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Librerías especializadas

"No puedo creer que tengas aquí este libro"

Más extraños que un librero; más románticos, quizás - En un mundo al margen de los «best-seller», Valencia presenta su paisaje de librerías especializadas - De la pintura y la fotografía a estanterías monopolizadas por autoras, aquí va un pequeño muestrario

Inma Pérez Burche gestiona desde 2007 la librería del MuVIM;ahora se atreve también con la del IVAM (fotos del nuevo local; Pérez Burche posa a la izquierda). J. Aleixandre

A veces la vocación se resguarda bajo una anécdota, mientras fuera llueven sinsabores. Una pareja de alemanes husmeando en tu librería a priori es simplemente eso, dos guiris en busca de vete-a-saber-qué. Resulta que esa pareja encontró una rareza y se fue directa al mostrador: «No puedo creer que tengas aquí este libro», dijeron maravillados, con un fulgor en la cara tal que si acabasen de abrir el maletín de Tarantino. Aquello, dice Inma Pérez Burche, nueva administradora de la librería del IVAM „lo es desde 2007 de la del MuVIM„, justifica una carrera.

Nos ha caído el titular. Comencemos.

«Es emocionante empezar desde cero en un museo que también ha vivido sus vicisitudes. Tienen una exposición, En tránsito, que se adapta muy bien a nuestra situación, que no es a corto plazo» asegura la librera. En su nuevo local el público de Dadá se sentirá como en casa: arte y diseño, si bien con una línea que apunta más hacia la fotografía, «y con una sección muy potente de ensayo sobre arte contemporáneo» anuncia Pérez Burche. Incluso ilustración y algo de cómic, en consonancia con la programación del museo. Ella entiende el oficio como un bucle entre escuchar y sugerir, testar «qué tipo de público se acerca y qué quiere». Estar al frente de una librería como la suya, especializada, obliga a afinar bien el oído ante los silencios del despistado. Al contrario que los alemanes que encontraron el Arca Perdida en su librería, también los hay que entran preguntando por Grey y espetan «¿pero cómo no puedes tener este libro?».

«Las presentaciones son esenciales: hay que crear hábito. Las nuestras complementan la programación del museo». Aquí la librera nos deja un hilo del que tirar: la de las charlas, exposiciones y firmas que fidelizan al lector de librerías tan exclusivas. Las migas nos llevan inexcusablemente a la calle Grabador Esteve, es decir a Railowsky, veteranos de mil páginas. Imagen y comunicación (sobre todo fotografía) son sus señas de identidad desde hace treinta años menos quince días. «Éramos dos hermanos, uno quería una librería y el otro una galería para exponer fotografía», relata Juan Pedro Font de Mora, único de los tres socios que permanece. Así nació este híbrido que en el 95 llegó a exponer a Cartier-Bresson. «No vino pero nos carteamos con él», apunta el librero. Unos alemanes curiosos o un tótem de la fotografía. Cada uno necesita su gasolina. Font de Mora apunta, en plena decadencia para la tinta sobre papel, cuál es el alimento de la librería: «Cada vez hay más estudiantes, que son los más interesantes. Hay una renovación a pesar de la crisis». El tendero se rebela ante la compasión: «Te dicen ?cuánto resistes?, pero después no compran un libro».

Admite también que quizás tenga el entusiasmo desconchado cuando se le apunta que la anterior entrevistada sonaba más vitalista. Lógico, acaba de abrir. Ella es Alodia Clemente y en febrero inauguró en Benimaclet „«somos tres generaciones aquí», caray, una dinastía„ La Rossa, una librería que admite cualquier libro. ¿Especializada en qué, entonces? Repasen las estanterías: ni un autor es hombre. Virginia Woolf es la escritora más vendida en este local en clave femenina y feminista que alberga, además, una de las colecciones de cuentos infantiles más originales que se pueden encontrar en la ciudad: «Proponen modelos de familia diferentes a la tradicional. De Hotel de Papel tenemos incluso un relato de Virginia Woolf para niños», apunta Clemente, que también adereza la venta con presentaciones, ponencias y actos que sellan la identidad de la librería, en un barrio propicio para su aventura: «Vienen muchas chicas que estudian el máster de estudios de género y me reclaman ellas lo que necesitan».

De La Rossa podríamos seguir saltando, como en un juego de plataformas, a librerías que soplan en una sola dirección. Disculpen las que quedan fuera: Patagonia (viajes), Amadeus (música) y tantas otras. Hay alguna rareza entre rarezas, difícil incluso de encontrarla abierta. La Biblioteca Mágica en Pérez Galdós, con un mago al frente, Juan Manuel Marco: un fondo considerable para ilusionistas y reuniones para leer, ensayar y lo que surja cada miércoles. Él ofrece un digno final: «No existe otra como esta».

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