p.e.: fondos nacionales e internacionales de capital riesgo, etc.) en las que conviene ir acompañado de verdaderos expertos con experiencia en esas situaciones. En definitiva, el viaje desde una startup hasta convertirse en una scaleup con vocación y visión global implica una adaptación constante en un entorno global cada vez más competitivo y cambiante y requiere dar los pasos adecuados para ir incorporando los recursos que permitan ese tránsito.