Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Novela

No es sólo un sueño

Un Eduardo Halfon a la deriva de su destino cual argonauta sin brújula conmueve con este viaje a las profundidades de la identidad, la intolerancia religiosa y las ficciones que el hombre usa para entenderse y sobrevivir.

No es sólo un sueño

En una de las escenas de esta breve e intensa novela, el autor nos cuenta la historia de un fotógrafo ciego. Una fascinante alegoría. El fotógrafo ciego tal vez no vea lo que fotografía, pero eso no le resta realismo a sus fotografías. Por lo demás, lo que realmente importa en una fotografía no es lo que el fotógrafo vio, sino lo que capturó la cámara, y, en última instancia, lo que vemos nosotros. En cierto modo el novelista es como un fotógrafo ciego que enfoca su cámara al azar, pues sabe por experiencia que nunca sabemos con certeza dónde reside el detalle decisivo, el gesto decisivo, la palabra decisiva.

Monasterio pertenece al ciclo novelístico iniciado por el autor con El boxeador polaco (2008) y continuado con La pirueta (2010), novelas independientes entre sí, pero animadas por un mismo espíritu de búsqueda de la verdad, de indagación en la conciencia y en la memoria, y que comparten estilo, personajes, secuencias, escenarios, de manera que no importa mucho el orden en que las leamos, como no importa el orden en que los recuerdos afloran desde las profundidades del subconsciente, suponiendo que sea ahí donde residen, como los pecios de un naufragio.

Tel Aviv, Guatemala, Varsovia, más que escalas de un viaje a ninguna parte persiguiendo fantasmas, o perseguido por ellos, para el caso es lo mismo, y permítanme recordar aquí una vez más el lema de los argonautas: vivere non est necesse, navigare necesse est, son los puntos cardinales de una vida cualquiera. Puntos cardinales también de esta novela. Halfon, que viaja sin brújula y sin gps, como los argonautas, a la deriva de su destino, con la descripción de unas pocas escenas, de un personaje, de una situación, descripción que tiene mucho de fotografía, de instantánea, pero con la cámara vuelta del revés, es decir hacía el interior, consigue transmitirnos la atmósfera de un lugar, la biografía de una mujer, la intransigencia, religiosa o política, de un país. Y a medida que las secuencias de esta novela se van superponiendo, el relato va adquiriendo densidad y significado. La religión se mezcla con la biografía, ésta a su vez con la atmósfera de un país, y la intransigencia por su parte con la política, tejiendo y destejiendo a la vez los hilos de la trama de la novela.

El hombre, con la mayor naturalidad del mundo, protagoniza todos los días los encuentros más inesperados. Llegan a él, o él llega a ellas, en forma de recuerdos, de evocaciones, las asociaciones más inverosímiles, a las que está ya tan acostumbrado que rara vez le sorprenden. Unas veces se aísla del mundo en medio de una ruidosa muchedumbre, y otras se zambulle en él en la mayor soledad y recogimiento. Ya nada le choca, nada le asombra, nada le turba, quizás, únicamente, estar vivo, estar vivo entre tantos otros vivos y muertos tan parecidos y tan diferentes a él que le dan inútiles consejos. Todos los consejos son inútiles, todos llegan tarde.

Monasterio es una emotiva novela que evoca el pasado con fervor pero sin sentimentalismo, con respeto pero sin beatería. «La vida era simple entonces. El sueño era dulce», dice Halfon refiriéndose al pasado, ¿o a la infancia? En realidad el pasado siempre es la infancia. Y viceversa, claro. Seguramente la vida también es simple para los niños de hoy, sus sueños también son dulces. Ojalá siga siendo así. Ojalá no sea sólo un sueño.

Aprendemos el mundo en la infancia y luego, más tarde, nos damos cuenta de que estaba equivocado, de que el mundo que aprendimos no es el mundo en que vivimos, de que tenemos que reaprenderlo y olvidar el paraíso. «Cada persona decide cómo quiere salvarse (€) con lo que sea, con lo que menos le duela». Al final nadie se salva.

Compartir el artículo

stats