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Qué peces, qué ríos

Qué peces, qué ríos

La internacionalización en las artes escénicas para mí desde siempre es un camino de ida y de vuelta; así la entiendo y la aplico en esa doble dirección. Parece muy manida esta idea pero es fundamental tenerla presente siempre para no sucumbir en el intento.

Yo soy de los que utilizan las redes sociales de una manera intensa para posicionarme como ser creativo y como ser crítico, sobre todo. Es mi lugar para gritar, para aullar, para testear pensamientos y estrategias. Desde hace unos cuantos años el proyecto en que nací como ser creativo tiene una línea de trabajo internacional. Proyectos europeos, relaciones con salas, compañías y redes europeas. Estas relaciones nos obligan a mantener una tensión que aún no tengo claro si es buena o mala, si será beneficioso a medio o largo plazo o será un fracaso. A veces los fracasos son caminos necesarios para aprender dónde está uno y en qué contexto actúa, pero hay fracasos de los que no te levantas.

La incertidumbre es galopante en estos momentos, tanto en nosotros como en algunas políticas como en la política general y esto acentúa las dudas sobre esta dirección tomada en nuestro proyecto. Lo que sí sé es que esta línea de internacionalización que emprendimos hace ya bastantes años nos ha obligado siempre a pensar más allá del corto plazo, como beneficio directo. A partir de emprender estas relaciones europeas hemos tenido que pensar la mayoría de las acciones en modo medio plazo o largo plazo. La internacionalización no es fruto de un día, de un mes€ no tienes recompensa artística, social o económica inmediata. La económica ni inmediata ni lejana, además. Es un camino lento, a fuego lento.

Y después de todos estos años asistiendo a foros culturales o políticos, encuentros, festivales europeos empiezo a tener claro distintas cuestiones que me afectan como parte de un ecosistema cultural: no vamos por el buen camino. El aumento de presupuestos para cultura, las buenas acciones de la dirección adjunta de artes escénicas del IVC y otras movidas parece que desmientan esta conclusión lapidaria. Pero existen una serie de cuestiones económicas, de pensamiento que pueden llevarnos a la duda sobre esa idea y sensación de Resurgiment o Renaixença de la cultura valenciana. Para este número destacaré y me moveré por el relato de la internacionalización y en otros artículos destacaré otras cuestiones que me hacen poder titubear «no vamos por el buen camino», aunque también he de decir que hay que caminar y no retroceder y eso sí que se está haciendo desde lo público y desde lo privado. Estas pueden ser algunas de las cuestiones que iré planteando: la circulación de la creación y de la creatividad a nivel Comunitat Valenciana, pero también a nivel nacional, las ayudas al sector estatal y local, la creación de públicos€ Decir que no vamos por el buen camino, no significa que no se hayan activado acciones interesantes y relatos que ilusionan. No. Mi «no vamos por el buen camino» tiene que ver más con el pensamiento que con las acciones que se proponen desde las instituciones. Si el pensamiento no se modifica, si uno no se da cuenta de que estamos en otro momento y que hacen falta medidas radicales, diferentes y que nos hagan dar un giro de 180 grados es no comprender la magnitud de la tragedia de las Artes escénicas españolas. Este giro pienso que tiene que venir de la mano de un giro social, económico, político a nivel mundial y que aún estamos en el final de un período y que nos cuesta ver ese nuevo período. Y mientras estamos en un barroco, como final de un período, que nos hacen densos, complejos, perdidos, dudosos, populistas algunos, nostálgicos otros€

Ahora retomo esta cuestión de la internacionalización desde el «no vamos por el buen camino» a partir de la reflexión en las redes sociales. Se compartía un artículo con un titular parecido a este, «como sector hemos perdido el miedo a la internacionalización». Y me hacía preguntarme: ¿Quién lo ha perdido? ¿Qué parte del ecosistema cultural (artes escénicas) ha perdido el miedo? ¿Quién ha tenido tiempo para perder el miedo? ¿Miedo a algo que pocos han intentado? ¿La universidad o las instituciones públicas que pueden o deben ser internacionales han podido tener miedo? ¿O el miedo es de aquellos que pueden sentir un riesgo a perder algo, a jugársela, a trabajar sin red? ¿Qué peces, qué ríos?

