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Entre rusas

2018 nos ha dejado tres textos que muestran lo que fue la vida antes y durante la revolución de 1917, además de dejarnos exquisitas pinceladas de la grandeza y peculiaridad del alma rusa.

Entre rusas

Si hay algo comparable a la inmensidad de una país como Rusia se encuentra precisamente entre sus escritores, tan enormes como sus confines. Resulta irritante que Putin se empeñe en agrandar esas fronteras físicas poniendo ahora su bota sobre Ucrania y aliándose con China, y no se preocupe en «agradandarlas» culturalmente. No habría mejor argumento para demostrarle al mundo la idiosincrasia, la fortaleza de un país y sus habitantes que han sufrido lo indecible a causa de sus gobernantes. No hay más que mirar las páginas infinitas escritas desde el siglo XIX hasta nuestros días, y entre ellas no habría que olvidar las escritas por mujeres «mayúsculas» que dejaron muestra de su talento y testimonio de los horrores vividos.

El año que termina nos deja entre otros, la publicación de tres textos de gran valor: las memorias de Anastasia Tsvietatáieva, hermana de la poeta Marina Tsvietatáieva, las cartas de amor escritas por esta última a su amante Konstantin Rodzévich, y la autobiografía de un personaje singularísimo, Yevguenia Yaroviávskaia-Markón. Estos tres textos nos muestran lo que fue la vida antes y durante la revolución de 1917, además de dejarnos exquisitas pinceladas de la grandeza y peculiaridad del alma rusa. Profundiza especialmente en todo esto, el libro de Anastasia: Memorias. Mi vida con Marina. El proyecto para publicar estas memorias comenzó en 2014 para Hermida editores y finalmente ha visto la luz en 2018. Cada una de las traductoras empleó casi un año para acabar la traducción.

El resultado ha sido un magnífico texto que por fin hemos podido disfrutar. Casi mil doscientas paginas de una prosa desbordante, un libro escrito con mucha pasión, también con admiración y gran cariño, el que Anastasia demuestra hacia su hermana Marina. Impagables son las páginas dedicadas a la infancia porque nos presenta un fresco extraordinario de la vida en la Rusia de finales del XIX y principios del XX.

Las descripciones de la naturaleza que hace Anastasia son extraordinarias recuerdan mucho a las de Konstantin Pautovski, en Historia de una vida es una delicia leer esas páginas hay momentos que en ellas se desprende hasta el olor del otoño, de la primavera, de la naturaleza entera. Además, refleja muy bien el carácter singular de Marina que desde muy joven despuntaba por la intensidad con la que vivía la escritura y la poesía. Precoces y con una formación muy singular tras la muerte de su madre cuando ellas aún eran unas niñas, las dos hermanas camparon un poco a sus anchas mientras el bonachón de su padre inmerso en su trabajo y la creación de un museo clásico más o menos consentía en las opciones de formación que sus hijas les presentaban. Con todo su inquietud por saber parecía igualmente infinita en las dos, recitaban poesías juntas, leían apasionadamente, aprendieron idiomas y siempre simpatizaron con personajes del mundo de la cultura muy singulares. Anastasia en sus memorias se ciñe estrictamente a su experiencia de vida y la relación que mantuvieron las dos hermanas, detalla su peculiar carácter y la intensidad con la que vivían en un ambiente en el que la lectura, la escritura y la música eran protagonista de su quehacer cotidiano.

No hay en las memorias de Anastasia mención a la situación política tras la revolución pero sí muestra las consecuencias dramáticas para ella y su hermana al verse desprovistas de la fortuna materna y soportar situaciones emocionales y económicas muy adversas. Padecieron hambre, frío, las dos sufrieron la pérdida de un hijo a causa del hambre y la enfermedad, Anastasia fue condenada incluso a trabajos en los gulags, Marina vivió en el exilio y regresó a Rusia, detuvieron a su hija y a su marido y vivió en condiciones durísimas hasta que finalmente puso fin a su vida. En los recuerdos de Anastasia pesan más los tiempos felices que la adversidad que les tocó vivir y con ello la autora nos muestra la entereza con la que soportaron las terribles dificultades de la rusa soviética, reflexiona eso sí en las últimas páginas sobre la circunstancia final que hizo que su hermana se quitara la vida pero indaga sobre todo en el entendimiento, el amor que las dos se profesaron. La fortaleza de Anastasia le llevó a vivir hasta los 98 años con una claridad mental sorprendente, tras regresar de Siberia se entregó completamente a la creación del Museo Marina Tsvietáieva en Moscú que se inauguró un año antes de us muerte en 1993. Vidas trágicas y al mismo tiempo llenas de luz y dicha, vividas con gran intensidad.

El magnífico retrato que Anastasia nos describe se completa sin duda con las notas de los cuadernos de Marina Tsvietáieva recopiladas por Tzvetan Todorov, Confesiones. Vivir en el fuego (Galaxia Gutember, 2013), y con el texto de Ariadna Efron, Mi madre Marina Tsvietáieva,(Circe, 2009).

