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Entrevista | Lalo Kubala

"Admiro a los de ´Charlie Hebdo´ porque yo no sería como ellos. Soy cobarde"

Una portada con el rey y una corona maloliente lo descabalgó hace un año de «El Jueves», junto con otros 17 humoristas gráficos que decidieron no aceptar la retirada de la página

Eduardo Jiménez, «Lalo Kubala» (Valencia, 1964), en su casa en Patraix. daniel tortajada

En la televisión suenan dibujos animados. Se agotó el calendario escolar y los niños conquistan los salones familiares. La entrevista se muda a la cocina, un ambiente más de tebeo costumbrista, con la sartén esperando en los fogones y las últimas existencias de un salchichón colgando de la pared, al lado de rótulos y latas vintage (La Pitusa, Cola Cao…). Al otro lado de la puerta, una estantería con mucho Sharpe, mucho Eduardo Mendoza —el de El laberinto de aceitunas— y mucho Capote. Más allá, el despacho en perfecto desorden del dibujante, que empieza a pensar en la segunda parte de Barbaritats valencianes —Xavi Castillo y él la quieren para las navidades— y en su próxima entrega para la revista Orgullo y Satisfacción.

¿Qué es «Orgullo y Satisfacción»?

La revista que empezamos los 18 insurrectos que nos fuimos de El Jueves, el tercio de la plantilla que decidió no aguantar. Aquello no fue un acto de censura a los 18, sino una injerencia del grupo editorial al pacto no escrito que existía en la revista para respetar una línea propia. Así fue, hasta que llegó el momento importante. Fue una decisión estúpida del dueño de RBA, que no quería que su revista desentonara en los quioscos: tenía que loar también al nuevo rey.

Habían realizado portadas anteriores bastante más fuertes, ¿no?.

Mucho más fuertes, como la que secuestró el juez en 2007. En aquel momento, RBA había comprado la revista dos meses antes y nos defendió. Aquello fue una campaña de publicidad magnífica. ¿Qué pasó después? RBA había crecido, el dueño estaba en las altas esferas económicas de Cataluña y no quiso molestar. Hay que ver hoy cómo está la revista…

¿Es usted «Charlie Hebdo»?

Yo sí lo soy. El ministro del Interior no creo que lo sea mucho.

Por eso lo decía, porque muchos que mostraron su solidaridad con la revista francesa luego promueven leyes mordaza...

Lo que está claro es que los 18 que nos fuimos de El Jueves somos Charlie Hebdo a tope. Demostramos con hechos nuestra convicción en la libertad de expresión.

¿No llevamos todos el espíritu censor en el ADN?

No lo sé, pero cada vez hay menos tragaderas con el humor. Últimamente todo son problemas con los chistes. Hay muy poco sentido del humor y muchas ganas de enfadarse. El problema del humor siempre está en el contexto, en el ámbito de los lectores. Tú haces una portada o un chiste para un tipo de lectores que conoces. Si lo sacas de contexto y lo metes en otro foro, pasa lo que vemos cada dos por tres.

Como lo del concejal de Madrid. ¿Las disculpas de Zapata han sido excesivas?

No hacia la gente que pudo molestar, como las víctimas, pero para el resto de gente, sí me ha parecido excesivo. Al final, Twitter no son tus amigos, accede cualquiera y saca de contexto lo que dijiste hace tiempo y tenía un ambiente.

¿La salida de «El Jueves» es su mayor desilusión profesional?

Pues no. Personalmente, hubo una mayor con una revista valenciana. Me encargó dos páginas con unos cromos sobre la pandilla basura de la política valenciana, conocía mi tono, mi trabajo en El Jueves e hice lo que nunca he hecho: moderar el tono con Rita Barberá porque así me lo pidieron tras ver el material. Al final, el consejo decidió retirar las páginas y no me sentí defendido. Lo peor fue que venía de la cultureta, de la progresía... Todo por si aquello molestaba a alguien. Pero para eso está el humor gráfico, para molestar un poco.

¿Este país es menos libre que en los ochenta, cuando empezó?

Sí. Ahora, sí. Pero esto va a cambiar. La ley mordaza es algo infumable, no hay democracia que la soporte, y creo que tiene fecha de caducidad. Los que lleguen en noviembre no tardarán en cargársela.

¿Hay algún asunto intocable para el humor?

Todo se puede tocar si respetas el contexto. El humor está para picar, para ofender. Los límites te los marca tu público. Has de saber quiénes son tus lectores. Guillermo estaba en El Jueves y allí la regla era que valía todo; también está en El Mundo y allí los límites son otros.

¿Y qué pasa con Mahoma? ¿Es caricaturizable?

Eso son decisiones personales ya. Admiro a los de Charlie Hebdo, porque yo no sería como ellos. Ante una amenaza seria y real, yo no hablo de Mahoma. Soy cobarde ante la muerte, mía y de los míos, no ante una democracia, que tiene sus mecanismos. De España puedo hablar de todo, ahí están los jueces si es necesario y ya me defenderé. Pero ante algo que condiciona mi vida, ¿para qué ser valiente? Tampoco ganamos tanto...

¿No da el humor gráfico para vivir?

Es difícil. Los hay que sí que viven de dibujar. Yo soy mediopensionista, lo combino con mi trabajo de profesor de dibujo y pintura. Pero en los tebeos es donde me encuentro como artista.

¿De qué trabajo está más orgulloso?

De Palmiro Capón estoy muy orgulloso. También de lo último con Xavi Castillo, Barbaritats valencianes. Estoy encantado con lo que nos está pasando.

¿Ha encontrado su media naranja a ese estilo de humor que no respeta nada?

Nos hemos encontrado muy bien juntos y he encontrado un gran amigo en alguien que conocía poco. Él dice que nuestros estilos son similares, pero él es más bestia. Yo me limito más con datos y documentación. Xavi va a lo más bárbaro, es humor puramente valenciano: no es sal gruesa, tira rocas. Es la grosería valenciana llevada a lo sublime.

¿Qué le dice la expresión «políticamente correcto»?

¡Aggg! Algo ridículo. Es la hipocresía convertida en lenguaje.

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