Claro que le tengo miedo. No hemos dejado de tenerle miedo y con razón. La historia de la internacionalización de la cultura debe de estar llena de fracasos, de fallos, de fiascos... así es. Es nuestra historia. Cuando se convierte en una lucha contra gigantes se suele perder.

La internacionalización tiene que venir después de un pensamiento poético y político sobre el territorio y sobre la infraestructura propia. Y en València no existe ese pensamiento en la cultura, por lo menos en la escénica, ni en el sector privado ni en el sector público. Aún se habla de «mercado» y de «industria» para iniciar conversaciones en foros españoles que hablan de las cuestiones culturales internacionales. ¿Mercado? ¿Industria? ¿Qué mercado, qué industria, qué peces, qué ríos?

Cualquier movimiento que hagas hacia Europa, hacia Latinoamérica sino está bien pensado, articulado, y con solidez puede llevarte a cualquier lugar no deseado. Hay casos de éxito, es verdad. Pero la mayoría podemos sucumbir intentándolo. Tiene que haber un empecinamiento para continuar, y eso es actitud. Y la actitud no da de comer. Para una sana internacionalización tiene que haber recursos, apoyos institucionales, vías probadas, mediciones, evaluaciones de por qué, para qué, cómo.... el sector privado tiene una tendencia al fallo si lo intenta por sí solo, que en estas tierras parece que sea el camino, la soledad de la innovación, de la experimentación, de abrir vías, de explorar€ y sí, la Universitat puede y debe ser institución internacional. También IVC, también Ayuntamiento€ esto requiere una explicación geográfica y política, claro, antes de continuar€ estamos en Europa, en un lugar de movimiento libre, en una tierra común, con sus diferencias, pero en un territorio propio, al fin y al cabo. La construcción de Europa es también desde la cultura y debemos provocar un camino de ida y de vuelta, debemos provocar contacto, diálogo, circulación de pensamiento, de conocimiento, de creación, de creatividad, de modelos, de gestos, de poéticas, de relatos. Cuando el proteccionismo nos atrapa, nos aísla y nos puede llevar por mal camino. Y no hay construcción del común sino construcción a la sombra de los muros.

Dime cuántos proyectos europeos has fallado y te diré quién eres, me dijeron en una isla de Noruega.

No solo de proyectos europeos vive el hombre, no solo de los programas europeos actuales, los llamados Europe Creative, Erasmus Plus€ debemos pensar el mundo. Pero sin recursos las vías de relaciones, sinergias y descubrimientos son mínimas.

He escuchado tanto desde los tiempos del PP de la creación de esa oficina de internacionalización y ahora desde los tiempos de los nuestros, ya casi ni se habla de Europa ni de nada fuera de nuestra región. Allá tan lejos quedó eso de... cómo se llamaba... eso de la IETM o algo así se llamaba.

Me siento cansado con estas cuestiones. Pesado. Cargado. Y a punto de desistir. Y veo intentos propagandísticos, mediáticos y efímeros que sobrevuelan a probarnos, a mostrar nuestras experiencias y nuestras heridas, unos sanos, otros sin sentido de inicio€ que me desconciertan.

Esto es lo que tengo claro de alguna manera en estos posibles tiempos ilusionantes pero también llenos de dudas: debemos internacionalizar las infraestructuras, las de pensamiento, obvio, y las físicas también. Ser internacionales en Europa no es ser algo exótico o turístico o de pose sino que ser internacionales debe ser adquirir un posicionamiento político en esta construcción común que destruye fronteras y habla de libertad e identidades múltiples y construye cultura.

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