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La escalada de la agricultura ecológica

El 18 % de la superficie agraria de la Comunitat Valenciana ya es ecológica y la autonomía duplica los crecimientos de la media española. Almendros y olivares toman la delantera, pero el consumo doméstico todavía es escaso y se vende más al exterior

José Antonio Rico, en una tienda de venta de productos ecológicos de Alicante. Antonio Amorós

La agricultura ecológica pide paso. Está en pleno crecimiento y todo apunta a que su progresión se incrementará a lo largo de la década en busca de alimentos más naturales y sanos que los cultivados de forma intensiva, contribuyendo a conservar el medio ambiente y las especies autóctonas. También como alternativa para crear empleo y buscar rentabilidades que últimamente no consigue el campo. Según los datos facilitados esta semana por el Ministerio de Agricultura, la superficie ecológica ha crecido más en el primer semestre de 2020 que en todo el año 2019 y la facturación de la Comunitat Valenciana (518 millones de euros anuales) ya supone un 25 % del negocio total de España, donde las parcelas dedicadas a la producción 'eco' se situaron en 2.355.000 hectáreas al concluir 2019, una 4,8% más frente al año anterior. Con todo, el telón de Aquiles en el mercado doméstico sigue siendo el consumo, uno de los más bajos del viejo continente. Las compras de productos ecológicos han pasado de 6 a 42 euros per cápita en la última década aunque aún están lejos de países como Suiza (274 euros) o Dinamarca (227 euros), según indica un reciente informe de la consultora Nielsen. Actualmente el 80% de la producción ecológica de España se exporta a países del norte de Europa.

Una mirada a la agricultura del futuro refleja que se avecinan cambios. La ecológica, en gran parte de España, atraviesa un buen momento. Prueba de ello es que la superficie dedicada a este tipo de cultivos ha experimentado un incremento del 58 % durante la última década a pesar de solo representar el 7 % del total de la superficie agraria. José Antonio Rico (Novelda, 1966), productor de uva de mesa en su localidad natal así como en La Romana y en Hondón de las Nieves (comarca del Vinalopó), es una gran defensor del sistema. A pie de campo se siente orgulloso al resaltar que este modelo no ha parado de crecer en la Comunitat Valenciana. Hijo y nieto de viticultores Rico optó a mediados de los noventa por los cultivos 'eco'. No le ha ido mal. Explota nueve hectáreas que producen entre 95.000 y 100.000 kilogramos de uva de mesa.

El presidente del Comité de Agricultura Ecológica de la Comunitat Valenciana (CAECV), convencido de las bondades de esta modalidad de producir alimentos frente a los métodos tradicionales, se siente satisfecho porque a 30 de junio de 2020, con 149.384 hectáreas dedicadas a la producción ecológica, el territorio autonómico ya aglutina un 18,2% de superficie agraria útil dedicada a la obtención de productos de calidad y respetuosos con el medio ambiente. En plena pandemia de coronavirus, las tierras de cultivo, prados y pastizales se han visto incrementadas en un 2,6% respecto al primer semestre de 2019 y, según los crecimientos que se están obteniendo en los últimos años, la Comunitat Valenciana camina a paso firme hacia uno de los objetivos marcados por la Comisión Europea con la llamada 'Estrategia de la granja a la mesa', que pretende impulsar el desarrollo de cultivos ecológicos con el fin de que, en 2030, una cuarta parte de todas las tierras tengan dicha calificación.

En busca de 'precios más justos'

El dirigente de CAECV aclara que el sector ecológico, un movimiento que tomó fuerza en gran parte del viejo continente durante los años noventa, «no puede considerarse un capricho de los consumidores ricos centro europeos, de aquellos con mayor poder adquisitivo». Y destaca que la gran diferencia entre los cultivos ecológicos y los tradicionales es que los primeros prescinden de la utilización de productos químicos, plaguicidas, herbicidas y fertilizantes. Defiende a capa y espada que de este modo se consigue preservar el medio ambiente y no afectar a la fertilidad del suelo. Tras un año de tractoradas en toda España para protestar contra la pérdida de rentabilidad del campo y los precios ruinosos, los pequeños productores del lado ecológico indican que ellos se defienden mejor en un mercado tan competitivo. Aunque el rendimiento por hectárea es menor, el precio, por ejemplo, de la uva de mesa ecológica, durante la últimas campañas se ha situado en valores entre un 25 % y un 70 % más elevado que la cotización de la convencional. Eso quiere decir que los valores pagados en el campo por variedades típicas de uva de mesa como la Red Glove o la Autumn Royal se sitúan entre 1 y 1,15 euros por kilogramo.

Para el presidente del Comité de Agricultura Ecológica «los datos de crecimiento de superficie tanto de cultivos de secano como de regadío demuestran que, a pesar de la crisis sanitaria y económica por la que estamos atravesando desde el pasado mes de marzo, el sector ecológico está consolidado y más fuerte que nunca». Según Rico, «la situación excepcional nos ha reforzado y la gran mayoría de nuestros operadores han trabajado con total normalidad mientras que los consumidores han entendido que nuestra forma de producir alimentos, además de hacerlo con procesos naturales y respetuosos con el medio ambiente, garantiza otros aspectos muy importantes como la venta de proximidad y la salud».

