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Tiempos dorados para el oro

La onza de oro se ha revalorizado un 18 % desde principios de año. Los tipos cada vez más bajos, la incertidumbre política y la desaceleración llevan a los inversores a desplazar su dinero a este producto considerado seguro

Tiempos dorados para el oro

El oro, ese metal precioso que empiedra la senda de los sueños y el camino a los infiernos, está de vuelta, aunque en verdad nunca se ha ido. Casi imperecedero como valor refugio, a poco que los intangibles del mercado pierden solidez y el crecimiento económico, fuelle, el dinero, siempre canalla, se vuelve en masa hacia ese producto que causó la ruina del rey Midas. Desde el cierre del año pasado, se ha revalorizado en un 18 %. La onza en dólares cotiza en torno a los 1.500 dólares, el valor más alto desde 2011, cuando alcanzó su máximo en torno a los 1.900. Aunque no es la referencia preferente en los mercados, la conversión en euros, en torno a las 1.400 unidades, está en cuotas históricas, por encima de los niveles de hace ocho años, cuando la crisis de la deuda griega que pudo llevarse por delante a la moneda única. La explicación, según Juan Espinós, director de Renta 4 Banco en València, está en el tipo de cambio, que ahora es muy favorable, con 1,09 dólares por unidad y hace casi una década estaba en torno a 1,30.

Así que los inversores están cambiando sus huevos de cesta. ¿Por qué? Álvaro Ferrero, analista de Banco Sabadell, cita varios factores. Uno de ellos es que «el mercado ha borrado las expectativas sobre los tipos de interés». Vamos, que no solo no se otea en el horizonte un subida del precio del dinero, probablemente para principios de año, sino que las grandes instituciones monetarias están justo en el camino contrario, como han puesto de manifiesto en las últimas dos semanas la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) y el Banco Central Europeo. Y es que ambas entidades temen que la desaceleración de la economía que estamos viviendo vaya a más y caigamos en otra recesión. También andan escaldados ante esa eventualidad los inversores, que, como suele ser habitual, «tienden a lo más seguro». Asimismo, con el brexit a la vuelta de la esquina, una creciente guerra comercial desatada por el presidente de EE UU, Donald Trump, y las dudas sobre el mercado del crudo por la inestabilidad en Oriente Medio en la lucha entre Irán y Arabia Saudí, vivimos tiempos turbulentos y de incertezas en la política -con la píldora española añadida de la interminable repetición electoral- y los inversores van a los activos más seguros, como el bono alemán, que cotiza en negativo, y, por supuesto, el oro.

A este respecto, desde Bankia añaden la capacidad de protección de este metal. El año pasado «vivimos un año atípico, en el que se dieron rentabilidades negativas tanto en la renta variable como en la renta fija. Los inversores, acostumbrados a que ambas clases de activos estuviesen descorrelacionadas, tuvieron que replantearse la construcción de sus carteras con el fin de incorporar nuevos elementos que aportasen una diversificación real». Y le echaron un vistazo al metal dorado.

Juan Espinós menciona otro factor y es que el oro, históricamente, ha actuado «contra las alzas de la inflación. Ahora no lo estamos viendo porque los precios están muy contenidos y no se está anticipando una subida de la inflación, pero si esta se incrementa por una subida del precio del petróleo, el oro subirá aún más».

Inversores

La bajada de tipos propicia también que el dólar se abarate y, en consecuencia, hagan lo propio las materias primas que están referenciadas a aquel, una fórmula que se convierte en irresistible para el inversor. Es el típico efecto llamada que a la postre provoca una subida de la cotización del oro. Y esa demanda, ¿quién la compone? Ferrero, de Sabadell, cita en primer lugar a los bancos centrales, en especial los de los países emergentes, «que buscan diversificar sus reservas». Un segundo grupo lo componen los denominados ETF, unos productos financieros para comprar en commodities «que están muy de moda y por donde entran los particulares». A este respecto, desde Bankia abundan en que «el auge de los productos cotizados ha facilitado aún más el acceso a esta clase de activo (ETF, fondos de inversión y certificados). Por ello, ya no es necesaria la compra de oro físico, ya sea en forma de monedas o lingotes, para ganar exposición a este metal».

Un tercer componente de la demanda, aunque su importancia es mucho menor, proviene del mundo de la joyería. En este caso, hay que atender sobre todo al mercado global, en el sentido de que los principales compradores son los países emergentes, aquellos que en las últimas décadas han visto cómo se expandían de forma notable sus clases medias, muy dadas a la solidez de un metal precioso como el oro. En este caso, Ferrero apunta que la recuperación de la demanda por parte de India está compensando las menores compras que realizan los chinos.

¿Y cuáles son las expectativas? En Sabadell no tienen un pronóstico formado y citan que el consenso del mercado es que en 2020 la onza de oro caerá de 1.505 dólares a 1.450, «pero eso no quiere decir necesariamente que vaya a bajar». Si las incertidumbres políticas y económicas se agravan, «puede seguir subiendo». En Bankia creen que las perspectivas «siguen siendo halagüeñas». Por un lado, porque la Fed no va a subir tipos, al contrario, y, por otro, porque «la producción mundial de oro se está estancando y diversos informes apuntan a que ésta podría haber llegado ya a su máximo histórico, y que a partir de ahora no hará más que descender». A comprar oro... quien pueda, claro.

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