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Tercer sector

«Llevo 4 años en el Consejo Estatal de la Cultura y en casi todas las fotos de familia se ven a los mismos al lado de los poderes públicos»

Tercer sector

Me gustaría hablar en este final de año de algo que creo que es necesario y que es una de las cuestiones que nos deberían servir para protegernos de las posibles tragedias que puedan asolarnos en los siguientes años y que tiene que ver con la organización, conceptualización y entendimiento de la propia cultura y su sentido en la sociedad actual.

Hay que entender que en las artes escénicas desde hace tiempo todos parece que valgamos lo mismo o que se nos aplican los mismos criterios para medirnos. Tanto en ayudas, apoyos o en consideraciones. Podríamos insinuar que las artes escénicas y posiblemente la cultura tenga en sí tres divisiones posibles o tres formas de funcionar que tienen que ver con su misión; primero las dos divisiones con lo que se rige todo: sector público y sector privado. Y ahí es donde todos están de acuerdo. En años anteriores había mezclas: relaciones públicos-privadas, privadas-públicas, coproducciones público-privadas, producciones públicas con compañías privadas, etc€ pero siempre entendiendo lo público y lo privado como compartimentos estancos. En esta última época está más claro: por un lado lo público, sus teatros, producciones, presupuestos; por otro lado lo privado, sus teatros, sus producciones, las ayudas a lo privado€

Y en ese compartimento estanco se nos ha aprisionado a todos. Todo aquello que no sea público es privado para la Administración, para el sector privado y para el ciudadano. Con nuestras entidades jurídicas a cuestas, obligados a crear unas estructuras jurídicas que no encajan en la mentalidad, función, dedicación, recursos de los proyectos. Y evidentemente esta manera de mezclar en lo privado, intereses distintos y desiguales, unos saldrán ganando y otros perdiendo. Y sin querer o queriendo algunos, se ha convertido en una batalla que nos ha hecho olvidarnos de por qué trabajamos y para quién trabajamos. Las batallas se crean para que estemos entretenidos en otras cosas y tienen mucho que ver con las tácticas del poder. A veces estas batallitas hacen que nos aliemos unos con otros, los supuestamente más débiles con los supuestamente más fuertes, desniveles según grados económicos, pero no artísticos. Y lo he visto en Madrid, en consejos estatales y lo he visto en la València y lo he visto en Europa. Esto va de lobbies y de fuertes. Llevo 4 años en el Consejo Estatal de la Cultura y casi en todas las fotos de familia se ven a los mismos al lado de los poderes públicos, sean estos del PP o del PSOE; hay que estar al lado o enfrente en las mesas, la cuestión es que tienen que ser visibles y notarse. Yo no quiero estar al lado del poder, ni de los poderosos, yo quiero poder hacer. Y el sector, el tercer sector, que es del que quiero hablar, quiere poder hacer y se le debe reconocimiento para que tenga posibilidad de tener recorrido y de desarrollarse con fuerza y salir de la precariedad.

En las famosas fotos de los Plenos del Consejo, acérquense y miren, están cerca siempre las grandes empresas privadas€ están cerca los que tienen intereses de ánimo de lucro. Y aquí radica todo. Y al final será lo de siempre, los de arriba y los de abajo. Ahora es verdad que estamos todos abajo, pero hay abajo y más abajo y un poco arriba€ pero lo que hay que aprovechar siempre de una crisis es la idea de que es un cambio de plano; y ese nuevo plano al que nos dirigimos al romperse el lugar en el que estábamos nos debe de llevar a otro sitio distinto, con reglas y miradas nuevas para no cometer los mismos errores. Así que es el momento, quizás, de vislumbrar un nuevo tiempo. He hablado de creación de audiencias, de planes a medio y largo plazo, de internacionalización, de liquidez€ y ahora hablo de que no somos todos iguales porque no tenemos los mismos intereses ni la misma función, por lo que no tenemos las mismas respuestas a la situación actual.

Debemos dejar claro, entendiendo el ecosistema actual de las artes escénicas, que existe un primer sector, el público, un segundo sector, el privado y un tercer sector, el independiente. Y necesitamos desgajar y prestar atención a ese tercer sector que es el independiente.