Mucha gente se sube a este carro. Federico Samper (Cañada, Alt Vinalopó, 1971), ingeniero técnico agrícola, propietario de una explotación de frutos secos y gerente de Bio Comercio, también defiende los productos 'eco'. Esta empresa alicantina impulsa la producción entre agricultores y cooperativas en comarcas del interior para su posterior transformación y envasado. Exporta a países de la Unión Europea, Canadá y Australia. «El sector está saneado, cada vez se consume más leche de almendra y la gente valora el producto y su parte más saludable», indica. La firma con sede en Villena y una cifra de negocio próxima a los 10 millones de euros agrupa a unos 150 productores directos y, si se tienen en cuenta las cooperativas, a más de 3.000 indirectos. En almendra comercializa 800 toneladas y otras 200 de toneladas son de pistachos, anacardos y avellanas. «Muchos productores han buscado sus canales de comercialización y no esperan que vengan a comprar. Han sido más ágiles. Hemos quitado intermediarios y por eso conseguimos mejores márgenes comerciales», explica el gerente de Bio Comercio. Según Samper, la producción ecológica «es una opción muy válida en zonas con escasez de agua y para conseguir el mantenimiento del empleo, la continuidad y el relevo en las explotaciones familiares».

Otro técnico agrario, Héctor López (Dénia,1965), productor de cítricos y hortalizas como cebollas, apios y lechugas resalta las ventajas del citado método de producción. A través de Alterbio, sociedad creada hace más de dos décadas para producir y comercializar, ya agrupa a alrededor de medio centenar de productores de la Comunitat Valenciana. Comercializa alrededor de 400 toneladas de agrios. «Al principio -comenta- hay que creer en el sistema. Luego el paso del tiempo ha demostrado que garantiza rentas mínimas». También sostiene que esta red de pequeños productores tienen futuro «aunque no pueda competir con grandes terratenientes de Andalucía o de la Comunitat Valenciana; ni vender a cadenas de supermercados aunque sí a otros canales de comercialización como las tiendas de proximidad», aclara.

Respaldo de las administraciones públicas

Cuenta el máximo responsable del CAECV que el reto sigue siendo «garantizar mayor productividad y bienes sin residuos». Los consumidores los demandan y reconoce que el crecimiento de este sector también tiene que ver con el apoyo de la Generalitat. El I Plan de Agricultura Ecológica (2026-2020), impulsado por el Govern del Botànic, se puso en marcha con una dotación de 87,7 millones de euros. Sea como fuere, no se ha ejecutado todo, tal como advierten las organizaciones agrarias AVA-Asaja y la Unió de Llauradors. «Existe una clara apuesta política del Consell y el otro factor que explica su desarrollo -explica Rico- es que la agricultura convencional arrastra carencias y algunos agricultores apuestan por otros modelos productivos para poder sobrevivir tras las ruinosas campañas de años precedentes».

Por provincias, la de València ya tiene 77.403 hectáreas certificadas; Alicante, 36.810 y Castelló, 35.171. Llama la atención el incremento experimentado en la de València, al pasar de 59.067 hectáreas al cierre de 2019 a las 77.403 registradas a 30 de junio de 2020. Respecto al número de operadores certificados el incremento en este primer semestre ha sido del 8,2 %, al pasar de los 3.265 al cierre de 2019 a los 3.535 en el primer semestre de este año. Entre 2018 y 2019 el crecimiento total fue del 12,4%. El mayor crecimiento se logró en los productores, con un aumento del 9,5%, seguido del número de empresas certificadas dedicadas al sector ecológico (4,4%). Además, la cifra de importadores subió un 3,5%.

Puestos a hacer previsiones, en 2025 una quinta parte de la superficie agraria total del viejo continente deberá ser ecológica. Así lo dictamina la Unión Europea y en ese sentido se negocio la próxima Política Agraria Común (PAC). «Ese objetivo es muy ambicioso y será difícil de cumplir aunque el productor se va concienciando. Europa tiene claro que el propósito -destaca Rico- es obligar al sector agroalimentario a ponerse las pilas, tanto los productores como los comercializadores y la gran distribución». En su opinión no es lógico que se sirvan en las tiendas de venta al público tres manzanas en una bolsa de plástico y luego se diga que hay que apostar por envases sostenibles y productos de proximidad. En Suiza ya se contempla que un producto que llega vía avión deja de ser ecológico», puntualiza el dirigente del CAECV.

Yendo más allá, indica que los cultivos ecológicos emergentes son algunos de secano como los almendros, olivos, algarrobos, frutos secos y viñedos. También tiene potencial de desarrollo en el regadío, incluidos los cítricos así como en las verduras. También se pone nostálgico: «Algunas variedades perdidas de tomate se están recuperando porque los consumidores están dispuestos a pagar más si el producto es bueno. Sin conservantes ni colorantes y con un sabor único. ¡Claro que sí!», concluye este agricultor ecológico.

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