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Reflexiones reaccionarias

El otro día, hablando con unos jóvenes confianzudos, me perdonaron la vida al señalar que lo que les decía era "reaccionario". Veamos. El diccionario de la RAE define reaccionario como "término referido a ideologías o personas que aspiran a instaurar un estado de cosas anterior al presente". Hasta aquí nada de particular, viene a ser la vieja idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Cuando las personas mayores se quejan de que los jóvenes son poco considerados porque no les ceden el asiento en los transportes públicos nadie las llama reaccionarias. Sin embargo, la RAE añade que "se originó como expresión peyorativa para referirse, desde la Revolución francesa, a lo que se opone a la revolución, como sinónimo de contrarrevolucionario". Y aquí ya tenemos un problema porque la palabra reaccionario pasa a tener connotación negativa, se supone que es algo malo y que si te llaman reaccionario, debes darte por ofendido. Curiosamente, su origen histórico fue la llamada reacción de Termidor que comienza el 26 de octubre de 1795 con la caída de Robespierre y de los jacobinos. Mira por dónde. O sea que los reaccionarios fueron los republicanos moderados que echaron a Robespierre para frenar su afición a guillotinar enemigos por cualquier nadería.

Como soy de natural más bien moderado, les confieso mi simpatía por aquellos reaccionarios. Por supuesto que hay reaccionarios francamente detestables: la dictadura franquista que proclamaba todo aquello de "por el imperio hacia Dios" (entre reaccionarios es habitual meter a Dios hasta en la sopa), la protodictadura trumpista (y trampista) con su "make America great again", Orbán y Salvini cargando contra los refugiados, y así sucesivamente. Pero hay pensamientos reaccionarios que me parecen positivos. Por ejemplo, los verdes, esa gente rara que prefiere ir en bici o andando en vez de coger el coche y que instala costosas placas solares en su casa para obtener energía limpia a pesar del castigo fiscal a que están sometidas en España. Bueno, sí -me dirán-, pero los ecologistas no se oponen al progreso ya que las placas solares son precisamente el progreso, en tiempos de Watt y de Edison no existían. En cambio, cuando de lo que se trata es de volver atrás, de preferir actitudes, objetos, hábitos o convicciones, no hay duda: estamos ante el pensamiento reaccionario.

Pues qué quieren que les diga. ¿Les parece reaccionario recelar de las redes sociales? Si tienen la convicción de que se trata de un progreso admirable de nuestra civilización y de repente se encuentran con alguien como yo que tiene la mosca detrás de la oreja, me llamarán reaccionario. Y, sin embargo, conocen, igual que yo, algunos hechos sangrantes. Bolsonaro, esa desgracia que acaba de caer sobre Brasil, prácticamente no acudía a ningún mitin, hizo toda la campaña electoral por Twitter y, nada más ganar, pronunció su primer discurso desde su casa con Facebook Live. Robert Bowers, el asesino de la sinagoga de Pittsburgh, había explicitado abundantemente sus tendencias homicidas en las redes sociales, no puede decirse que fuera una sorpresa. En la UE el ciber bullying afecta a veinticuatro millones de niños, es decir a siete de cada diez, y es especialmente agudo en Gran Bretaña, España, Francia y Holanda. La ONU acaba de denunciar la responsabilidad de Facebook en la difusión del discurso del odio contra los rohingya en Myamar y el genocidio que ha resultado del mismo. Hace dos meses la policía española detuvo a una veintena de delincuentes y requisó dos millones y medio (¡) de archivos multimedia de pornografía infantil que se difundían por las redes. Todos estos hechos producen escalofríos: si no se hace algo pronto, me temo que vamos a la debacle. ¿Habrá que cortar por lo sano adoptando medidas reaccionarias? No es políticamente correcto, pero padecemos una libertad digital que, francamente, nos desborda: me parecería un acto reaccionario de lo más progresista hacer algo de una santa vez.

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