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La doctora de los helados

Hay vocaciones que se llevan en la sangre y otras que se te pegan al cuerpo conforme la vida transcurre y te topas con otros horizontes. A María José Félix el instinto empresarial le venía de familia y el alma de docente, que en su caso no es superior al primero, se le ha ido acomodando con el paso de los años. Seguro que es una buena profesora. Desde luego, se explica muy bien. Afable, directa y sin recovecos. Pero Félix es ante todo una empresaria. En concreto, la directora general de Helados Estiu, uno de los interproveedores de Mercadona y la sexta heladera española en volumen de litros. También, a qué negarlo, porque en su cara se le ve y ella además lo lleva a gala, es la hija mayor del fenomenal Federico Félix, el expresidente de la Asociación Valenciana de Empresarios (AVE) y uno de los industriales clave del poderoso sector agroalimentario de la autonomía.

A Félix padre se le conoce sobre todo, además de como propagandista del corredor mediterráneo, por su vinculación con la industria avícola. Federico y su progenitor entraron en el negocio del pollo, donde prosperaron y, aunque el primero ya casi no tiene intereses en ese subsector, aquella fortuna le permitió diversificar sus inversiones. A mediados de los noventa, asociado con Francisco Pons y Francisco Giner, tomó una participación en Helados Estiu, una firma fundada en 1983 por heladeros valencianos. Poco a poco, las familias Félix y Pons fueron incrementando su participación hasta que hoy día la primera tiene el 51 % y la segunda, el 49 %. En 1998, los dos empresarios que llegaron a presidir AVE le ofrecen a María José que se haga cargo de la subdirección general de la firma, un cometido en el que pronto asciende a directora general.

Aunque muy joven, porque nació en Valencia en 1969 y, por tanto, tenía 28 años, María José Félix tenía para entonces una trayectoria relevante a sus espaldas y, sobre todo, una determinación insobornable. «Desde pequeña quería ser empresaria», recuerda. Tan es así que a los quince años, cuando estudiaba tercero de BUP en las Teresianas y le preguntaron en unas jornadas de convivencia qué le preocupaba en la vida, ella dijo: «cómo compatibilizar la vida personal y profesional», porque ya quería dedicarse al mundo mercantil. Una respuesta poco usual a mediados de los años ochenta. Tres décadas más tarde, Félix confiesa con orgullo que ha logrado ese objetivo en «el que hay que vencer muchas dificultades, aunque es cosa de dos». Y es que está casada con el director de asesoría jurídica de Air Nostrum y ambos tienen un hijo de 16 años, «maduro e inteligente», que todavía duda sobre su futuro aunque no es descartable que siga los pasos de su madre y su abuelo.

María José Félix estudió Ciencias Económicas y Empresariales en València. Confiesa que llegó a ser subdelegada de clase, lo que indica que le gusta implicarse allí donde está. Terminada esa etapa, tenía claro que «había que salir del nido», vivir fuera de casa, aunque con la seguridad de que «cuando quieras podrás volver». Y se fue a Madrid a estudiar un MBA en el Instituto de Empresa. Se quedó cuatro años, porque, terminados los estudios, se hizo cargo de la subdirección del master y dio inicio a una de sus grandes pasiones: la enseñanza. Dice que «tiene más alma de empresaria que de profesora», pero lo cierto es que la docencia le tira tanto que en estos tiempos profesionalmente ajetreados encuentra tiempo para impartir clases en la escuela de negocios Edem: «Me gusta contar lo que se hace en la empresa; te hace pensar y te ayuda a ordenar las ideas». Como buena profesora ha seguido siendo alumna en estos años y ha completado su formación con cursos de liderazgo, de hablar en público, de recursos humanos, de innovación e incluso de startups. Este último surgió de una de sus características personales: la curiosidad. «Quería saber cómo se transforman las ideas en empresas», afirma y añade que es esencial «ver distintos puntos de vista; salir del círculo para verlo desde fuera».

En Madrid, Félix pasó una «etapa muy buena». Allí conoció a su marido. Por motivos laborales, él tuvo que volverse a València ya con planes de boda en lontananza. Al mes y medio de la petición, María José recibió la llamada de Vicente Llácer para que se incorporara como directora comercial a la inmobiliaria Edival. Estuvo dos años hasta que su padre y Francisco Pons, en 1998, le propusieron entrar en Helados Estiu. A pesar del nombre de la empresa, una de las primeras decisiones que tomó Félix fue romper la estacionalidad del producto y centrarse en el mercado de la alimentación, es decir, el hogar, más que el de impulso, o sea la calle y la hostelería. Tras entrar en 2002 como interproveedora de Mercadona, su único cliente directo, la firma ha dado un salto de gigante, al pasar de producir medio millón a 23 millones de litros de helado en 22 referencias, con el Almendrado como producto estrella. Con 125 empleados de promedio (y 170 en temporada alta), la empresa tiene un departamento de innovación en busca constante de nuevos sabores y productos, en ocasiones a petición de la cadena de distribución. Su última inversión, de diez millones de euros, se ha destinado a un gran almacén de congelación de 70.000 metros cuadrados en Cheste.

Deporte desde los catorce años

Félix tiene a su favor que dirige un proyecto cuyo contenido es de su agrado. Vamos, que le encanta el helado. Tanto como el deporte, lo que es un alivio para compensar ciertos excesos. Corre desde los 14 años, porque entonces «estaba gordita y quería adelgazar». Lo practica los fines de semana, en vacaciones todos los días y, cuando va de viaje, no se olvida las zapatillas y madruga para hacer ejercicio en el gimnasio del hotel. De vez en cuando, practica el golf. No se considera una gran lectora: «Alguna novela, libros de management, Eduard Punset». Ahora está con Patria, de Fernando Aramburu. Al cine, cuando va, es en pos de películas románticas. Los veranos los pasa en Nàquera, donde da largos paseos por la Sierra Calderona y donde practica otro de sus mayores hobbies: las reuniones familiares, la propia y la política, y con los amigos. Dice que es mala cocinera, que solo saber hacer «cuatro platos», pero que le entretiene planificar las compras y «pensar qué le gusta a éste o aquel». Antes de finalizar la entrevista, se acuerda de su madre -«me ha dado el factor diferencial que es la educación; saber estar en los sitios es muy importante. Tiene gran fuerza de voluntad y eso me lo ha transmitido»- porque antes ha hablado también de su padre, de quien afirma que es su «gran valedor». Dice haber heredado de él su «ímpetu y su fortaleza ante las adversidades» pero destaca también que, cuando «estamos en desacuerdo en algo y luego me he equivocado, siempre me apoya. Nunca te dice aquello de 'ya te lo dije'».

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