Las startups se caracterizan por la búsqueda de una solución innovadora -a veces disruptiva-, que satisfaga una necesidad del mercado y que pueda dar lugar a un modelo de negocio lo más escalable posible. Para ello utilizan procesos basados en metodologías propias, como «lean startup», que acortan los ciclos de desarrollo y facilitan la consecución de las primeras validaciones del mercado con una inversión de recursos mínima, dado que la financiación inicial suele ser escasa.

Tradicionalmente, para abordar su crecimiento las startups han encontrado su vía principal de financiación en el capital riesgo, capaz de invertir con una incertidumbre mayor que la que puede asumir la financiación bancaria, a cambio de una rentabilidad exponencial en aquellos proyectos que alcanzan el éxito.

Sin embargo, más allá del apoyo exclusivamente financiero, cada vez más startups están reforzando su crecimiento mediante la colaboración con empresas consolidadas, que progresivamente han ido intensificando su acercamiento a este fenómeno, en gran medida al advertir que pueden ser el mejor vehículo para la innovación

Las empresas saben que su crecimiento no puede basarse en hacer «más de lo mismo», porque ni el mercado ni los competidores lo permiten. La innovación es obligatoria, pero innovar no es fácil sin un cambio profundo de enfoque que a veces es complicado de conseguir desde dentro de la organización, y las startups juegan con la ventaja de vivir instaladas en la innovación, porque esa es su razón de ser.

Así, se observan cada vez más iniciativas tendentes a unir ambos mundos, desde empresas que organizan concursos de startups dotados con premios en efectivo y acceso a financiación posterior, pasando por aceleradoras corporativas que proporcionan recursos diversos para el lanzamiento de los proyectos, o incluso inversiones directas en startups que estén promoviendo alguna solución en el sector donde opera la empresa.

Este acercamiento es claramente positivo y puede potenciar muy favorablemente nuestro ecosistema emprendedor. La sinergia es clara: por un lado las empresas consolidadas disponen de capacidad financiera, de canales de distribución, de visibilidad en el mercado, etc. mientras que las startups aportan sus metodologías propias, el carácter innovador grabado en su ADN y una visión libre de las inercias o vicios que en muchos casos sufren las organizaciones más pesadas.

Sin embargo, para su éxito, es importante que estos procesos de colaboración se articulen como una apuesta decidida por parte de las empresas, que va mucho más allá del marketing y del efecto mediático, que requiere de implicación y seguimiento, y que al mismo tiempo debe respetar la necesaria autonomía de los proyectos innovadores para evitar riesgos como su fagocitación por estructuras o procesos rígidos que los desnaturalizarían.

Sobre esas bases, el encuentro entre empresas consolidadas y startups será enormemente enriquecedor.