Este tercer sector es el que se queda fuera de las ayudas o recibe menos o tiene una precariedad galopante o tiene más dificultades de ser más mediático, de llegar a más gente, de aplicar recursos a sus proyectos. Y tiene que vender su alma al diablo y endeudarse para salir adelante, para competir con el sector privado e intentar jugar con sus reglas de mercado, hacer crecer su estructura laboral para sumar puntos, crecer en criterios cuantitativos para dar la talla y conseguir recursos. Pero de normal morimos en el intento, aguantamos unos años pero luego... La mayoría en verdad somos empresas muertas. Es así de fuerte. Empresas, sl, autónomos con sueldos bajos, con dificultades, con préstamos, poco rentables€ y es así. Es una norma general. Intentar jugar a ser empresas nos va a costar a muchos la ruina, desastres, frustraciones. Algunos dirán que es una exageración, pero la mayoría de los proyectos de ese posible sector independiente están jugando a ser empresas para entrar en las ayudas, en las líneas económicas públicas y se están endeudando y cambiando de misión para sobrevivir. Y ya no toca sobrevivir sino vivir. Y para eso necesitamos claridad y reconocimiento.

Ese sector privado es aquel que en Catalunya llamaron «sector industrial». El que podía tener una misión clara de ánimo de lucro, de negocio, de ocio incluso. Que sí, que cree en las artes, pero que lo cree desde un lugar diferente al de la función social, crítica, de relación, de rebeldía, de proximidad€ o cree esto pero buscando una rentabilidad económica, no solo buscando la viabilidad. Y eso no es malo. Evidentemente no hay unas fronteras claras para saber dónde se acaba un sector y dónde empieza el otro. Esa industria tiene que tener un tratamiento y el sector independiente tiene que tener otro. No se puede valorar con los mismos criterios a unos que a otros. Las ayudas actuales: las del Inaem y IVC tropiezan en muchos casos con este sector, no les sirven para avanzar y para entender su forma de ser, su riesgo, sus procesos, su investigación, su forma de acercarse a la escena o de trabajar en el barrio, en la ciudad, en el Estado, en Europa o en Iberoamérica. Ahora mismo tienes que simular ser una empresa para jugar a sobrevivir.

Las ayudas actuales que solo aceptan a estas entidades jurídicas nos condicionan como sector y no nos dejan avanzar a la mayoría, ni a las empresas-industria que deberían estar en otras cosas ni al independiente que debería estar en otras cosas. Siempre hay aquellos que se mueven cómodamente y que suelen coincidir con los que están cerca de las fotos, pero no aquellos que no salen en las fotos o que intentan estar para hacerse ver y que se mienten y mantienen su infraestructura pese a todo: sobreviviendo y apagándose con el tiempo. Recordemos que cuando se muera el sol tardaremos 8 minutos en darnos cuenta, así ocurre con el sector independiente que igual hace 8 minutos que está muerto, y es lo que nos puede pasar si seguimos batallando en peleas que ya perdimos.

Parece que esté siendo maniqueísta. No. No hay malos ni buenos. Cada uno tiene que cumplir un papel en el ecosistema y lo cumplen, pero ahora mismo para la supervivencia de las artes escénicas, para la buena aplicación de medidas económicas, de política culturales, de planes de trabajo sólidos, de construcción de nuevas ayudas, de relaciones público-privadas-independientes, necesitamos claridad, reconocimiento y voluntad. No se trata de que el pastel es más grande o más pequeño o de quién se lo come porque eso ya lo hemos vivido y siempre ha sido por aspectos cuantitativos, sino de destacar ya lo cualitativo y el compromiso con el ciudadano. Y se trata de encontrar fórmulas nuevas con esta realidad distinta. Y no se trata de que la industria deba recibir mayores prebendas y lo independiente, como es artesanal, deba recibir menos recursos, que eso también lo hemos vivido y lo estamos viviendo, sino de que al reconocer a los dos sectores se analicen los volúmenes de uno y de otro, y se apliquen las medidas necesarias para que puedan cumplir con claridad su misión: crear ciudadanos críticos, formados, fieramente humanos.

Este tercer sector del que hablo revierte sus recursos en el propio proyecto, en sus trabajadores, en creadores, en su entorno próximo. Cumple una función de dinamismo, de innovación, de experimentación necesaria para la evolución de cualquier sector. Está cerca de ser ese I+D+I, y tiene ese compromiso político con su territorio. Trabaja desde la proximidad y desde lo cualitativo, desde aforos y propuestas pequeñas, no solo por economía sino para que puedan permear en el ciudadano no masificado.

Estamos en un momento en el que se puede ser radical y cambiar algo que vemos que no funciona y que nos está haciendo daño a todos. En el caso de València se puede dar ese cambio fácilmente porque el mapa no es complejo de realizar. Ahora mismo el sector público que depende de la Generalitat, el sector privado y el independiente están configurados en una Mesa que podría encaminarse en 2020, quizás, a darle forma y atender a estos dos sectores (privado e independiente).

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