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La restauración de Marx

La restauración de Marx

La relevancia de Marx en la época contemporánea es reconocida de una u otra manera hasta por sus detractores más enconados. A partir de esta coincidencia básica, los juicios difieren y con frecuencia se expresan en términos antagónicos. Pocos pensadores han conseguido polarizar la opinión en torno a su obra hasta el extremo que lo hizo Marx, no siempre de forma voluntaria. Un estudioso de su vida y sus ideas con reputación de riguroso y ecuánime, Isaiah Berlin, comenzó a escribir la biografía que publicó en 1939, cuando iba a cumplir los treinta, con esta afirmación categórica: «Ningún pensador del siglo xix ejerció sobre la humanidad influencia tan directa, deliberada y profunda como Karl Marx». En su elegante prosa, más adelante Berlin especificaba que aunque algunas de sus conclusiones se revelaran falsas, la teoría marxista no tendría por qué haber creado una actitud enteramente nueva ante los problemas sociales e históricos y haber abierto así «nuevas avenidas al conocimiento humano». Después de la II Guerra Mundial, y de la primera edición de la biografía de Berlin, medio mundo llegó a declararse comunista, bajo la inspiración del marxismo. Marx fue identificado con la revolución de la igualdad y la justicia por amplios sectores de la población en los cinco continentes. Así su efigie acabó convirtiéndose en un icono y el marxismo en una bandera. Visto el impacto de la revolución castrista en toda Sudamérica y los buenos augurios que se desprendían de la descolonización, evidentes en el Sudeste asiático y en varias regiones de África, a lo que se sumaba el control férreo de la Unión Soviética sobre el Este europeo y el asentamiento del maoísmo en la inmensa China, la sentencia de Berlin parecía haberse quedado corta. Para algunos, la figura de Marx había adquirido una grandeza histórica solo comparable a la de Jesús. No tardarían en aparecer dudas y preguntas sobre las dictaduras comunistas, la responsabilidad moral de Marx en las purgas y deportaciones estalinistas, la revolución cultural china o la persecución de los opositores cubanos, y en torno a la verdadera relación entre Marx y el marxismo. La caída del Muro y el descrédito rápidamente generalizado del comunismo hicieron añicos el marxismo postizo que tan útil había sido en el combate político del último siglo. La cuestión ahora era saber si detrás de la caricatura había un pensador solvente, que mereciera la pena estudiar y discutir, y qué tenía que ver su obra con las estrategias de los movimientos y los sistemas políticos que decían actuar en su nombre. Esta es la misión a la que ha dedicado Gareth S. Jones muchos años de su vida. En el capítulo inicial de agradecimientos explica su trabajo como si de un restaurador se tratara, que limpia y depura una obra para exhibir su aspecto original, y en el prólogo precisa: «El objetivo de este libro es situar a Marx de vuelta en el ámbito del siglo xix antes de que estas elaboraciones póstumas sobre su personalidad y sus logros fueran confeccionadas». El historiador británico demuele primero la versión estándar del marxismo propagada por Engels y tantos otros ideólogos y dirigentes, y luego realiza una laboriosa y exhaustiva reconstrucción de la trayectoria vital e intelectual de Marx. El esfuerzo de G. S. Jones ha servido para confirmar definitivamente el abismo que separa el discurso marxista popularizado de las ideas del propio Marx, que con seguridad podríamos decir que han sido objeto de una continuada tergiversación, por no decir de una manipulación nada inocente. Queda demostrado que, en asuntos cruciales, como la teoría de la lucha de clases o la práctica de la revolución, los postulados de Marx han sido forzados según las exigencias políticas de cada momento. El libro relata cada uno de los innumerables avatares de la obra de Marx, incluidos aquellos que le hicieron confesar a su yerno, Paul Lafargue, que él no se consideraba marxista.

La vida de Marx se consumió hundida sin remedio en las deudas, la miseria y la enfermedad. Su pasión por los libros y la política le hicieron deambular por los países centrales, rivalizar ásperamente con cada posible rival que asomaba, fuera Proudhon, Lasalle, Bakunin o cualquier otro, y sufrir grandes decepciones políticas, como la que le ocasionó la revolución de 1848, que nunca llegó a asimilar del todo. Por estas razones o por la dificultad intrínseca del reto intelectual que se impuso, Marx no pudo dar por terminada debidamente su obra. Sus lecturas compulsivas y la convulsa política europea no le permitieron culminar la exposición sistemática de una teoría. La accidentada elaboración y publicación de El Capital es buena muestra de los problemas teóricos y organizativos que tuvo con todos sus escritos. La conclusión de G. S. Jones es que los devaneos de todo tipo de los últimos años distanciaron a Marx cada vez más de Engels en la vida personal y en las inquietudes intelectuales. Tampoco fue Marx un dirigente político de éxito, a pesar de su empeño. En realidad, hasta la aparición en 1867 del primer tomo de su esperada obra magna, Marx no era conocido más que en círculos obreros muy reducidos.

Esta ha sido considerada ya la biografía definitiva de Marx. G. S. Jones consigue su propósito de desmantelar el marxismo y yergue en su lugar una figura de Marx terrenal, convincente, compleja y prolífica, en ocasiones también fallida. De manera que no fue Marx quien ejerció la influencia sin parangón a la que se refería Isaiah Berlin, o en todo caso no la ejerció de forma directa, sino a través del marxismo inventado por los marxistas, que fueron poco respetuosos con las ideas originales de Marx. Constatar esto nos obliga a plantear la pregunta de si una versión fiel al verdadero Marx, como la propuesta aquí, hubiera evitado la historia trágica sufrida por una parte del mundo durante más de medio siglo. La respuesta no es fácil. La biografía de G.S. Jones sitúa a Marx en su tiempo y su circunstancia, en los procesos y los debates políticos de la época y no nos ahorra ninguna de las constantes tribulaciones que Marx sufrió en la elaboración de sus ideas. En este libro de gran extensión, pero fácil lectura, está Marx entero, al fin reconocido como un clásico de la filosofía y las ciencias sociales. Esto le quita a su obra potencial polémico y revolucionario, pero hace a Marx más universal. Nadie marcha ya al grito marxista, pero definitivamente el mundo actual es incognoscible sin Marx.

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