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Grafiteros: un respeto

Trece artistas urbanos reconocidos con un cierto prestigio después de dejar algunsa de sus intervenciones las calles de València

Grafiteros: un respeto

He de reconocer que desconozco el universo grafitero. Y, admitámoslo, hoy en día tampoco los grafiteros están muy bien vistos. Al igual que otros muchos, la simple mención de la palabra grafiti me remite directamente a escaparates y persianas rayadas, a fachadas emborronadas con tags y firmas bobas, a las ingentes cantidades de recursos económicos invertidos en limpiar nuestros transportes públicos de estúpidas pinturas realizadas por vándalos callejeros. Grafitero es sinónimo de cafre cuando se dedica a pintarrajear sobre un patrimonio artístico, que es de todos, con siglos de historia Y cuando colaboran en contaminar nuestro ya de por sí deteriorado entorno con aerosoles y espráis, alimentando con ello el efecto invernadero. Y con todo, cuando me calzo unas zapatillas y mis pasos me llevan hacia el Parque de Cabecera o deambulo por Ciutat Vella, no puedo evitar interrumpir mis pasos para admirar auténticas obras de arte que una serie de grafiteros han ido plasmando en muros apartados y casi aislados de la ciudad. No son rayas, ni firmas, ni manchas sin sentido. Responden a inquietudes, vivencias, descarnada crítica o pura recreación, a una técnica depurada, a la necesidad de expresarse a través del dibujo. Son varios, uno al lado del otro, respetando cada cual su parte de muro, su estética, sus límites. Fascinan.

La galería Plastic Murs ha tenido el acierto de ir reuniendo a lo largo de estos años una serie de propuestas de los mejores creadores urbanos. Es cierto, y lamentaré seguramente haberlo dicho, que sobre una hoja de papel el grafiti pierde. La magnitud de un muro, los cambios de luz sobre las pinturas, el efecto sorpresa o el entorno ya sea éste un parque, unos rascacielos, una calle peatonal cochambrosa y abandona o la esquina de un solar permiten al verdadero artista recrearse e incluso motivarse. Como decíamos, hay magníficas creaciones con solo dar una vuelta por la ciudad y observar. En estas páginas tuvimos la ocasión de hablar de la aguda dibujante mural Hyuro, por quien tenemos una cierta predilección, pero hay muchísimos nombres más que merecen ser mencionados.

El papel permite, al contrario que una pared, la creación pausada y el uso de otras técnicas, como la acuarela que utiliza Miedo 12, el gouach de Lolo Fónico, con esas estructuras en color rojo sangre que parecen estallar para volver a reconstruirse, o incluso el rotring con el que Deih realiza esa estética de libros de cómics. A Julieta la «seguimos» muchos, incluso la buscamos en las fachadas. Hay una preeminencia por las estructuras geométricas, como las de Antonio Tone o Juan2, las deconstrucciones de Ausias, o incluso formas más naifs, como las de Abel Iglesias. También hay historias que hablan de hombres en el bosque como los de Cesar Goce y urbes y estéticas futuristas como las de Emak o Pro 176. Nos gusta Dafne Tree, pero también esa sensación de entrar en ese sueño plácido de libros y faros y aves de Dulk.

Entiendo que para los grafiteros debe ser un reto por cuanto ya no se crea para uno mismo, que por supuesto también, sino que se impone el componente económico y con él la idea -equivocada pero evidente- de que si se vende es porque gusta. Es posible que sea esa una de las razones por las que no haya en este grupo de 13 artistas alguna crítica, aunque fuera sutil, a determinados aspectos de nuestra sociedad, o que siquiera reflejen aspectos de la vida cotidiana. Les mueve sobre todo la ficción y el entretenimiento, de forma que el proceso creativo y su resultado final está encaminado principalmente hacia su propia evasión así como también la del espectador.

Y como aquel muro del Parque de Cabecera al que tanto acudo, también aquí en la galería se percibe entre los grafiteros un hecho francamente destacable: el respeto.

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