Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Volver al trabajo tras el infierno del maltrato

Siete tutoras de Labora se dedican en exclusiva a atender a mujeres con órdenes de alejamiento que tratan de rehacer su vida. Primero tienen que hacer de psicólogas; luego, acompañarlas en el regreso a la vida laboral. Psicólogas y víctimas reflexionan sobre este doble desafío. No es fácil, pero buscan su camino. Y no se rinden

Volver al trabajo tras el infierno del maltrato

Lo que hay debajo de los casos de maltrato es una ideología tradicional y machista. Muchas veces la pareja no les ha dejado trabajar. Imagina la dificultad de la inserción laboral». La reflexión pertenece a A., una orientadora laboral del servicio valenciano de formación y empleo Labora que prefiere mantener el anonimato por la sensibilidad del trabajo que desarrolla con mujeres amenazadas. Desde hace más de una década, el antiguo Servef ha ido configurando una unidad especializada en la atención personalizada y orientación de las mujeres víctimas de violencia de género.

En estos momentos, Labora cuenta con 54 técnicos de apoyo, al menos uno en cada oficina, cuya labor está encaminada a la detección, información, orientación y acompañamiento de las mujeres víctimas de violencia de género para ayudarles en la búsqueda de empleo. Si es necesario, las derivan a este cuerpo especializado, siete tutoras que las acompañan en el día a día.

El de las mujeres maltratadas es un camino tortuoso incluso cuando salen de esa situación. Este equipo, formado por cuatro tutoras en la provincia de València, una en Castelló y dos en Alicante, trabaja con mujeres derivadas desde centros de atención o, en su mayoría, con órdenes de alejamiento bajo el brazo. Su inserción laboral es extremadamente compleja. Aunque por esta unidad han pasado licenciadas, no suele ser el perfil. No porque el maltrato sea una lacra exclusiva de un estrato social, sino porque las víctimas con un nivel de estudios más elevado suelen tener una mayor independencia económica, redes de apoyo y no requieren de estos servicios.

Quienes acaban en la oficina Espai Labora, sin embargo, son usuarias de la renta activa de inclusión y tienen más problemas para rehacer sus vidas. Muchas veces, encontrar trabajo es la última etapa de un trayecto más largo. «Al principio necesitan simplemente hablar y que se las escuche. Hay que saber hacerlo, no tener prejuicios, tener una sensibilidad hacia el colectivo», explica la especialista.

Este grupo de tutoras, de hecho, está formada por mujeres mayoritariamente con formación en Psicología. Y es que sus necesidades al principio tienen más que ver con el estado de ánimo que con el currículum. «Antes de nada hay que intentar que vuelvan a ser otra vez persona. Muchas veces no están en condiciones. Se derrumban, tienen ansiedad, se medican, no pasarían una entrevista», relata la experta de Labora.

Macarena Roca, psicóloga y coordinadora de un gabinete terapéutico que trabaja con mujeres en esta problemática, abunda en las dificultades emocionales a las que se enfrenta una mujer maltratada en búsqueda de empleo: «La mayoría se quedan tocadas. Es una situación de estrés postraumático, de ansiedad. A veces el aislamiento y la necesidad de recogimiento para asimilarlo no invitan a la búsqueda de trabajo», apunta la experta, que codirige el Centro de Especialidades Gestálticas.

Quienes han vivido en sus carnes este tipo de experiencias, constatan la dureza de la situación. El Mercantil Valenciano ha recogido el testimonio de algunas de ellas: «Los problemas a los que nos enfrentamos para encontrar un trabajo las mujeres víctimas de violencia de género son bastantes. A parte de la edad, tener niños a cargo y estar sola, hay que sumar lo que supone volver a empezar de cero, en muchos casos después de tiempo inactivas laboralmente y a menudo sin preparación o estudios o con grandes vacíos de tiempo en el currículum que las empresas no ven bien», explica una afectada que prefiere no revelar su identidad. «Si a todo ésto le sumas que la situación de violencia se prolonga durante bastante tiempo, vivimos condicionadas y debemos cambiar hábitos, rutinas... Como no ir siempre a trabajar o a por los niños por el mismo sitio. Los horarios fijos y un lugar fijo de trabajo, muchas veces para nosotras no es bueno...», lamenta.

Labora trabaja con datos de víctimas encriptados

Para los casos más extremos, el grupo de atención de Labora trabaja con los datos de las mujeres encriptados. Solo la tutora y el director de la oficina tienen acceso a esa información, con lo que las gestiones y el contacto con las empresas las realizan exclusivamente estas funcionarias. «El grupo de tutoras de Labora se encarga de elaborar itinerarios formativos y de inserción, detectar las necesidades y expectativas reales de las mujeres que acuden en busca de ayuda, y derivarlas a servicios especializados, en caso de que sea necesario. El servicio cuenta con la colaboración de recursos públicos y privados: entidades locales, Centro Mujer 24h, servicios sociales, oficina de protección a víctimas, empresas, centros colaboradores, asociaciones, etc», explican desde el departamento que dirige Enric Nomdedéu. «Las mujeres víctimas de violencia de género deben saber que al acudir a sus oficinas de empleo tienen derecho a elegir esta clase de atención personalizada, independientemente de cuál sea su situación. Los Espai Labora disponen de lugares de intimidad, en los que se establece una relación de confianza entre la mujer que busca orientación y el personal técnico que la atiende», añaden.

La inserción laboral, en los casos en los que las mujeres se han pasado años sin desarrollar un itinerario propio y atrapadas en un entorno hostil, acaba dirigiéndose hacia las actividades que han hecho en su casa: cuidadoras, personal de limpieza o pinche de cocina, explican desde Labora.

«Sólo el hecho de tener más de cuarenta y ser divorciada con menores a tu cargo ya es un problema para que te contraten. No lo hacen. Gran parte de las mujeres divorciadas con hijos que conozco tienen problemas para encontrar trabajo o mantener una estabilidad económica mediante un empleo. Y si son mayores de cuarenta años aún peor. Se prefiere contratar a una más joven, aunque se posea buena imagen o formación. Yo también soy de las que va dando tumbos y vas saliendo adelante como puede», apunta Carmen, otra víctima que afronta ahora el reto de vivir tras salir de ese drama.

A María (otro nombre figurado, otro testimonio que teme revelar su identidad) los problemas se le amontonan. Tras 23 años con un marido «muy posesivo» que apenas la dejaba relacionarse ni trabajar, se encontró con un mercado laboral en que la digitalización lo había cambiado todo. «Antes de conocerle trabajé de dependienta en tiendas, bazares, concesionarios. Yo era joven y nada funcionaba con ordenador», relata. Tras salir de su infierno, con una hija, sin formación y dos décadas fuera del mercado, se topó con un mercado laboral en que no tenía cabida. Ha podido hacer cursos de dependienta y alguno básico de informática, pero se ha visto abocada a trabajos temporales y mal pagados en contratas de limpieza. Ahora, con una lesión ósea, vive con su madre y tiran hacia adelante con una pensión mínima.

Es el sino de muchas mujeres, salir de un infierno y seguir luchando. Pero el mensaje de María es contundente: «Les digo a las mujeres que sufren que lo dejen, es mejor vivir aunque tengas problemas y te cueste, hay que dejar al maltratador como en una película de miedo: hay que huir, huir, huir... Necesitamos que nos ayuden, que haya empresas que nos pongan un trabajo para tirar adelante. No nos merecemos esto, ya hemos sufrido bastante».

Compartir el artículo

stats