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Viñetas ramonianas

Ramones. Novela gráfica. Redbook / Ma non tropo

«¡Hijoputas! ¡Este es mi show, mi grabación! os vais a quedar aquí hasta que yo os diga o hasta que os deje iros, ¿lo pilláis? Y después nos vamos a meter en el estudio...,¿Me seguís el pensamiento en esto?..., Este álbum tiene que ser enorme. ¡Es como mi regreso, y el también el vuestro!». La voz amenazante de Phil Spector cortaba el aire en las interminables sesiones de grabación de End of the Century (1980), el quinto álbum de la banda neoyorquina Ramones. «¡Tiene que ser perfecto, el sonido perfecto! ¡Estoy creando una obra maestra», decía una y otra vez Spector en los estudios Gold Star de Los Angeles, en los que concentró el grueso del trabajo.

La secuencia de una desquiciada grabación en la que el creador del muro de sonido no dudaba en amenazar con una pistola a Dee Dee Ramone, el bajista de Ramones, es el punto de partida de Ramones. La novela gráfica (Red Book/Ma Non Troppo, 2018), de JimMcCarthy y Brian Williamson, un relato en blanco y negro en 170 páginas en el que se traza la historia de Ramones, de sus protagonistas, y de centenares de personajes que desde Nueva York a Londres se contagiaron del Hey Ho, Let s Go!, la exclamación que en abril de 1976 aventuraba una revolución en el curso de la música. El arranque de la novela gráfica de Ramones presenta a la banda tras haber despachado sus cuatro primeros discos: Ramones (1976), Leave Home (1977), Rocket to Russia (1977) y Road to Ruin (1978), para comenzar a escarbar en el entorno familiar y social en el que crecieron estos cuatro inadaptados de Forrest Hill que encontraron en la música -en particular el proto punk de The Stooges-, una vía de escape: Johnny, Joey, Dee Dee y Tommy, la primera formación de la familia Ramone.

Y es que los Ramones son personajes de cómic, impreso y en televisión -caso de Los Simpsons-, un arte que les acompañó en vida, tras su disolución, y ahora en 2018 cuando solo queda en activo Marky Ramone, que se incorporó en 1978, tras la salida de Tommy -batería en los tres primeros álbumes- y se estrenó en Road to Ruin, cuya portada los retrataba como figuras de novela gráfica.

La edición en España de la novela gráfica de Jim McCarthy y Brian Williamson - que hicieron lo propio con Nirvana y Metallica-, viene a implementar la historia en viñetas ramonianas, que se ha cobrado distintas publicaciones en los últimos tiempos: los cómics Archie conoce a los Ramones, en Norma Editorial, hace dos años; la también novela gráfica One Two Three Four Ramones (Dibuks, 2018), firmada por Xavier Bétaucourt, Bruno Cadène y Éric Cartier, donde es Dee Dee quien articula el relato de vida y obra de «un adolescente inmaduro y yonqui, un esquizofrénico con trastorno obsesivo y compulsivo, un pequeño macarra autoritario y un asocial que no deja entrar a nadie en su casa»; y entre otros, una ventana ilustrada para el público infantil, Ramones (Reservoir Kids, 2017), con textos de Soledad Romero e ilustraciones de Joe Padilla.

Jeffrey Hyman, Joey Ramone, la voz, falleció en 2001; Douglas Colvin, Dee Dee Ramone, cogía el tren al año siguiente, en 2002; en 2004 se marchaba John Cummings, Johnny Ramone, la guitarra cortante que sonaba como una motosierra; y Thomas Erdely, Tommy Ramone, fallecía en 2014. Los baterías Marky, Richie -que sustituyó a Marky entre 1983 y 1987- y Elvis -el más efímero- siguen luciendo el apellido, al igual que CJ, el bajista que cubrió a Dee Dee tras su marcha en 1989 cuando quiso probar suerte con el rap.

Ramones. La novela gráfica permite bucear en el universo ramoniano que entre 1974 y 1996 dejó catorce discos, y que tuvo un efecto multiplicador en todo el planeta. Vaqueros rotos, chupa de cuero, zapatillas Converse, y píldoras de punk rock anfetamínico de dos minutos. Tras su estreno, se multiplicaban las bandas que con conocimientos musicales mínimos reverenciaban himnos generaciones. Catorce cartuchazos que en media hora se ponía del revés la historia del rock y suponía la primera manifestación del punk rock estadounidense que rugía con fuerza desde Queens, en Nueva York. Fue la semilla que cruzaría el Atlántico y que alumbraba el camino a una generación de músicos ingleses que amplificaron el punk como si no hubiera un mañana con Sex Pistols, The Clash y Damned a la cabeza.

La novela camina por las rutas ya conocidas de Ramones, pero se deja leer con atención, y que se enriquece si se escuchan los discos y canciones según se avanzan las páginas. Del estallido inicial, que todavía resuena, a la decepción tras su contacto con la escena inglesa; aquellos imberbes que habían comprendido el incendiario lenguaje de The Stooges y que les adelantaban por la derecha; la turbulenta relación entre Joey y Johnny que terminó por revirarse -la novia de por medio- hasta el extremo de no hablarse entre ellos; las giras interminables; la búsqueda de un gran éxito que se resistía, y cómo de un día para otro parecía que Ramones se habían convertido en los mismos dinosaurios que mandaban en la música cuando decidieron aprender a tocar tres acordes, y volcar en canciones simples, directas y pegadizas toda la rabia que se apropia de un adolescente indomable.

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