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EMV (1989-2019): tres décadas de vértigo

Dos crisis -una de ellas enorme- protagonizan un período en el que la Comunitat Valenciana logró prosperar, sin duda, pero menos que otros territorios. Los déficits son de calado y algunos se remontan a hace treinta años

En aquel tiempo que ahora nos parece tan sepia como el papel salmón, el recién elegido presidente de la patronal valenciana, José María Jiménez de Laiglesia, expresaba la disposición de los empresarios para apoyar un nuevo banco valenciano. Lo decía en el primer número de El Mercantil Valenciano y lo siguió diciendo algunos años más tarde. En una ocasión, incluso, reclamó que Bancaja prestara a los empresarios el dinero para tomar una participación de control en el Banco de Valencia. ¡Qué lejanos y en cierto modo ajenos quedan ahora aquellos anhelos! No está nada claro que el banco hubiera sobrevivido si, en lugar de estar controlado por la caja de ahorros, sus dueños hubieran sido los patronos. A fin de cuentas, el consejo del banco siempre estuvo integrado por significados miembros de la empresa y la burguesía de la autonomía y los últimos de Filipinas de aquel órgano de gobierno van camino del banquillo de los acusados en la macrocausa por el hundimiento del que fue uno de los iconos de la autonomía. Se vino abajo al principio de esta década, como Bancaja, la CAM o Ruralcaja, zarandeado por los embates inclementes de la Gran Recesión, a buen seguro el acontecimiento económico más propiamente histórico de estas tres últimas décadas.

Primer número de El Mercantil Valenciano

El Mercantil Valenciano se publicó por primera vez el domingo 11 de junio de 1989, hace treinta años. En la imagen superior, la portada de ese número, en cuya presentación Levante-EMV se comprometía a ofrecer «unas páginas para miles de empresas».

La estocada brutal que la crisis asestó al sistema financiero fue el gran emblema de ese fenómeno, pero probablemente el hecho más decisivo devino de cómo la recesión ahondó la desigualdad social, espoleta para una pérdida de calidad de vida en tantas personas y para los cambios políticos que estamos padeciendo, también a nivel internacional. El catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas de la Universitat de València, Jordi Palafox, es concluyente respecto a la magnitud y consecuencias de aquel fenómeno: «La crisis política actual viene de la Gran Recesión». Además del hundimiento del sistema financiero valenciano, este acontecimiento produjo una destrucción masiva de empleos, la reducción de derechos laborales, el aumento de la precariedad y los salarios basura, el retroceso en la renta per cápita, la congelación de pensiones, los recortes en los servicios públicos y, en suma, la pérdida de calidad de vida. En buena parte, no recuperada.

La mencionada no fue la única recesión que hemos visto en estos tiempos. Tras los fastos de 1992 -Olimpiadas de Barcelona, Expo de Sevilla-, la economía española y, por tanto, la valenciana, padeció la típica crisis del capitalismo. Caída brusca y un alza y recuperación en cierto modo también exprés. Fueron dos años apenas, que pasaron como un susto. En 1995 se inició un nuevo ciclo expansivo que se remontará hasta 2007.

Fue una década larga en la que «los valencianos se creyeron ricos y luego pagaron las consecuencias», asegura Palafox. El director adjunto del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE), Joaquín Maudos, asegura que «España aprovechó mucho mejor la etapa de expansión porque aquí hubo un sesgo inmobiliario mucho mayor. Hoy día somos la autonomía, con un 50 %, donde es más elevado el porcentaje de vivienda en su stock de capital y la vivienda no es un factor productivo». Maudos no se muerde la lengua a la hora de hacer balance de estos treinta años y dice que la valoración es de «preocupación», porque, «en términos absolutos, los valencianos vivimos mejor pero los del resto de España han crecido en bienestar más que nosotros. Nos parecemos más a los más pobres que a los más ricos. De hecho, ahora somos un 12 % más pobres que las autonomías más poderosas, cuando a principios de siglo estábamos en el 4 %». Buena culpa de esta deriva se encuentra en la productividad o, mejor dicho, en la pérdida de la misma. Lo más sorprendente es que esa carencia, como la falta de competitividad, ya era una de las preocupaciones de los economistas y de los políticos en aquel lejano 1989. Se detectó el problema pero la sociedad ha sido incapaz de aplicar los remedios necesarios. El director del IVIE, un instituto que, por cierto, celebrará el año que viene su trigésimo aniversario, cita cinco factores que explican la menor productividad valenciana: la cualificación media de los trabajadores y el espíritu emprendedor está por debajo del resto de España, la autonomía «ha dejado de ser, como se decía siempre, tierra de emprendedores», la menor inversión en innovación e I+D, el reducido tamaño empresarial y el déficit en infraestructuras -el capital público por habitante, es decir aeropuertos, puertos, ferrocarriles, carreteras, es un 18 % inferior a la media española-porque el Estado invierte menos en la Comunitat Valenciana y la Generalitat «lo hace también menos por la infrafinanciación».

En 1989 aún faltaban cuatro años para que, necesitado el PSOE de Felipe González del apoyo parlamentario de la CiU de Jordi Pujol, empezaran en 1993 las cesiones fiscales a las autonomías. Desde entonces, la financiación autonómica ha sido un caballo de batalla generador de enormes insatisfacciones para la Comunitat Valenciana pese a las múltiples negociaciones del período. A la espera de un nuevo acuerdo, la región acumula la mayor deuda de todas las autonomías -el 40 % del PIB- para poder sostener los servicios públicos.

