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Agujeros negros

La gente tiene una idea muy equivocada de lo que significa la frase agujeros negros. Uno se imagina algo siniestro, una especie de cueva llena de murciélagos o, peor aún, la boca del infierno. Como no lo tenía claro, se lo pregunté a un amigo físico y me dijo que es una zona del espacio en la que la densidad de la masa es tan grande que nada, ni siquiera la luz, puede escapar. Son estrellas que se han comprimido y llega un momento en el que la gravedad es tan intensa que atrapa todo lo que tocan y ya no lo dejan salir. Me quedé de una pieza. ¿Me puedes poner un ejemplo? -le pregunté. No sé cómo -me dijo-, en los agujeros negros dejan de cumplirse las leyes de la Física, así que estoy tan mal preparado para imaginármelo como tú.

¡Ay, estos de ciencias! Nosotros, los de letras, no seremos tan científicos, pero lo que es imaginación, la tenemos a raudales. Así que me puse a pensar un rato y -¡eureka!- en seguida se hizo la luz en mi cerebro (o sea que dejó de ser un agujero negro). Leo en Levante-EMV que la Conselleria d´Educació se va a gastar un millón de euros para «desatascar la gestión», decía literalmente el titular. ¿Desatascar? Sería la primera vez que una estructura burocrática se simplifica prescindiendo de parte del organigrama, como una tubería se libera de los residuos. Entré muy interesado en el cuerpo de la noticia, pero descubrí con desaliento que se trata de lo de siempre: cuatro nuevas subdirecciones generales con más funcionarios, más reuniones, más despachos, más papelotes. En definitiva que la masa burocrática de la Conselleria d´Educació se va a volver más densa y todo será más complicado. Todavía no es un agujero negro, pero ya estamos en la fase de la enana blanca: ¡pobre del educador o del creador cultural que se aventure por los pasillos del edificio de la Avinguda de Campanar, más le vale llevarse un saco de dormir y provisiones para una semana! Irónicamente, las oficinas de gestión de la Generalitat se llaman Prop: ¿quién iba a imaginarse que este prop es el del agujero negro, donde el centro te atrae con tanta fuerza que la repulsión de los electrones no basta para que puedas soltarte!

No seas frívolo, me dijo mi amigo el físico, esto pasará en educación, pero en cultura es todo lo contrario, hay mucha libertad y, si me apuras, hasta demasiada, conque de agujero negro, nada. Veamos, le dije, abriendo otra vez el mismo ejemplar del diario por la página cultural. Allí me encontré con la respuesta: resulta que una encuesta de la UV ha puesto de manifiesto que la cultura se ve entre nosotros como algo caro y elitista, como una especie de secta formada por cuatro iniciados incapaces de salir del agujero negro y abrirse a los demás, por lo que recomiendan asociarla al ocio mejor que a la ciencia y a la formación. Me quedé pensativo. ¿De verdad está la cultura valenciana llena de agujeros negros? Por ejemplo, ¿se puede decir que los escritores forman una secta, que siempre figuran los mismos en los actos que se programan? Me contesté a mí mismo: me temo que así es, en realidad nada ha cambiado desde los tiempos del Gobierno anterior ¿Y el teatro, la música, las artes plásticas?: pues tres cuartos de lo mismo. En València la cultura se está espesando, cada vez hay menos voces, caras o paletas nuevas y más de lo mismo.

Pero mi amigo el físico tiene recursos para todo. —Vale, me dijo, puede que suceda así en la cultura burguesa, pero ¡no me digas que el mundo de las Fallas no es alegre, abierto y popular, como un firmamento lleno de estrellas en su nit del foc! Eso será, le concedí dubitativo: desde luego, ese mundo no tiene nada de repetitivo, es creativo, espontáneo y tremendamente original como podremos comprobar dentro de un mes. No es un agujero negro, es un forat d´or. Lástima que este año me lo pierda porque tengo contratada una estancia de descanso en un agujero negro de las Bahamas durante las Fallas.

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