Hace algunas semanas, a través de las palabras de Juan Luis Cebrián en una sesión que versaba sobre el tratamiento de la comunicación actualmente, inspiraron la temática de este artículo. En estos momentos la comunicación está sufriendo un cambio de paradigma, provocado por la irrupción de las nuevas tecnologías; y los medios de comunicación junto con la sociedad, hemos de adaptarnos a estos cambios. El uso de internet y obtener la información accesible en cualquier instante y de manera inmediata es obvio que va a llevar un ajuste en nuestra forma de comunicarnos, la cual vamos a tardar muchos años en asentar el modelo culturalmente y saber cómo gestionar esa saturación de información.

Entre los asistentes a esta sesión, había miembros que provenían del sector de la educación; y por esta razón, surgió la idea, sin llegar a profundizar demasiado, del impacto que este cambio en la comunicación tenía sobre la educación. Y es que, en el siglo XX la educación era una educación basada en el contenido, en materias concretas, en el saber, el cual no era accesible. Con esta forma de aprendizaje, estábamos limitados a los libros que pudieras tener a mano, pero, sobre todo, a la capacidad de nuestros cerebros de retener la información que contenían y dar una rápida respuesta en función de lo que acontecía a nuestro alrededor.

Esta situación exigía un sistema educativo muy centrado en el contenido para generar memoria, crear en las personas una potente memoria RAM que fuera capaz de almacenar lo máximo posible, sin invertir tiempo en encontrar la solución en multitud de libros con sistemas de búsqueda alfanuméricos con el objetivo de profundizar en un tema específico, en un momento concreto.

Hoy por hoy, sin embargo, toda la información, todo el conocimiento, está a golpe de clic en apenas unos segundos. Como dijo Juan Luis Cebrián, las búsquedas alfabéticas han desaparecido, por tanto, la educación tiene que adaptarse a este nuevo hecho, a esta nueva tecnología. Por esta razón, ahora ya no es tan importante almacenar información en la cabeza para tenerla disponible de manera inmediata, sino que lo que es realmente importante son las habilidades. Es decir, saber de manera rápida, interpretar, orientar y disponer de todo ese aluvión de información existente. Hablamos de pasar de una era del conocimiento y la memorización, a una era del manejo de la habilidad de gestión. Por ello, es evidente que, el sistema educativo está encorsetado, y va siempre muy por detrás y no se centra en ningún momento en las habilidades que se necesitan las llamadas habilidades blandas, nuevos lenguajes de programación, etc. Esta diferencia se hace más evidente con el ejemplo que sacó a relucir Juan Luis Cebrián. Existe un gran contraste entre saltar al mercado laboral en un país como España donde te preguntan ¿Qué has estudiado? Y en un país como EE UU donde te preguntan ¿dónde has estudiado?

Las empresas americanas preguntan «dónde» porque les da igual en que has profundizado o cual ha sido tu área de desarrollo, porque lo que realmente les importa son las habilidades y la capacidad de pensar que han inoculado en los alumnos. Los resultados son diferentes de una universidad a otra, y esa puede ser la diferencia entre un buen trabajador y otro excelente. Tenemos un gran reto delante nuestro, y es transformar sin perder la nuestra identidad como seres humanos, sin perder ni un mínimo de la cultura que nos caracteriza. Transformar esa educación del conocimiento, del contenido, hacia esa nueva educación de las habilidades, esas habilidades para gestiona personas, para hablar en público, esas habilidades para llevar a cabo los proyectos, para ser creativo. Todas esas habilidades que realmente nos diferencian de las maquinas.