La profusa personalidad de Marina Tvietáieva queda reflejada en el libro publicado por la editorial Renacimiento, Cartas de amor a Konstantí Rodzévich, magníficamente traducido por Reyes García Burdeus, doctora en interpretación y traducción y traductora de otras obras de la poeta rusa, así como del interesante diario del hijo de ésta, Gueorgui Efron. En las cartas que Marina escribe a Rodzévich podemos ver su espíritu apasionado, su entrega completa al amor y al oficio de escribir, en ellas se puede entender también la dimensión de lo que ella llamaba «idilios cerebrales», encandílamientos que vivió a lo largo de su vida con diferentes hombres y mujeres. La relación con Rodzévich, no fue platónica y de hecho los dos pensaron en irse a vivir juntos, pero en Marina pudo más el deber hacia su marido y su hija. Konstantin Rodzévic amigo de su marido conservó las cartas y en 1960 se las confió a un amigo para que este se las diera a Ariadna la hija de Marina. Ella sin leerlas las selló y dispuso que tras su muerte (en 1975), se depositarán en el Moscú en el Archivo Estatal de Literatura. Las cartas se publicaron en Rusia en el año 2000 y fue todo un acontecimiento literario. La traducción de Reyes García Burdeus nos permite ver el contenido de las mismas y comprender mejor la sensibilidad tan especial de Marina además de acercarnos a la profundidad de su alma, origen de su poesía, por la que hoy en día se la considera junto a Mandelstan, Boris Pasternak o Ana Ajmatóva una de las figuras más relevantes de la literatura rusa del siglo XX. Todas las traducciones de Reyes García Burdeus están tocadas de ese especial talento tan necesario a la hora de traducir, que hace posible que al leer sus trabajos no sólo entendamos el texto traducido, sino que nos acerquemos a ver el alma de quien lo escribió.

Distinto cariz tiene la biografía de Yevguenia Yaroviávskaia-Markón, editada bajo el título de Insumisa, recoge el testimonio escrito directamente por la mima Yevgenia, no se sabe si escrito como declaración poco antes de ser fusilada o escrito precisamente para dejar constancia de su pensamiento.

Personaje singular y nacida en el seno de una familia acomodada, desde muy joven dio muestras de su peculiaridad de pensamiento. Estudió filosofía, se casó con el poeta ruso Alexander Yaroslavski, juntos los dos dieron conferencias en Alemania y Francia volvieron a Rusia y allí fueron detenidos primero Alexander y posteriormente Yevguenia. Ella se involucró con el mundo del hampa, ladrones, prostitutas, vivió en la calle, aprendió a robar y se enfrentó al régimen soviético decepcionada por la dictadura de los bolcheviques: «Cualquiera que sea el régimen en vigor, incluso el más progresista, no puede ser, bajo ningún concepto revolucionario pues aspira a mantenerse, no a caer€.»

Muy enamorada de su marido, tras un accidente de tren en el que pierde los pies, escribe en su biografía casi de pasada: «¿Qué es la perdida de dos miembros inferiores en comparación con este amor tan grande que era el nuestro, de esa felicidad tan deslumbrante?» .

El libro recoge además de la autobiografía, varios documentos desclasificados de la NVKD relativos a su internamiento juicio y ejecución, un prólogo del escritor y director Olivier Rolin y un estudio sobre su descubrimiento por parte de la historiadora y activista rusa Irina Filege. Resulta especialmente interesante el testimonio del guarda incluido también en este volumen por la crudeza con la que describe el trato a los presos y sentenciados a muerte en el gulag.

Gulag, exilio...

Otras mujeres dejaron también testimonio de los horrores vividos especialmente bajo la implacable autoridad de Stalin, Nadiezhda Mandelstan (Contra toda esperanza), Ana Ajmátova (Poema sin héroe), Lidia Chukovskaia (Sofía Petrovna, una ciudadana ejemplar), Eugenia Ginzburg (El vértigo)€.y casi todo el trabajo de recopilación de Svetlana Alexiévich, desde La guerra no tiene rostro de mujer hasta El fin del «Homo Sovieticus», la obra de todas ellas son un ejemplo de que la memoria es especialmente necesaria para no olvidar, no sólo por hacer justicia, sino para ser conscientes de la iniquidad que se abre paso en nombre de un bien común, así lo expresó Marina Tsvietáieva: €. «y quiere arrastrarme, pero yo no quiero y no puedo, yo -ese nuevo mundo, en cualquiera de sus manifestaciones-lo odio, yo voy a él y no él a mí, y no se trata de la política, sino del 'hombre nuevo' -inhumano, semimáquina-semisimio-semiborrego, y en general -un toro:aborregado (¡existen!)». Sorprende que esas palabras sean actuales aún hoy en la Rusia contemporánea. Por fortuna, hay voces que allí claman por presentar su oposición al régimen de Putin, la periodista rusa Anna Politkotvskaia autora entre otras obras de Diari Rus (Ara Llibres, 2009) pagó con su vida esa osadía ene octubre de 2006. Leer a estas mujeres con tanta fuerza y clarividencia es todo un aliciente para permanecer entre rusas.¡Por favor más traducciones, aun hay infinidad de textos por descubrir!

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