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El aire indescifrable de Clarice Lispector

El aire indescifrable de Clarice Lispector

Hay una anécdota al comienzo de la biografía de Clarice Lispector (Chechelnik, Ucrania, 1920 - Río de Janeiro, Brasil, 1977) -Por qué este mundo, editorial Siruela, escrita por Benjamin Moser- que da buena cuenta de la dimensión misteriosa y ciertamente recóndita que acompañó siempre a la escritora brasileña. Durante uno de sus viajes a Egipto con su marido diplomático, Lispector fue a visitar la Esfinge, la monumental y mítica escultura que se encuentra cercana al río Nilo. Cuenta Moser que Lispector le sostuvo la mirada para después pronunciar la siguiente frase. «No la descifré, pero tampoco ella me descifró a mí».

Clarice Lispector era tan misteriosa que ni ella misma se entendía. Su obra, compuesta por títulos tan fascinantes como crípticos -Un soplo de vida, La hora de la estrella, Agua viva, La pasión según G.H.-, se ensancha a lo largo de unos años vertiginosos. «¿De dónde vino, cómo vivió, cómo escribió esa persona tan poco parecida a las demás? Ella no quería ser vista como algo raro sino como una mujer normal. Pero normal nunca fue. Recientemente estaba leyendo su segunda novela, La lámpara, escrita por una chica de 23 años y es inevitable preguntarse: ¿cómo es posible que una cosa tan tremenda sea hecha por una persona tan joven? Y este es el misterio del gran artista, del verdadero genio», explica Benjamin Moser, biógrafo de Clarice y columnista en The New York Times Book Review.

La primera parte del libro ahonda en la identidad de Lispector, en su brasileñidad. A este respecto, la escritora siempre fue considerada una extranjera por muchos brasileños por su manera de hablar. Tenía unas erres complicadas y un ceceo manifiesto. Sin embargo, esa no-identidad iba más allá de cuestiones meramente logopédicas: «Es verdad que tenía un acento bastante raro: no podía pronunciar la erre y por eso su habla tenía algo de francesa. Era alta y rubia en un país donde las altas rubias eran poco comunes. Pero, sobre todo, ella andaba por el mundo de manera diferente. Un amigo dijo que iba por el mundo como quien llega a una ciudad desconocida en el medio de la noche durante un paro general de transportes». Esta elocuente metáfora explica bien el carácter de una escritora cuyo origen se sitúa en la Ucrania de 1920. Existe una herida que atraviesa toda la vida de Lispector que jamás olvid: el asesinato de su abuelo y la violación de su madre. Después de la Primera Guerra Mundial, el gobierno había desaparecido y los ataques a judíos llegaron a proporciones no vistas anteriormente y que solo serían excedidas por Hitler en el Holocausto. En aquella aldea perdida de Ucrania, la familia Lispector en la que creció Clarice padeció esa feroz violencia. Ella era la más pequeña de las hermanas y, afortunadamente, no tuvo que sufrir esa violencia. Su vida fue algo más sencilla aunque la pérdida materna, con apenas nueve años, le marcó profundamente. Sus hermanas Elisa y Tania se convirtieron en unas madres para la escritora y siempre estuvieron muy unidas.

La literatura para Lispector nunca supuso un placer. Tal y como ella decía, la escritura nunca le dio la paz. «Esa era una idea muy adolescente que ella tenía: que el arte le daría paz. Más tarde habló de esa idea con desprecio. Pero la verdad es que al arte no le apreciamos por la paz, sino por la idea de poder comprender mejor este mundo», explica Moser. En este sentido, su escritura es desgarrada, nada complaciente. En sus textos hay ecos místicos de autores como San Juan de la Cruz o Santa Teresa de Jesús: «Ella era una mística por vocación: tenía la sed de aproximarse al divino y también el poder de expresión, es decir, el deseo de contar a los otros las experiencias de esta fuerza divina», explica el autor de Por qué este mundo. Una biografía de Clarice Lispector. Quizás, lo más sorprendente de su obra sea el modo en el que imbrica lo divino con el lenguaje. Ella sostenía la tesis -muy cercana a la tradición judía- de que en Dios se escondían las letras del alfabeto. Algo parecido a que Dios irrumpía de pronto en las cosas más cotidianas y las convertía en fascinantes.

La dimensión extraliteraria de Lispector también es abordada en la biografía. La escritora destacó por una belleza felina. Sin embargo, como bien apunta Moser, «la mayor parte de su erotismo está en sus libros, subyacente». Pero, ¿cómo entrar en el intrincado universo Lispector? ¿Por dónde? Benjamin Moser lo tiene claro: «Yo siempre recomiendo el primero que leí, La hora de la estrella, que por casualidad fue su último libro, publicado muy poco tiempo antes de su muerte. Es un libro de estructura sencilla al que se puede aproximar de muchas maneras. También, por supuesto, es extremamente complejo».

La biografía de Clarice Lispector se lee como una extraordinaria novela, repleta de detalles y anécdotas. Cuarenta años después de su muerte, la escritora goza de una enorme actualidad, con su secreto intacto. Al final de esta obra hay un texto que Clarice preparó cuando sabía que se estaba muriendo. En él destaca por su brillantez la siguiente reflexión: «La inspiración es como un misterioso aroma de ámbar. Llevo un trozo de ámbar conmigo».

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