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El calvario del autónomo

La covid ha hibernado los sueños de más de 350.000 personas que trabajan por cuenta propia en la C. valenciana. Piden a los políticos que reconozcan las singularidades de cada uno de ellos y a los ciudadanos que consuman proximidad.

El sombrerero Betto García en su taller. Germán Caballero

Carla Badenes fue madre a principios de año. Esta treintañera valenciana, autónoma desde marzo de 2018 y propietaria de un negocio de diseño, confección y venta de ropa infantil, se lanzó a emprender después de que, embarazada de cinco meses, perdiera su anterior empleo cuando la empresa en la que trabajaba decidió no renovarle el contrato.

Hoy madre de familia numerosa, intenta mantener a flote su proyecto de vida. « Al perder mi empleo, tomé la decisión de trabajar por mi cuenta. En mi familia había tradición, porque mi padre puso en marcha diferentes negocios a lo largo de su vida», recuerda Badenes, que se ha visto atrapada por las medidas de contención de la covid-19.

«Alquilé un local diez días antes del confinamiento y no estoy pudiendo amortizarlo», indica la diseñadora, que lleva sin facturar desde finales de 2019 al estar de baja de maternidad. El grueso de su facturación de primavera-verano procede de las bodas y teme el impacto de posibles anulaciones. En este contexto de pandemia, Badenes aboga por reformar la cuota de autónomos, «que se tendría que pagar acorde a la facturación de cada negocio, un porcentaje de lo ingresado» para siempre y no de forma excepcional. Sabe que este cambio no es fácil, pero no desespera y también pide a la Administración que acelere el pago de prestaciones: la baja de paternidad de su marido y unas deducciones por madre trabajadora y por familia numerosa. «Deberían ponerse al día», reclama.

De la ceremonia también vive Betto García, sombrerero y uno de los más de 350.000 valencianos que trabajan por cuenta propia. García, nacido hace treinta años en València y formado en Londres - la cuna de la sombrerería de lujo-, abrió un taller a finales del año pasado en su ciudad. Lo acaba de cerrar después de que sus ingresos se hayan volatilizado y de que el dueño del local no haya querido flexibilizar el alquiler.

«No me queda otra que dar marcha atrás en mi proyecto y quizá siga con los sombreros en el salón de mi casa hasta que esto pase», lamenta García, autónomo desde hace seis años y castigado por el distanciamiento social. «Nos dicen que puede que no sea posible celebrar eventos de más de cincuenta personas hasta septiembre. Teniendo en cuenta que mi mundo son las bodas, no sé cómo voy a afrontarlo, sin trabajo y sin percibir subvenciones».

Las medidas de apoyo a los autónomos en situación de vulnerabilidad decretadas por el Gobierno de Pedro Sánchez -como la moratoria de las cuotas o la creación de una prestación extraordinaria por cese de actividad si se acredita una caída del 75% en los ingresos- le parecen insuficientes. Sueña con una condonación de las cuotas que sabe que no va a llegar. «La solución que me aporta la Administración es recurrir al Instituto de Crédito Oficial, pedir moratorias o aplazamientos... ¿Cómo me voy a endeudar si cuando todo esto acabe y se levante el confinamiento no todo el mundo vendrá a nuestras tiendas a comprar? La gente no va a tener dinero, ni nosotros los autónomos ni tampoco los empleados que están en ERTE [suspensión de empleo temporal]. Necesitamos soluciones a largo plazo», indica García, muy activo en la concienciación de su colectivo con el fin de lograr mayores apoyos del sector público.

«Llamo a los autónomos a crear una verdadera resistencia y decir hasta aquí. No podemos dejar pasar el momento. La gente debe perder el miedo a decir soy autónomo y estoy jodido. Las fachadas de éxito no sirven para nada. El autónomo no es empresario, es clase obrera y nadie nos representa ahora mismo».

Uno de los que acompañan al sombrerero en su ofensiva es Chiky Gómez, tatuador que regenta un salón propio en València. Tiene 44 años y es autónomo desde 2002. Con el negocio cerrado por el estado de alarma y sin ejercer su actividad, no se atreve a decir hasta cuándo puede sobrevivir un autónomo sin ingresos. «No podrá resistir mucho tiempo, a pesar de que cada negocio es distinto y dependerá de los gastos fijos que tenga, ya que los variables no influyen demasiado si la actividad está parada», señala Gómez, que cree que esta singularidad en el colectivo debería ser tenida en cuenta por las Administraciones al diseñar las ayudas a los autónomos. «Es complicado que estableciendo reglas comunes se llegue a todos, porque somos distintos, con necesidades específicas. Le pediría al Gobierno que estudiara cada caso particular aunque sé que es difícil».

