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El 'Brexit', una pesadilla para la exportación

El 'Brexit', una pesadilla para la exportación

Dado que nací en Irlanda del Norte, algo que ni mi acento ni mi físico permiten ocultar, muchos amigos valencianos me preguntan: ¿seguirán funcionando como de costumbre los negocios entre el Reino Unido y la Comunitat Valenciana después del brexit? Aunque uno nunca puede predecir el futuro, creo que no es osado sugerir que esto es altamente improbable, dado que la economía valenciana depende en gran medida en dos sectores que se encontrarán entre los más afectados en un escenario sin acuerdo.

El sector automovilístico es la principal partida exportadora valenciana con un valor global de 3.755 millones de euros, de enero a julio de 2018, de los cuales un 19% corresponden a ventas al Reino Unido, el segundo destino después de Alemania, que supone un 22%. De este modo, el Brexit afectará a 136 empresas valencianas de la industria del automóvil que emplean a unas 16.000 personas y que contribuyen con un 11,8% al PIB regional.

En la actualidad, estas compañías se benefician de un conjunto de estándares de fabricación compartidos y transacciones sin aranceles que ayudan a la Comunitat Valenciana a mantenerse competitiva en un mercado altamente disputado. No obstante, la oscura perspectiva de un brexit sin acuerdo abriría la posibilidad de que el Reino Unido volviera a los términos de la Organización Mundial del Comercio (OMC), a menos que los ruidosos parlamentarios británicos sean capaces de evitar un brexit «desordenado».

La OMC es una organización global formada por 164 países que negocian las «reglas del juego» del comercio internacional. Si los países miembro no se benefician de los acuerdos de libre comercio entre sí, entonces se establecen las condiciones establecidas por la OMC.

Tercer país

El Reino Unido, una vez retirado, se convertiría en lo que se conoce como un tercer país o, en otras palabras, en un país no perteneciente a la UE, lo que significa que las exportaciones valencianas estarían sujetas a aranceles impuestos por la OMC del 10% para automóviles y del 4,5% (en promedio) para los componentes del vehículo.

Pero no solo la industria automotriz se verá afectada, ya que la Comunitat Valenciana es el primer exportador de cítricos en España con un valor total de 2.132 millones de euros (año 2017), de los cuales 210 millones fueron ventas al Reino Unido. Si los importadores británicos tienen que afrontar unos aranceles promedio del 10,8%, que pueden aumentar hasta el 16% para algunas variedades de naranjas, esto podría reducir severamente la capacidad de exportación de las compañías valencianas.

Básicamente, a medida que los precios suben a causa del aumento de los costos de transacción, el consumidor final se verá afectado, lo que podría llevar a los importadores británicos a la búsqueda de alternativas más baratas a expensas de los productos valencianos, como ya está ocurriendo aquí con las importaciones sudafricanas.

Igualmente, estas fricciones generadas por las restricciones financieras impuestas por las barreras arancelarias no serán las únicas, porque el brexit causará la necesidad de requisitos adicionales para la inspección de bienes, declaraciones de exportación, regulaciones de embalaje, estándares de cumplimiento y toda la documentación asociada. Toda esta burocracia supondrá una pesada carga en términos de recursos.

Actualmente esto no afecta, ya que todavía se está bajo el paraguas de las regulaciones comunes de la UE. Una salida del Reino Unido sin acuerdo no solo significaría un aumento de la burocracia sino también posibles retrasos y problemas. Las demoras debidas al aumento de los controles fronterizos tendrían un gran impacto en los costos de logística y de mano de obra.

Honda, que acaba de anunciar el cierre de su factoría británica, ya declaró que tales retrasos en la aduana podrían acumularle costes de hasta 980.000 euros por año, por lo que prevemos impactos perjudiciales similares en las exportaciones de la planta de Ford en Almussafes.

Además, si no se implementan soluciones, las exportaciones se enfrentarán a una interrupción significativa. Así, Andrew Opie, director de Alimentos y Sostenibilidad en el BRC (British Retail Consortium), declaró que los puertos «no tienen las instalaciones adecuadas para recibir los vehículos de transporte sobre cuya carga se han de realizar controles adicionales de seguridad alimentaria».

A lo que hay que añadir un informe del Parlamento Europeo apuntando que «los productos que llegan a Dover (el puerto inglés) desde fuera de la UE están sujetos a controles que se demoran unos 45 minutos» en comparación con los productos de la UE, que se resuelven en minutos. Aunque existe la posibilidad de hacer el control en el punto de producción, la viabilidad de esta solución aún no se ha determinado.

Esto significa que las empresas de València deberán de asumir más incertidumbre ante la falta de capacidad del Reino Unido para desarrollar un sistema completamente funcional operativo a partir del 29 de marzo de 2019. Sin embargo, existe un punto de aparente optimismo porque el Gobierno del Reino Unido ha declarado que en el escenario de un «no acuerdo» buscaría imponer barreras mínimas no arancelarias. No se sabe si este será el caso, solo podemos esperar y ver.

Estos mismos desafíos son a los que se enfrenta la primera ministra británica, Theresa May, desde 2016: encontrar un acuerdo de salida económico viable que satisfaga las necesidades y los deseos no solo de lo que es una ciudadanía británica muy dividida, sino también de los líderes del resto de estados miembros de la UE.

Las consecuencias inmediatas de la infausta votación del Reino Unido del 23 de junio de 2016 fueron claras señales de lo que vendría, con la renuncia del entonces primer ministro David Cameron y la reacción negativa de los mercados y el desplome de la libra esterlina.

Lo preocupante es que no se vislumbra una solución, más allá del anuncio de May de una posible prórroga del brexit. Cuando la primera ministra puso todas las esperanzas en su mantra «mi acuerdo es mejor que ningún acuerdo», sufrió la mayor derrota de la Cámara de los Comunes en la era democrática moderna. Y eso contrasta con el que sostenía antes: «No llegar a un acuerdo es mejor que un mal acuerdo». Dicha indecisión y falta de coherencia han personificado todo el proceso del brexit. Por lo tanto, a tan solo unas semanas de la salida, existe una gran incertidumbre en cuanto a cómo se desarrollarán los acontecimientos, con la Comunitat Valenciana corriendo el riesgo de convertirse en una víctima de lo que, en términos inequívocos, podría describirse como un completo desastre.

El expresidente francés Charles De Gaulle dijo una vez que «Inglaterra es en efecto insular... Ella tiene, en todos sus actos, unos hábitos y tradiciones muy marcados y muy propios». Para bien o para mal, es una descripción perfecta de los tiempos que corren.

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