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Una saga joyera más que centenaria: Falomir

Joyería Falomir de Llíria acaba de ser distinguida como empresa centenaria, pero en realidad su historia se remonta a finales del siglo XVIII. La última crisis le hizo mella, pero la adaptación a internet ha logrado que el negocio prospere más que otros de su sector

Una saga joyera más que centenaria: Falomir

Pocas sagas empresariales valencianas pueden vanagloriarse de cabalgar sobre cuatro siglos. Parece un milagro, en verdad. Y a veces, se producen. Es el caso de la Joyería Falomir, de Llíria, recientemente reconocida por la Cámara de Comercio de València como empresa centenaria. «Mi familia siempre ha dicho que el nuestro es un negocio muy antiguo», asegura Salvador Falomir, el último vástago de esta dinastía. En funciones detectivescas, ha recorrido archivos históricos para trazar la trayectoria de su estirpe. De momento, ha llegado hasta 1799, concretamente hasta un Vicente Benedito que ejercía la noble profesión de joyero en la Llíria de los tiempos de Carlos IV. La rama de los Benedito continuó hasta que acabó cruzándose con los Falomir en el siglo XIX. «Un día me puse a investigar en el Archivo Histórico de València sobre el Colegio de Plateros y al final encontré la matrícula de mi tatarabuelo Gregori Falomir, que pagó 600 reales de vellón para poder inscribirse. Se trataba de un gremio muy cerrado, donde para entrar, si no eras del oficio, además necesitabas un padrino», recuerda Salvador. Y ese avalista fue un nieto del mencionado Benedito, también llamado Vicente. Tras casarse con la hija de este último, Falomir abrió su propio taller en la calle Plateros de València. Era 1867. Más tarde, al heredar el negocio de su suegro -la hija de este no podía entrar en el gremio- el joyero se trasladó a Llíria y le puso su apellido a la empresa.

A su muerte, el negocio pasó a su hijo Salvador. Los dos vástagos de este -Vicente y Amadeo- regentaron cada uno un negocio de joyería en la localidad del Camp de Túria. Hasta que llegó la Guerra Civil. El segundo, que era presidente de Izquierda Republicana en la población, se tuvo que exiliar . Acabó en un campo de trabajo en Argelia y murió al poco tiempo. Su hermano se hizo cargo de la dinastía. Tampoco su vida fue muy larga y su mujer María -«sin las mujeres de la familia no estaríamos aquí»- se hizo cargo del negocio hasta que sus hijos Amadeo y Salvador la relevaron, aunque el mayor acabó montando un comercio de artículos de regalo y fue el menor, Salvador, nacido en 1953, quien siguió al frente de la joyería. Ahora ya está jubilado y le han relevado sus hijos Sara, que se había inclinado por ser trabajadora social, y Salvador, que estudió farmacia.

Y parece que eligieron bien, porque, como afirma este último, de 34 años, el negocio «va bien». Con cuatro personas trabajando en total y dos que se incorporarán en 2020, la joyería lleva tres años elevando sus ventas hasta alcanzar en 2018 el medio millón de euros de facturación. «Ya hemos recuperado los niveles precrisis y esperamos que el año que viene sea muy bueno», afirma Salvador Falomir, quien explica esta evolución, en un sector en el que muchas joyerías están cerrando y en el que la clientela se decanta cada vez más por un producto «económico», en la diversificación. La crisis hundió el negocio pero Falomir se adaptó a los nuevos tiempos al comprar un dominio de internet -joyeriaonline.com- «que nos está generando mucho negocio al margen del presencial», hasta el punto de que han logrado poner un pie en Latinoamérica y ahora esperan elevar sus ventas en México y Brasil. Cada día, asegura el joyero, «enviamos unos cien paquetes» a sus clientes, preferentemente de España, «y cada envío puede tener varias unidades, aunque es también por la época en que nos encontramos». El taller también va viento en popa: «Tenemos tanto trabajo que tenemos que subcontratar».

Su padre, Salvador Falomir, recuerda pocos incidentes pese al magnetismo que las joyerías tienen para los cacos. Un atraco a mano armada hará como cuarenta años, algunos hurtos y un robo nocturno en el que los ladrones rompieron la puerta blindada y se llevaron en 2 ó 3 minutos «todo lo que pudieron. No se recuperó nada pero pagó el seguro». Con el negocio tan reluciente como un diamante, la última generación de los Falomir tiene ante sí el reto de mantenerlo y legarlo. Toda una responsabilidad con tanta historia a sus espaldas.

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