La imagen es concluyente. Un viejo corro en una bolsa cualquiera con operarios vociferando en pos de unos títulos. Lo que muestra esa instantánea, sobre todo si la comparamos con una actual en la que un broker se halla ante pantallas llenas de gráficos en llamativos colores, no es que el tiempo ha pasado y las máquinas imperan, que también, sino la importancia del factor humano en los mercados bursátiles. No todo lo que ocurre en la compraventa de acciones o bonos se mueve por la frialdad de los números. El comportamiento del individuo es clave. Así que saber cómo funciona nuestro cerebro nos puede ayudar a ser más certeros en nuestras inversiones. El pasado miércoles, BBVA y Levante-El Mercantil Valenciano organizaron en València el foro financiero «Inversión en tiempos disruptivos: la psicología del inversor», en el que se puso en valor la relevancia de la conducta y la personalidad individuales a la hora de invertir pero también la buena marcha de la economía y las oportunidades que ofrece la renta variable ante un auditorio que llenó el salón de actos de la Bolsa de València, en un evento presentado por el director general de Relaciones Institucionales de Prensa Valenciana, Julio Monreal, y moderado por la subdirectora del diario, Gemma Martínez.

El Sales Director de la gestora Fidelity International para España, Óscar Esteban Navarro, citó algunos de los sesgos conductuales que condicionan la forma en que el inversor se enfrenta al momento trascendental de decidir dónde pone su dinero. Uno de ellos es la simplificación, es decir, la tendencia «a buscar atajos», como «regirse por las rentabilidades pasadas sin analizar mucho más». No menos habitual es el efecto Ikea «o justificación del esfuerzo». Navarro puso el ejemplo del mueble comprado en esa cadena comercial que el cliente se monta en su casa «probablemente en medio día y no en los cuarenta minutos que dice el prospecto». Si en alguna ocasión tiene que desprenderse de objetos de mobiliario, ese que hizo con sus manos «será el último que venda». Lo mismo sucede con las primeras acciones que se compran, por las que se siente una querencia especial que impide «analizar otros datos» que tal vez recomendarían venderlas. Hay más. La familiaridad. O sea, «preferimos lo que es familiar, como quedarnos con la renta fija española, aunque rente menos, sin mirar otras opciones más allá». O el «sesgo confirmación», que nos hace «ver lo que queremos ver». Y también la tendencia general a «seguir al rebaño», que implica «hacer lo que todo el mundo hace». Según Navarro, «es una práctica frecuente en los mercados; las grandes burbujas se han generado así».

A modo de conclusión, Navarro trazó un decálogo con la actitud que debe tener el inversor cuando a los mercados llega la volatilidad, como está sucediendo en estos últimos tiempos. Y es que esa tendencia que lleva a vivir a las bolsas en una montaña rusa de diferente escala «es parte normal de la inversión». Pero hay más, porque, según Navarro, «a largo plazo, el riesgo de renta variable suele verse recompensado». Este experto también aconsejó a los inversores que tengan en cuenta que las correcciones de los mercados pueden generar oportunidades atractivas, que deben evitar el impulso de cerrar y abrir inversiones, que han de realizar aportaciones periódicas para elevar las rentabilidades y optar por la diversificación, que destinen su dinero a compañías que repartan dividendos de forma regular, que reinviertan los ingresos para hacer aumentar la ganancia total, que no se dejen arrastrar por el sentimiento (por ejemplo, contagiarse de la euforia o el pánico bursátil) y que se fien de la gestión activa, es decir el asesoramiento de expertos.

Claro que la conducta del inversor también está condicionada por la coyuntura y en este sentido «podemos estar tranquilos», tal como concluyó al cierre del acto el director de Banca Privada de la Territorial Este de BBVA, Luis Viñals, quien esbozó un panorama de calma, con la inflación contenida y las empresas dando buenos beneficios. Dicho coloquialmente, «el coche no va a 180 kilómetros pero sí a 140».

Previamente, el director de Inversiones de BBVA Banca Privada, Enrique Marazuela, había realizado una exposición ciertamente optimista sobre la coyuntura económica internacional actual, que calificó de «buena», tras los años de crisis y a pesar de algunos factores, como el proteccionismo, que están reduciendo levemente el crecimiento mundial. Sin embargo, «debemos felicitarnos» de que se alcance un 3,7 %, que la pobreza extrema -no la desigualdad- «se haya reducido mucho» y que los países emergentes y desarrollados crezcan de forma sincronizada, con la excepción de Latinoamérica, «que está creciendo a menor ritmo». Marazuela destacó la buena situación que atraviesa Estados Unidos, que «está en pleno empleo y, por tanto, debería crecer un 2 %, pero lo hace un 2,8 % por la rebaja fiscal y por las infraestructuras, aprovechando la oportunidad con la administración de Trump en temas medioambientales». Europa, por último, eleva su PIB a una media del 2 %, que es un porcentaje «extremadamente bueno en comparación con su potencial». Además, la inflación está controlada, el precio del petróleo tenderá a la baja y los bancos centrales ya han empezado a replegar velas en su política de expansión monetaria. De ahí que el directivo de BBVA concluyera que «ni estamos en crisis ni vemos un agotamiento del ciclo».

Así las cosas, Marazuela considera que no es «interesante» invertir en bonos públicos en Europa de la mayor calidad, como el alemán, por su baja rentabilidad, pero tampoco en los periféricos. De hecho, «creemos agotado el potencial de los bonos españoles». Ve oportunidades en los bonos de los países emergentes, pero donde considera que sí es «interesante» invertir es en la renta variable, no solo por el ciclo económico sino también por el «magnífico momento en la generación de beneficios empresariales».

En relación con esto, el responsable de Asesoramiento y Gestión de Inversiones en Banca Privada BBVA, Javier Ibarra, explicó que el entorno del mercado, con mucha volatilidad y los tipos por los suelos, está afectando a todos los activos. Es «complicado encontrar rentabilidades» y para lograrlas hay que asumir riesgos. En consecuencia, «es necesaria una gestión adecuada y flexible como la que ofrece BBVA, que aporta valor mediante una exhaustiva elaboración de un perfil de riesgo del cliente». Asimismo, un comité de inversión de banca privada en el que participan varios departamentos de la entidad realiza un posicionamiento sobre los diferentes productos y luego lo traslada al perfil del usuario. Por último, se crean las carteras tras un análisis «que es el mismo que haría el banco para invertir su propio dinero».