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«Agrias» turbulencias

La campaña ha arrancado pesada, con pocas operaciones en el campo y con un retraso de madurez de dos o incluso tres semanas en algunas zonas. La demanda no termina de animarse y las altas temperaturas registradas en buena parte de Europa no ayudan a activar el consumo. Venimos de una temporada algo más corta en producción, bastante menos de lo que se dijo, pero en la que los movimientos se produjeron antes. Ya en agosto de 2017 se cerraron algunas compras. Pero las circunstancias han cambiado, la fruta ha llegado menos madura, con problemas de calibre en las clementinas precoces, la cosecha se ha recuperado y la distribución europea aún apura el suministro de naranjas y mandarinas tardías del hemisferio sur, que este año también llegaron más tarde porque nuestra temporada de valencias entró en cierta parálisis en junio y después se alargó en cámaras algo más de lo normal.

Hasta aquí, todo entra dentro de los parámetros habituales. Lo que sí resulta excepcional son las circunstancias macro que pueden alterar el desarrollo de esta temporada. La primera y más grave incógnita a despejar poco tiene que ver con la agricultura y sí con la geopolítica. El Brexit deambula entre la altertativa dura -ruptura total con un tratado comercial similar al que ahora sostiene la UE con Canadá-; la blanda -con una asociación similar a la de la UE con Noruega, manteniendo una unión aduanera- y una tercera, la del no deal, de consecuencias imprevisibles. Pese al periodo de transición acordado hasta el 31 de diciembre de 2020, en el que se mantendrá el mercado único sin aduanas (siempre que haya acuerdo) es evidente que lo que se decida tendrá consecuencias a corto y medio plazo sobre los mercados. En caso de triunfar alguna de las dos opciones más radicales podría desencadenarse un nuevo proceso de depreciación de la libra similar o peor al que se dio cuando, en junio de 2016, se dijo sí en aquel polémico referéndum. Tal cosa supondría un encarecimiento súbito de nuestra oferta en el que hoy es nuestro tercer mejor mercado. Cabría estar preparado para los tres escenarios. Mejor si nos adelantamos y tratamos de eliminar, por ejemplo, todas las trabas burocráticas que nos imponemos en origen y que sabemos que no nos van a reclamar en destino. Eso y garantizarnos que UK no pasará a ser, cuando abandone el club, una suerte de paraíso fitosanitario desde el que nuestros competidores puedan reexportar a Europa y evitar los controles con los que se trata de impedir la llegada de nuevas plagas y enfermedades foráneas. Pero hay más motivos macro para la preocupación. La crisis monetaria de los países emergentes -muchos de ellos importantes potencias citrícolas- ha hundido sus monedas frente al euro y al dólar. Argentina, Brasil, Sudáfrica, Turquía y Egipto disponen ahora de un trampolín, el de sus devaluadas divisas, para seguir bajando precios.

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