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La crisis citrícola llega a las empresas

El concurso de Fruterca y las dificultades de Nules Export son dos ejemplos recientes de cómo la crisis citrícola se ha extendido ya a las empresas del sector

La crisis citrícola llega a las empresas

Es como una bola de nieve que cada vez se hace más grande. O, tal vez mejor, como una plaga descontrolada - de xylella, de ceratitis capitata- que va de árbol en árbol y provoca una catástrofe. Lo cierto es que la crisis citrícola valenciana, una de las más agudas de las últimas décadas, ha saltado ya desde el campo y se ha extendido a las empresas que mueven este sector. Hace diez días, Fruterco, de Palma de Gandia, entró en concurso de acreedores con un pasivo de seis millones de euros y deudas entre los más de 300 agricultores que le vendieron sus cosechas. No es la única. El viernes por la tarde, un emblema de Castelló, la cooperativa Nules Export, con 500 agricultores asociados, celebraba asamblea en un momento muy delicado tras la dimisión de su presidente y de buena parte del consejo rector. Aunque al cierre de este reportaje no había concluido el encuentro y se desconocían las medidas que había adoptado, la firma afronta un futuro complicado. «Están mal de liquidez», confirmó a este diario el secretario general de la Unió de Llauradors, el citricultor castellonense Carlos Peris, quien recuerda, además de los citados, los casos de otras firmas de Sagunt y la Safor también en la cuerda floja. En la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja) detallan que en toda España ya hay siete firmas citrícolas en concurso.

¿Qué está pasando? Se ha producido un fenomenal desplome de los precios. Por ejemplo, la clemenules cuesta entre 20 y 24 céntimos producir un kilo pero solo se paga por él entre 13 y 17. Es decir, que por cada uno se pierden siete céntimos. Esto supone, como explica Peris, que los gastos de explotación en muchas cooperativas «sean superiores al dinero obtenido por la venta». Estas firmas recolectan la producción y la venden a los distribuidores y lo que recaudan lo distribuyen entre sus asociados, pero si ingresan menos de lo que gastan se quedan sin liquidez y los agricultores, sin dinero. La citada cooperativa de Nules, por ejemplo, no ha realizado ahora el anticipo que llevan a cabo todas estas entidades, lo que pone en duda que puedan abonar la liquidación que suele efectuarse en junio. Según Peris, es un caso más bien aislado, porque el resto de cooperativas, según los datos que maneja, sí están haciendo los anticipos.

A este respecto, el secretario general de AVA-Asaja, Juansa Torres, que apunta que «la primera víctima es el productor, sobre todo si es pequeño», añade que «la naranja sale al mismo precio que el año pasado desde el almacén a la comercialización, lo que indica que la mayoría no tiene problemas». La asesora jurídica de AVA, Rosa Torrijos, augura que en junio, cuando concluya la campaña, va a haber muchos concursos de empresas medianas que «van arrastrando deudas y en lugar de mejorar su gestión, buscar clientes más fiables o abrir nuevos mercados, lo fían todo a que llegue una buena campaña y, mientras, tiran de deuda bancaria, que al final les ahoga si la temporada, como está pasando, no es buena».

Todos los consultados coinciden en que las grandes empresas del sector -el llamado comercio privado- son ajenas a los problemas que aquejan al resto de las firmas citrícolas, principalmente porque tienen mayor capacidad para resistir una crisis. A este respecto, Peris explicó que el gran comercio citrícola tiene más capital -algunas empresas están participadas por fondos- y una producción más diversificada al trabajar otros productos. «También puede importar del extranjero a precios más baratos y colocar el producto cuando en la Comunitat Valenciana no hay campaña naranjera», dice el líder de la Unió. Es decir, trabajan todo el año.

¿Tiene solución este problema? Juansa Torres, de AVA, apunta en primer lugar a suprimir los desequilibrios en la legislación de la cadena alimentaria para que mejoren los precios que percibe el productor. Carles Peris, de la Unió, aunque no cree que sea «la panacea», pone sobre la mesa la necesidad de ganar tamaño. También diversas fórmulas de cooperación entre las firmas más pequeñas, como producir de forma compartida bajo una marca que funcione en el mercado o sumar la producción de varias cooperativas «para poder vender a un cliente que pide un volumen tal que una sola empresa no puede ofrecer».

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