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Abismos gustosos

Benidorm alpino

El libro fotográfico de Jaume Fuster sobre la Serra Gelada rescata los mitos y leyendas del parque natural

Parc natural de Serra Gelada

Jaume Fuster -fotógrafo y creador del proyecto- sitúa el lejano origen de este libro en un momento de su infancia: cuando por primera vez contempló la Serra Gelada de Benidorm, navegando en barca con su padre. Esa fascinación, esa emoción irrepetible, pertenece a familia similar que la fijación pictórica de Paul Cézanne con la montaña de la Santa Victoria, o lo que supuso para el fotógrafo Ansel Adams descubrir el parque natural de Yosemite?

Este singular libro fotográfico contiene no pocas peculiaridades. Mencionaremos algunas.

Las páginas no están numeradas. Carece de índice. Convenciones que no son pertinentes aquí. El orden de páginas lo establece la sucesiva posición del sol.

Su formato es infrecuente. 16 x 34 cm. Recuerda las antiguas libretas de apuntes contables. Llamativamente horizontal, llamativamente vertical. Para su contemplación y lectura el lector-espectador tiene que efectuar un pautado cambio de posición del libro, según una dialéctica (como se decía antiguamente), que encuentra correlación con el horizontal azul del mar y la abrumadora verticalidad de la Serra Gelada.

Las imágenes van acompañadas por textos del diversos autores: Francesc Xavier Llorca Ibi, Vicenç Maria Rosselló i Verger, Carolina Frías Castillejo, Joan Piera Olives, y el propio Jaume Fuster. Cada uno de ellos considera la Serra Gelada desde perspectivas especificas: geográficas, arqueológicas, botánicas, etno-históricas, autobiográficas?

Este volumen, admirablemente obsesivo, está configurado como un complejo hojaldrado espacio-temporal.

A propósito de una descripción de la Isla de Benidorm, encontramos el estilo estanco, de una precisión politécnica, del eminente geógrafo y profesor emérito Vicenç Maria Roselló: «Vet ací que ens monstra la vora mes espadada amb quatre passades de cretaci que propicien escletxes i coves on nien els falcons?» Seca prosa científica humedecida con algún matiz elegíaco: «?on nien els falcons i es refugiaven -en pretèrit, ai las¡- els llops marins o les foques (Monachus monachus), esvaïts el segle passat».

O las instructivas precisiones filológicas del profesor Francesc Xavier Llorca: «Quasi toda la terminología de la Serra té un origen romànic. Els estrats lingüístics anteriors (àrab, mossàrab, llatí i ibèric) foren esborrats per la prohibición d'acostar-se a la costa que pessava sobre el musulmans».

Este Parque es también una reserva natural de consejas, apólogos, leyendas?, como la de Cova de la Dona; cuenta las vicisitudes de una hermosa pastora a punto de ser raptada por corsarios berberiscos; logra finalmente escapar ocultándose en la mencionada cueva.

Hubo también una mina de ocre rojo, Mina de la Virgen del Carmen; operó desde mitades del siglo XIX a principios del XX. El capataz, un tal Miguel Soler, se fue en 1888 a Argelia, dejando a su mujer al frente de la explotación minera.

Ante los frecuentes ataques piratas, se creó un amplio sistema defensivo de fortificaciones, atalayas y torres. Los soldados tenían normas estrictas. Padre e hijo o hermanos, no podían permanecer en la misma torre; o la prohibición de que entrara alguien ajeno a la milicia, aunque fuera persona perfectamente conocida. La llamada Casa de Seguró es un vestigio de aquel sistema.

La abscóndita Cueva de los Contrabandistas sirvió, a finales de los años 90 del pasado siglo, como eventual eremitorio de Wolfgang Bars, alemán apesadumbrado que buscando paz, practicaba meditación y ayuno, conforme a las doctrinas de la «nutrición pránica», es decir, alimentarse de luz. Permaneció varias semanas. Estuvo a punto de fallecer.

El faro del Albir estaba atendido por dos fareros. Dado su aislamiento y falta de recursos, las condiciones de vida de estos funcionarios eran realmente duras. En los años 60, quedó deshabitado. Estas torres de luz fueron automatizadas; quedó extinguido el cuerpo de fareros.

Se menciona también la Coveta de la cala de Ti Chimo, lugar de indiscutible interés etnográfico; lo frecuentaban durante las fiestas de Pascua, y también para pasar la noche de bodas las parejas del Benidorm de otros tiempos. El profesor Rosselló describe este paraje así: «El rocam anfractuós del cretaci, combatut per l'onatge, mostra un escapoló d'eolianita quaternària: roig i blanc».

Los rascacielos del actual Benidorm parecen imitar y componer una rara rima visual con la imponente y enigmática Serra Gelada, que es más antigua que las pirámides.

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