Si las crisis ejemplifican los rayos y truenos de estos años, otros acontecimientos económicos han tenido un valor disruptivo en la vida de los valencianos. Palafox destaca dos: el cambio tecnológico y la globalización. La actividad digital nos ha cambiado de forma radical y ha potenciado una nueva economía mucho más terciarizada y que alumbra un mundo -no solo laboral- dominado por bots y robots. Ciencia ficción pura, habríamos dicho entonces. El catedrático emérito considera que la economía valenciana se «ha adaptado muy mal, porque se ha especializado en actividades de bajo valor añadido como el turismo y la construcción y ha dejado fuera el impulso de otras políticas que hubieran elevado el peso de los servicios altamente tecnológicos».

La globalización

¿Y qué decir de la globalización? En aquel 1989 China era un país de economía comunista concentrado en sí mismo y hoy amenaza de forma clara la primacía capitalista de Estados Unidos como primera potencia mundial. Su irrupción internacional ha trastocado los paradigmas hasta el punto de que el librecomercio que dominó las últimas tres décadas parece haber entrado en su fase contraria con la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca y el inicio de una guerra comercial con el gigante asiático y otros países que ahora mismo parece controlado pero que es de difícil pronóstico a medio plazo. La economía valenciana siempre ha estado volcada al exterior, con las naranjas como principal y tradicional producto de exportación. En estos treinta años ha cedido peso a Madrid y Andalucía. Ya no es la segunda exportadora de España, sobre todo por la pérdida de poderío de los llamados sectores tradicionales -textil, juguete, mueble-, aquejados de la falta de adaptación a la globalización, la competencia de China y las resistencias a la innovación, entre otros factores. Aún así, los mercados exteriores fueron el gran salvavidas económico de la Comunitat Valenciana durante la crisis, un momento que supo aprovechar para diversificarse.

Produce nostalgia echar un vistazo a la portada de aquel primer EMV, cuyo reportaje central daba cuenta de la entrada en la recta final del mercado único europeo, que se iba a producir en 1993 e iba a tener consecuencias determinantes en los intercambios en el continente. Treinta años más tarde, el club se ha hecho más grande, tanto que ha acogido a un sinfín de países que el 11 de junio de 1989 eran repúblicas comunistas. Pero alejado de aquel tiempo de construcción y expansión europeas, el escenario actual es de incertidumbre, de pasos atrás. Basta citar una palabra para comprobar la magnitud: Brexit. Ahora bien, conviene, asimismo, destacar que el proyecto europeo más emblemático, la moneda única, ha sido capaz de superar la Gran Recesión y eso que llegó a temerse por su continuidad. Tampoco se habían visto nunca por estos lares unos tipos de interés por los suelos.

Y no nos podemos despedir sin hablar de la corrupción, un fenómeno que, según Palafox, era más bien puntual antes de 1989 y que luego, en especial a partir de la llegada del PP a la Generalitat en 1995, se generalizó hasta extremos casi pandémicos. ¿Cualquier tiempo pasado fue mejor? La respuesta queda en la conciencia de cada cual.

Aquel tiempo en que Ferry’s era más conocida que Mercadona

En estos últimos treinta años, el tejido empresarial ha cambiado de forma sustancial. Como un organismo vivo. Las protagonistas mercantiles de aquel primer EMV -la firma holandesa de transportes De Haan, la cementera Asland, la eléctrica Iberduero o la textil Ferry’s- han desaparecido o han sido absorbidas por otras o ya no tienen relevancia en el mercado local. Otras que no salieron en sus páginas y que también figuraban en el top ten de la autonomía -caso de Lladró, el Banco de Valencia, Óscar Mayer, Sáez Merino, Pascual Hermanos, IBM, Churruca, la Caja de Ahorros de Valencia que luego dio lugar a Bancaja- corrieron la misma suerte. Algunas de las empresas que hoy día son el emblema del empresariado valenciano ya habían empezado a despuntar entonces, aunque no con el tamaño y el brío de ahora. Mercadona, Consum, Boluda, Porcelanosa, Dulcesol, Importaco y Pamesa son claros ejemplos del cambio de los tiempos. Entre unas y otras aparece la multinacional Ford con planta en Almussafes, tan determinante entonces como ahora.

Cuando el Reino Unido iba a correr detrás de la Unión Europea

Se podría pensar en el día de la marmota. Aquel primer número de El Mercantil Valenciano incluía una entrevista a un alto funcionario de Bruselas -Paolo Cecchini- a cuenta de los trabajos para el mercado único que se instauró en 1993. En relación a la oposición británica a la unión monetaria y económica, Cecchini afirmaba que el proyecto se podría hacer sin el Reino Unido: «Quienes quieran seguir adelante pueden ponerse de acuerdo y quienes se opongan se quedarán atrás...para empezar a correr después, como les ha ocurrido a los británicos en épocas pasadas de la Comunidad Europea». Londres siempre ha ejercido de lastre en la integración europea y al final celebró en 2016 un referéndum a través del cual aprobó su salida de la actual Unión Europea, una marcha que, tras el triunfo de Boris Johnson este mes, debe hacerse efectiva a partir del 1 de febrero. El Brexit será realidad.

"La gran recesión es el hecho histórico clave desde 1989"

El catedrático emérito de Historia e Instituciones Económicas Jordi Palafox no tiene ninguna duda de que, en términos económicos, el acontecimiento histórico más importante es la Gran Recesión que estalló en 2007 y de la que aún seguimos padeciendo algunas de sus consecuencias.

"El resto de españoles han crecido en bienestar más"

El catedrático de Análisis Económico de la Universitat de València, Joaquín Maudos, asegura que los valencianos viven mejor ahora que hace treinta años, pero que el resto de españoles «han crecido más en bienestar que nosotros. Todos hemos mejorado pero nosotros menos».

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