Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Convertir la vida en arte

Convertir la vida en arte

Si piensan que la humanidad se divide entre pobres (la mayoría) y ricos (sólo unos pocos); o entre hombres y mujeres de derechas y hombres y mujeres de izquierdas; o incluso entre aquellos que se cepillan los dientes y aquellos que no se los cepillan, están muy equivocados. Esos grupos son permeables, y sus integrantes pueden pasar, o ser arrojados, de un grupo a otro con facilidad. Hoy rico, mañana pobre. Hoy de izquierdas, mañana de derechas. Quién te ha visto y quién te ve. Los hombres, créanme, se dividen entre los que leen y los que no leen. Las mujeres también, por supuesto. Aquí sí que hay una frontera difícil de cruzar. «Nunca he llegado a tener afinidad ni a sentirme realmente cómodo con personas que no leen o que nunca han leído. Para mí es un requisito esencial. De lo contrario echo en falta algo, amplitud de miras, noción de la historia, una sintonía compartida.» Bueno, es una forma de expresarlo. James Salter tiene estilo. Nos pasamos la vida traduciendo, nos pasamos la vida interpretando, nos pasamos la vida mintiendo.

Y ahora hablemos de los detalles. «Todo está en los detalles» escribe Salter en su último y póstumo libro, El arte de la ficción, en el que rememora su experiencia de escritor y de lector; la cita anterior también pertenece a este libro. Se empieza leyendo por el placer de leer y se termina leyendo por el placer de leer. En medio se lee por distintas razones. Todo lo que hacemos en la edad adulta lo hacemos siempre por alguna razón. Sólo durante la infancia y la vejez no se necesitan las razones. Salter nos cuenta cómo y cuándo (e incluso por qué) se hizo, o se convirtió, en escritor. Nos habla de los libros que leía entonces, de cómo se ganaba la vida, a quién conoció? por cierto, la frase «todo está en los detalles» no es de él naturalmente. No importa. El arte de la ficción reúne tres conferencias que James Salter leyó en la Universidad de Virginia a la edad de ochenta y nueve años. Damos el dato de la edad, por lo demás irrelevante, para animarnos y para animarles, pues lo que importa es el contenido de estas tres conferencias, lo que importa es lo que cuenta en ellas y cómo lo cuenta, lo que importa es el estilo, lo que importan son los detalles. Veamos algunos.

James Salter (Nueva York, 1925 - Sag Harbor, 2015), escribió varias colecciones de relatos, varios guiones para el cine, seis novelas, espléndida la última de ellas, Todo lo que hay, y espléndidas también sus memorias, Quemar los días, de las que nos cuenta alguna anécdota en su última conferencia. Y en cuanto al estilo, hay que decir que fue la gran preocupación de James Salter y de tantos escritores que no acababan de gustarse a sí mismos (buena señal por cierto, pero esto es otra historia). Todos tenemos un estilo, lectores incluidos, que casi siempre suele ser imitado. Y sólo puede hablarse de estilo propio -por ejemplo el de Salter - cuando se ha superado la etapa de la imitación. «Al principio, cuando empiezas como escritor, no sueles tener voz propia. Suelen afectarte las influencias o la atracción de un escritor consolidado, alguien cuyos libros y aura te deslumbran. Intentas seguir sus pasos. Adoptas su forma de ver las cosas.» Tratas de escribir como él. No lo consigues, naturalmente. Y estás a punto de tirar la toalla. Etapa necesaria sin duda, tan necesaria como necesario es superarla, cosa que sucederá indefectiblemente cuando ampliemos nuestra experiencia lectora. Cuando hayamos vivido más. Cuando ya no nos importe demasiado escribir tonterías.

La segunda conferencia, Escribir novelas, trata de eso mismo, de la escritura de novelas, de cómo escribir una novela, cómo empezar, cómo terminar, cómo mantener la tensión, cómo no perder al lector por el camino. Salter no da recetas, no dice cómo hay que hacer las cosas; pero dice en cambio las cosas que hay que hacer y, en todo caso, las que no hay que hacer. Y, pregunta que tarde o temprano acabamos por hacernos: ¿por qué o para quién escribimos, es decir, por qué hacemos algo que tantos esfuerzos nos exige, que tanto tiempo nos ocupa, que tan poco dinero nos reporta? Pues por lo que hacemos casi todo en esta vida, para que nos admiren, para que nos quieran. A fin de cuentas los escritores son hombres como los demás. Y están tan necesitados de afecto y reconocimiento como cualquiera. Y cualquiera puede llegar a ser escritor. ¿Cualquiera?

¿Realmente? ¿Se puede enseñar a escribir? Porque si todo se puede enseñar, entonces también se debería poder enseñar a escribir. Pero que todo se pueda aprender no quiere decir necesariamente que todo se pueda enseñar. Hay cosas que no se pueden enseñar. Se pueden aprender, pero no se pueden enseñar. No tenemos más remedio que admitirlo. A amar es una de ellas. A escribir, otra.

«Creo que enseñar a escribir se parece a enseñar a bailar. Si alguien tiene sentido del ritmo quizá se le pueda enseñar algo.» Salter, en estas tres conferencias, pero sobre todo en la tercera, Convertir la vida en arte (no confundir con el ideal romántico de «convertir la propia vida en una obra de arte»), a la vez que nos habla de cómo narrar la vida, de la importancia del ritmo, de la cadencia, de los detalles, del estilo, etcétera, nos va contando anécdotas de su vida y de la de algunos escritores que conoció, de manera que la conferencia se va convirtiendo poco a poco en una confidencia. Una confidencia espontánea, o al menos tiene toda la pinta de serlo, en la que se deja llevar de un tema a otro, de un recuerdo a otro, de un autor a otro, para contarnos finalmente Eugenia Vázquez Nacarinocómo escribe él, en qué consiste su método de escritura, que como fácilmente imaginarán es cualquier cosa menos un método. Resumiendo: «A veces el día va bien. A menudo, no.» Y nos cuenta entonces, para terminar, cómo escribió su última novela, Todo lo que hay, cuyo título inicial era Toda, un guiño a Victor Hugo, una clave que utilizó Hugo en sus cuadernos. Victor Hugo fue como sabemos, además de un inmenso escritor, un notable mujeriego (aunque quizá no sepan que se cepillaba los dientes con el cepillo de su amante. ¡Ay, las amantes indiscretas!) ¿Qué quería ocultar con la palabra Toda? Les daré una pista: «Los escritores siempre han tomado lo que necesitaban de la realidad y a veces más de lo que necesitaban.» Lo dice James Salter. Un inmenso escritor que sabe de lo que habla. Que sabe que en esta vida «todo es absurdo excepto el honor, el amor y lo poco que el corazón conoce.»

Compartir el artículo

stats