A historias únicas, remedios únicos. Eso es lo que reclaman. Uno de los autónomos más cargados de razón para esta petición es Gio Pellicer, diseñador de moda y escritor que se encontraba en el lugar y en el momento más inadecuado para soportar un estado de alarma. Pellicer (Benidorm, 1995) es un autónomo recién nacido.

Hace dos meses, en febrero, decidió dar un vuelco a su vida y después de quedarse sin trabajo solicitó el pago único de la prestación de desempleo «para invertir mi paro y lo que sería mi único sustento de todo un año, en la aventura de emprender y crear mi propia firma de moda», explica Pellicer, que se mudó a València para crear su negocio y que jamás pensó que un mes después un virus procedente de China hibernaría sus planes y le dejaría sin posibilidad de pedir apoyo al Estado.

«Mi gran problema son los pagos, tanto la cuota de autónomos como el préstamo que pedí al banco o las facturas de la gestoría. Me encuentro al margen de toda ayuda que se ofrece, ya que los apoyos se dan a aquellos que se hayan dado de baja de autónomo o hayan cesado la actividad. En mi caso, al haber pedido el pago único del paro no puedo darme de baja puesto que tendría que devolver una cantidad que ya he gastado. El pago único debe ser invertido de forma justificada en el plazo máximo de un mes desde su percepción», afirma Pellicer, que no sabe hasta cuándo podrá aguantar sin ingresos ni cómo podrá afrontar sus obligaciones.

«Dependerá de la posibilidad que uno pueda tener de adaptarse, de pluriemplearse para poder sacar adelante no solo lo que iba a ser su fuente de ingresos, sino también su sueño, durante unos meses en los que, además, no hay nada seguro», reconoce el diseñador. El drama es tal que pide ayuda a voz en grito. «Existen millones de casos que deberían estudiarse y no quedar en tierra de nadie, como se está haciendo en mi caso. Porque, por ejemplo, a personas que están en mi situación ¿qué les recomiendan que hagamos?», pregunta a golpe de retórica.

Teatro por cuenta propia

Pau Vercher, actor, no lo tiene más fácil, a pesar de la moral que se le presupone a la ciudad donde nació, Alcoi, hace justo ahora 29 años. Cumplió años confinado el pasado 8 de abril. Autónomo desde octubre de 2019, es el impulsor de la compañía de teatro Rocambolesc, junto a sus socios Aitana Bueno y Aaron Sánchez.

Vercher, formado como economista en la Universitat de València -especializado en gestión cultural-, y como actor en la Escuela Off, en Escalante y en la ESAD Valencia, tiene sangre de autónomo. Su padre, por el que siente devoción, ya lo fue. «Desde que tengo uso de razón trabaja por cuenta propia en el mundo la construcción. He visto de primera mano durante toda mi vida lo complicado que puede llegar a ser tener tu propio negocio, tanto en las temporadas en las que tienes mucho trabajo como aquellas en las que no es así y tienes que hacer malabares. En el caso de mi padre, al trabajar en la construcción, la crisis que empezó en 2007 golpeó muy fuerte al sector, pero él aguanto el tipo y siguió adelante sin abandonar», recuerda su hijo actor, orgulloso.

¿Qué pide un actor autónomo al Gobierno de Sánchez? «No reclamo moratorias fiscales ni aplazar impuestos, aunque si eliminaran la cuota sería maravilloso. Trabajo en un ámbito, las artes escénicas, que ya era ya precario antes. Necesitamos ayudas a la creación, precios justos, sueldos justos, que se tenga presente que trabajamos por proyectos y no tenemos contratos indefinidos, que se reconozcan las especificidades del sector. Parece que lloremos, pero necesitamos contar con una justicia social y laboral que no tenemos», indica Vercher, que pide a los ciudadanos que «valoren el trabajo de los pequeños. Compren el pan en el horno, la fruta en la tienda de la esquina y la ropa en la boutique del barrio. No se olviden de consumir teatro, cine y música»... Apela a que consuman cercanía y proximidad, apoyando así a los más pequeños del mundo empresarial. Ojalá le hagan caso.

Betto García. Sombrerero

"El autónomo no es empresario, es clase obrera. nadie nos representa y debemos crear una resistencia"

Carla Badenes. Confección de ropa infantil.

"Alquilé un local diez días antes del confinamiento, por lo que no estoy pudiendo amortizarlo"

Gio Pellicer. Diseñador de moda.

"Invertí mi paro y mi sustento de todo un año en emprender. Ahora no es posible darme de baja ni pedir ayudas"

Pau Vercher. Actor.

"Las artes escénicas ya eran precarias antes del virus. parece que lloremos pero necesitamos justicia laboral"

Chiky Gómez. Tatuador.

"Cada negocio es distinto y tiene necesidades específicas. Hay que estudiar cada caso en particular"

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