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J.D. Salinger

El guardián inmortal

El guardián entre el centeno. J. D. Salinger Alianza Editorial

Si entras en la web de la editorial Alianza en busca de información sobre J.D. Salinger te topas con el siguiente muro con ecos de quien lo levantó en su día: «Por expreso deseo del autor, no está permitido que la editorial aporte en su material promocional ningún tipo de texto adicional, información biográfica, cita o reseña relacionados con esta obra. El lector interesado podrá, no obstante, encontrar abundante información al respecto en internet». Lo que sí aparece son las elegantes portadas de las cuatro obras reeditadas en tapa dura: El guardián entre el centeno; Nueve cuentos; Franny y Zooey y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: Una introducción. Con traducciones de Carmen Criado exigidas por los herederos para respetar la homogeneidad -y adaptadas a los nuevos tiempos sin las cortapisas de las primeras ediciones en tiempos más pacatos- y brillando especialmente las portadas de Manuel Estrada, Premio Nacional de Diseño, la palabra inconfundible y enigmática de Salinger irrumpe de nuevo en la actualidad editorial sin haber perdido ni un ápice de modernidad. A las puertas del centenario del autor (el 1 de enero de 2019), Hollywood no ha dejado pasar la oportunidad de indagar en la misteriosa vida del escritor: con el estreno de Rebelde en el centeno, una película que la crítica estadounidense ha recibido con frialdad acusándola de ser demasiado convencional en su aproximación a la figura de Salinger, un personaje que representa lo opuesto. Curiosamente, lo más «provocador» de la cinta es la aparición en ella del actor Kevin Spacey, caído ahora en desgracia por las acusaciones de abusos sexuales. En este caso se mantuvo su presencia, a diferencia de lo que hizo Ridley Scott en Todo el dinero del mundo. Spacey encarna al profesor que echó una mano al joven escritor antes de publicar su primer libro. Jerome David Salinger (1919-2010) entró en la historia de la literatura con su primera y demoledora novela. El guardián entre el centeno se convirtió en un clásico instantáneo, y su protagonista, Holden Caulfield, pasó ser uno de los personajes más icónicos de la literatura universal como representación pura y cruda de las zozobras y quebrantos de la adolescencia. Sin pelos en la lengua. Y lo hizo en 1951. Llegaron luego Nueve cuentos (1953), Franny y Zooey (1961) y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción (1963). Haciendo premonitorias las últimas palabras de El guardián... («No cuenten nunca nada a nadie. Si lo hacen, empezarán a echar de menos a todo el mundo»), Salinger bajó la persiana, huyó del éxito, espantó cualquier tentación de dejarse seducir por la popularidad y coleccionar los premios que, sin duda, hubieran llegado en cascada. Salinger se retiró a una casa de Cornish (New Hampshire). Y punto. No dejó de escribir pero solo para sus ojos. Salinger, apuntan los expertos, desapareció del mapa porque quería que fuera su legado literario el que hablara por él. Leyendo estas cuatro obras maestras de la literatura por las que no pasa el tiempo es inevitable pensar que su autor estaba convencido de que nada de lo que escribiera después estaría a la altura.

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