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Mas allá de Benidorm

Mas allá de Benidorm

València es esa esmeralda por donde corre un río de perlas. Es una novia, cuya belleza Dios ha creado para darle luego la juventud eterna»: con estas palabras, Al-Russafí describía su tierra natal hace siglos. Mucho tiempo ha pasado desde entonces, y las bellezas naturales, el patrimonio histórico, el agradable clima mediterráneo y la rica gastronomía han convertido a la Comunitat Valenciana en uno de los destinos turísticos más importantes de España hoy en día. Asentada entre las montañas y el mar, la región recibe cada año millones de viajeros que encuentran en esta tierra el entorno ideal para pasar sus vacaciones.

Hace años que BBVA Research analiza la evolución del sector turístico valenciano, siendo testigo del importante cambio que ha sufrido el mismo. El sector produce alrededor de 16.000 millones de euros al año y es responsable de 290.000 puestos de trabajo, un 15% del PIB regional y del empleo total respectivamente. Dicho porcentaje se sitúa por encima del que tiene en la media española y en comunidades como Andalucía o Madrid, haciendo del turismo uno de los motores más relevantes de la economía valenciana. Además, en 2019 la Comunitat fijó un récord histórico: la región recibió 9,3 millones de viajeros, que realizaron un total de 30 millones de pernoctaciones.

Pero, ¿de dónde vienen los turistas? Con respecto al origen, más de la mitad del turismo regional se compone de viajeros residentes en España. Madrileños, los mismos valencianos y, en menor medida, catalanes representan la principal procedencia de los flujos turísticos nacionales en la región. Sin embargo, no todo es turismo español. En las últimas dos décadas se ha observado una constante evolución al alza en las llegadas desde el extranjero. El peso de este segmento se ha incrementado en diez puntos porcentuales desde principios de los años 2000, llegando a representar hoy algo menos de la mitad de las pernoctaciones totales. Reino Unido es, con diferencia, el país de origen más relevante. No obstante, la Comunitat Valenciana está atrayendo un público cada vez más heterogéneo. Italianos, franceses y holandeses son ahora más numerosos que en el pasado, y más recientemente se está notando un constante incremento de los flujos de estadounidenses, rusos y chinos. En 2019 el turismo foráneo marcó otro récord relevante: el gasto turístico total de extranjeros llegó casi a los 10.000 millones de euros y superó los 1.000 euros en promedio por viaje y persona, algo que no ocurría desde 2013.

Y, ¿adónde van los visitantes? Benidorm, Dénia, Torrevieja, Elche, Peñíscola o Gandía son las localidades preferidas por miles de turistas cada año. De hecho, el turismo de playa constituye uno de los mayores atractivos de la región para los visitantes que la eligen. Solo la Costa Blanca representa casi el 60% de las pernoctaciones regionales, porcentaje que ronda el 75% si se añaden las otras dos zonas turísticas (la Costa de Valencia y la de Castellón). Pero la Comunitat ofrece mucho más que playa. De hecho, la UNESCO reconoce tres sitios valencianos como patrimonio de la Humanidad: la Lonja de la Seda de Valencia, por citar uno. Además, cuenta con cuatro bienes declarados patrimonio cultural inmaterial. El más reciente, las Fallas, declarado en 2016.

Sin embargo, los riesgos para el sector turístico son muchos, y se han multiplicado en los últimos años. En primer lugar, se nota una mayor debilidad de la oferta tradicional de «sol y playa» Por un lado, este sector sufre un problema de masificación y aglomeración, lo que se puede traducir en un deterioro de la calidad de la experiencia vacacional de los viajeros, así como en un problema de sostenibilidad a futuro. Los elevados incrementos en la afluencia de los últimos años han llevado a máximos el grado de ocupación del sector hotelero en temporada alta. La Costa Blanca, por ejemplo, presenta un nivel de ocupación cercano al 95% en verano. Por otro lado, la mejora de la percepción de seguridad en los países que habían cedido visitantes por los episodios de tensión geopolítica en el Mediterráneo (Turquía, Egipto o Túnez) puede suponer una reducción de los flujos de turistas hacia la región. Algo que se notó ya el año pasado en las llegadas de ingleses o alemanes, que crecieron con menos ímpetu que los años anteriores. Las consecuencias del Brexit o el reciente empeoramiento global de la infección por coronavirus pueden agravar la situación de cara a los próximos trimestres. La solución a estos problemas debería venir por una mayor diversificación del sector. Por el lado de la demanda, esto significaría incrementar aún más el abanico de los mercados de origen de los visitantes. Por el lado de la oferta, habría que consolidar nuevas opciones alternativas al turismo de playa, que puedan hacer de soporte a la competitividad de la región.

Incrementar el turismo urbano, cultural o de negocios, potenciar las rutas gastronómicas o apoyar el desarrollo del turismo rural y de excursión son elementos que pueden y deben complementar la oferta regional. Esto puede, además, contribuir a suavizar la estacionalidad del sector y reducir los problemas de aglomeración antes mencionados.

En segundo lugar, debemos tener en cuenta que el turismo es uno de los sectores más expuestos a las posibles consecuencias del cambio climático. Los recientes destrozos en la costa, provocados por los temporales, representan una alerta de la vulnerabilidad de la actividad económica a los cambios repentinos en el entorno medioambiental. La reducción de los recursos naturales o el posible deterioro de la belleza natural de la región son elementos a tener en cuenta en la evolución del sector turístico a futuro. Por su posición geográfica, la Comunitat se presenta más vulnerable que otras regiones españolas (las del norte por ejemplo) al aumento de las temperaturas y a la subida del nivel del mar. Es necesario un modelo de desarrollo más sostenible, que no se enfoque solo en el corto plazo, sino que tenga en cuenta un horizonte temporal más largo. ¿Será el turismo valenciano capaz de adaptarse a este nuevo desafío?

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