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El guardián valenciano de la Bolsa de Suiza

Ángel Alonso, responsable de inteligencia de SIX, es la persona que trata de prevenir que la bolsa de suiza reciba ciberataques. La pasión por la informática le viene a este valenciano desde la infancia

El guardián valenciano de la Bolsa de Suiza

La patria es la infancia, decía el poeta alemán fallecido en tierras suizas Rainer María Rilke, y Ángel Alonso obtuvo entonces una nacionalidad bien definida. Se quedó prendado de la informática desde muy niño y, aunque ha dado vueltas por media Europa, no ha cambiado de bandera, que en su caso podría incorporar, por encima de colores, un ordenador y el emoji de la paella valenciana. Desde hace tres años, es el responsable de inteligencia de Six Swiss Exchange, es decir de la Bolsa de Suiza. Por tanto, la principal misión de este ejecutivo es proteger de ciberataques al cuarto operador bursátil más importante del continente, que ha lanzado una OPA para comprar BME, su homólogo español.

Alonso nació en 1978 en Albacete, la ciudad castellano manchega de la que es originaria su madre. El padre procede de Navarra. La familia, no obstante, se trasladó bien pronto a València. Concretamente, tres años más tarde. En Cheste ejerció el progenitor como profesor de Química en un instituto. Como la madre se dedicó a las labores del hogar cabe concluir que Alonso no estaba predestinado a la trayectoria profesional que ha tenido, algo por otra parte relativamente lógico si tenemos en cuenta que el mundo en que se mueve se ha expandido de forma descomunal en unas pocas y recientes décadas.

La cuestión es que, tal como recordaba el pasado lunes desde Zúrich, la capital económica de Suiza donde reside, «desde pequeño me han gustado los ordenadores. El primero que me regalaron era, sobre todo, para jugar y se cargaba con una cinta como las de las casettes de música. Luego llegó un PC y se disparó mi afición por la informática». Tan es así que se matriculó en dos ingenierías en la Universitat de València, la de informática propiamente dicha y la de técnico de telecomunicaciones, que terminó, con un año de diferencia, en 2006.

De València a Irlanda

Es conocido que ambas son carreras con una inmediata salida laboral y Alonso no fue una excepción. Nada más terminar los estudios le surgió una oferta en la Autoridad de Certificación de la Comunitat Valenciana, el organismo de la Generalitat que da los certificados digitales a los ciudadanos. Allí estuvo hasta 2008, cuando cambia de aires, no por la crisis, que ya por entonces había enseñado sus garras sanguinolentas, sino por el afán de «tener experiencia internacional». Tras realizar varias entrevistas, logra una oferta en firme en Dublín y se traslada a Irlanda. Allí tuvo dos trabajos. El primero fue en una compañía local «que se dedicaba a cuestiones de pagos para los bancos». La otra - !Oh, mi god¡-era France Télécom, algunos de cuyos directivos fueron condenados el año pasado por acoso moral a empleados que en algunos casos acabaron suicidándose. Alonso asegura que su etapa en la firma francesa coincidió con los años en que sus directivos realizaban esas prácticas, pero añade que él no percibió acoso alguno: «La presión se daba en Francia. En Irlanda no hubo problemas».De hecho, el ejecutivo aprovechó aquel tiempo para realizar un master de especialización en seguridad y análisis forense.

Llegó 2011 y la morriña, ese mal que dicen gallego pero que es universal, le trajo de vuelta a casa. El grupo de amigos que frecuentaba se fue volviendo poco a poco. Él se quedó el último y la añoranza del sol y el azahar desde las habitualmente grises calles de Dublín le impelieron al regreso. Por poco tiempo. Tras tres o cuatro meses como freelance en València, le surgió una opción laboral en el operador de telefonía móvil estadounidense Verizon en Zúrich. Primero trabajó en un proyecto de seguridad para Swisscom. A partir de 2015 se integró en un grupo de 15 personas de Verizon que se dedicaban a dar apoyo a otros departamentos del grupo en temas de seguridad.

A finales del año siguiente le llegó la oferta de Six, a donde se incorporó en abril de 2017. Apenas lleva tres años como responsable de inteligencia y se muestra encantado. A medio plazo no piensa en volver. Después ya veremos. Claro que, aunque no está casado ni tiene hijos, su pareja es suiza. Pero se reconoce «muy tradicional en el sentido de ser muy familiar», así que al menos ocho veces al año visita València, cuya vida social «tan intensa» y tan diferente de la de la capital económica y financiera suiza añora. Dice que en Zúrich se come bien, pero echa de menos la paella. El deporte, concretamente el esquí, es una de sus aficiones, al igual que viajar con su novia y sumergirse, en sus ratos libres, en «investigar cosas de informática», que es tanto su patria como la

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