La relación entre palabra escrita e imagen visual constituye una de las más longevas, fecundas y multiformes que se han dado en el apasionante mundo de las artes. Relación que ha adquirido especiales características en el libro, bien como instrumento de lectura (durante centenares de años) bien como objeto artístico. Precisamente en este fértil territorio, llevado a su más riguroso presente, se sitúa esta tercera edición de Sindokma, necesario juego de palabras que remite a la principal entidad organizadora, la revista Makma y que alude a la singular idiosincrasia de esta feria atenta a la singularidad, la heterodoxia, lo alternativo, al compromiso personal y colectivo.
Se han dado cita una cincuentena de expositores entre editoriales, publicaciones independientes, revistas, sellos de libros de artista y de ediciones contemporáneas, tanto de la Comunitat Valenciana como del resto del territorio nacional e internacional. En coherencia con la innegable dimensión cultural del libro, a medio camino entre el placer de la lectura y la dimensión estética de la visualidad, han sido numerosas las actividades que se han llevado a cabo, complementarias a las obligadas presentaciones de novedades editoriales, tales como talleres infantiles y juveniles, mesas redondas, conferencias y un largo etcétera.
El primer plato fuerte del festival, además de su acto casi inaugural, es la exposición internacional de libros de artista Tierras Áridas. Un completo y complejo programa curatorial coordinado, desde el Departamento de Dibujo de la UPV, por Antonio Alcaraz. Todos y cada uno de los libros ensamblados que componen la muestra, giran en torno al eje común de las relaciones emocionales -y su plasmación gráfica- que se establecen con el paisaje, concretamente con paisajes desérticos, derruidos, abandonados. Feliz ejercicio que conjuga las diversidades poéticas con una unidad estructural común. Arizona, Oaxaca, Campeche, Londres, Jaén y Valencia, fijan los puntos geográficos y neurálgicos de este impactante conjunto que para nada queda encerrado en la Sala Oberta de La Nau.
Saliendo a la bulliciosa actividad del claustro, recorremos con la parsimonia y la atención merecidas la amplia oferta trufada de gratas sorpresas. Por la parte relacionada con los libros de artista, comisariada por el siempre activo y esta vez un tanto activista Vicente Chambó, sobresalen proyectos con una dilatada y reconocida trayectoria como La Más Bella, o la singularmente específica, Lalata. Las cuidadísimas y justamente premiadas aventuras editoriales de El Caballero de la Blanca Luna. O la no menos exquisita y oriental propuesta de la madrileña Photosai, con una preciosista serie de aguafuertes del artista Fernando Bellver. El tándem Museo el ruso& Doce Islas presentan artistas en su mayoría valencianos convocados por Marisa Giménez: Jorge Carla, Calo Carratalá, Manuel Olías (pequeñas piezas cargadas de sensibilidad e ironía) y Felicia Puerta (pura poesía esa trilogía pintada que revela al tiempo que oculta). Finalmente nos llama la atención, las epístolas seculares y un punto gamberras de un singular proyecto que no deja de crecer sin variar su tamaño: Papel engomado.
Por la parte comisariada por José Ramón Alarcón, englobada en lo que se conoce como edición contemporánea, pasamos un largo trago saboreando la cocina lenta y sabia de la editorial Vaso Roto. Nos atrapa la increíble historia de Fracaso Books, un éxito editorial (Los Modlin ya han alcanzado su quinta edición) a base de un extraordinario rigor fuera de norma.
Chocamos con los puñetazos visuales de la revista Canibaal, que presentaba su último número y nos reencontramos con una de nuestras revistas de cabecera: Concreta, que sigue, sin prisa pero sin pausa, afianzándose mediante la edición de monografías a cuál más interesante.
En definitiva una feria diferente, atractiva y hasta divertida que deseamos siga madurando y dando nuevos y buenos frutos en sucesivas ediciones.
