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Las empresas toman conciencia ante el cambio climático

Las empresas están haciendo frente, como el resto de la sociedad, al gran reto del cambio climático. Hay mayor conciencia, pero ciertos procesos deben generalizarse

Las empresas toman conciencia ante el cambio climático

Con un verano que va camino de terminar cerca del invierno y las descomunales tormentas que anegaron la Vega Baja en septiembre no parece un despropósito advertir a nuestro alrededor que el cambio climático va muy en serio. La concienciación social es cada vez mayor, como se ha comprobado en las últimas movilizaciones globales contra el calentamiento. Falta ver ahora si los políticos y los que mueven el mundo van a hacer caso a la gente de forma real. Mientras tanto llegan las soluciones o la debacle, es un mantra afirmar que todos podemos aportar nuestro granito de arena. ¿Y las empresas, qué hacen?.

El coordinador del departamento de Competitividad de la Cámara de Comercio de València, Rafael Mossi, asegura que las mercantiles «van tomando conciencia de la importancia de cumplir la legislación medioambiental, desde luego mucho más que hace 15 años». Ahora bien, introduce un par de matices a tener en consideración. Y es que «la acción contra el cambio climático se nota más en las grandes empresas que en la pequeñas», que son las que se enseñorean en el tejido empresarial valenciano. Además, a mayor magnitud de la firma más elevado es el volumen de residuos o emisiones contaminantes que genera y, por tanto, también es mayor la concienciación para reducirlos.

La parte del león de la acción contaminante de las empresas se encuentra en la energía, tanto la que necesitan para producir como para funcionar, tal como explica la directora del Área Técnica de la patronal autonómica CEV, Elisa del Río. Centrales térmicas, grandes fábricas y firmas que utilizan la cogeneración, como las azulejeras, precisan grandes cantidades de combustibles que lanzan a la atmósfera gases de efecto invernadero. A partir del protocolo de Kioto, se estableció el llamado sistema de comercio de emisiones, que otorga la facultad de emitir a la atmósfera una tonelada de CO2 equivalente. Los que reduzcan sus emisiones más de lo comprometido podrán vender los créditos de emisiones excedentarios a quienes les sean deficitarios. Del Río asegura que las empresas valencianas lo que están haciendo es «invertir en procesos de combustión más eficientes para no emitir tanto, que es más caro, y reducir el consumo de ciertas energías. Lo hacen por conciencia ecológica y sobre todo por reducción de costes, porque quien contamina paga más».

Emisiones

El presidente de Greenpeace en España, el valenciano David Sandoval, introduce dudas en ese discurso. «Se entiende que las empresas deben cumplir, pero lo cierto es que el conjunto de emisiones de gases invernadero en la Comunitat Valenciana ha seguido aumentando». Al respecto, apunta que «tenemos refinerías como la de BP en Castelló y centrales térmicas, que se nutren de petróleo, que es tan contaminante como el carbón, y eso impide que en el global se produzca una reducción drástica». No solo las citadas, porque la llegada de cruceros a València «genera más contaminación que el tráfico de la ciudad» y al sector cerámico, de grandes emisiones, «le falta recorrido porque no todas las empresas han tomado medidas internas». Sandoval recuerda que al sector energético le interesa la inversión en renovables -«es muy rentable, porque el viento o el sol no cuestan»-, pero «no lo suficiente para no acortar su negocio tradicional y más contaminante, porque lo tienen muy amortizado».

Además de las emisiones difusas, difíciles de cuantificar, como las que proceden del transporte, tan intenso en la Comunitat Valenciana, Elisa del Río destaca el foco generado a partir de la energía que consumen las empresas, como luces, instalaciones frigoríficas o para poner en funcionamiento la maquinaria. En este apartado, la directiva de la patronal asegura que las empresas han empezado a hacer los deberes desde hace años, con auditorías energéticas destinadas a reducir el consumo en el proceso de producción, pero también empezando a abastecerse con fuentes renovables, por ejemplo solar. Al respecto, cita la apuesta por la energía geotérmica que ya hacen «muchos hoteles» o los vehículos híbridos en el transporte de última milla.

Del Río admite que en este último campo hay mucho camino «por recorrer» y que es necesaria una mayor ayuda de la Administración, sobre todo con más puntos de recarga de energía eléctrica. El directivo de la Cámara Rafael Mossi añade otro obstáculo y es que las empresas, que sufrieron un severo castigo durante la reciente crisis, están alargando al máximo la vida útil de las infraestructuras y la maquinaria que utilizan, muchas de ellas poco eficientes en términos ecológicos. De ahí que abogue por que la Administración «empuje con un plan de renovación de la maquinaria industrial que provoca gases de efecto invernadero. Y ¿qué dice la Generalitat? La conselleria de Medio Ambiente que dirige Mireia Mollà no proporcionó la información al respecto solicitada por este diario.

Además de la energía, el otro factor determinante en la lucha contra el cambio climático se encuentra en la denominada economía circular, es decir la fórmula para cerrar el ciclo propiciando que los residuos vuelvan al proceso de producción y aligeren la carga de los vertederos, fuente de contaminación muy elevada por la generación de gas metano, el mismo que produce también la ganadería intensiva. Desde la patronal aseguran que las empresas ya están trabajando en sistemas de innovación para aprovechar los residuos, aunque, al igual que Mossi, de la Cámara de Comercio, echan en falta que las administraciones públicas clarifiquen qué es residuo y qué subproducto, entendiendo este último como un residuo que puede ser reutilizable, al modo en que lo son como combustible las virutas de la madera de una carpintería. Elisa del Río cita también que las mercantiles trabajan para reducir el volumen de residuos que se generan en el proceso de producción y de consumo, por ejemplo, no utilizando plásticos para la fruta y la verdura o usando los plásticos compostables y biodegradables.

Cumplimiento

Entre los consultados hay cierta coincidencia en que las empresas, en líneas generales, están cumpliendo su parte. Según Elisa del Río, algunas mercantiles no lo hacen por la dificultad de aplicar los procesos o porque actúan al margen de la legalidad, como sucede en la economía sumergida. En su opinión, se trata de una cuestión de velocidades, muchas veces entorpecidas por los trámites burocráticos. La directiva de la patronal recuerda que la energía es «indispensable para producir y para vivir, así que de lo que se trata es de minimizar el consumo energético más contaminante». Ahora bien, considera que «a veces es mejor regular vía mercado, con precios o impuestos, que por imposición». Desde la Cámara, Mossi concluye que las empresas van paulatinamente tomando conciencia del problema medioambiental, pero es necesario que ciertas prácticas beneficiosas se generalicen en todo el entramado mercantil y cita la utilización de producto de proximidad, tanto alimenticio como materia prima, o la movilidad sostenible de mercancías.

Sandoval, de Greenpeace, cree que, «para la importancia del problema, vamos demasiado despacio y eso es muy negativo». Al respecto, añade que todo el mundo, incluidas las empresas, lo que está haciendo son «planes de adaptación al cambio climático, en lugar de tomar medidas concretas para reducirlo o que no avance». En este sentido, exige a las administraciones públicas que «tiren del carro» en materia legal pero advierte de que «la sociedad debe estar detrás. Si los cambios legales van muy rápidos, la sociedad no los seguirá, incluidas muchas empresas que solo el ven el beneficio del corto plazo».

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