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El gen de los mantes de las ecuaciones

Ian Stewart repasa en «Mentes maravillosas» la biografía de 25 matemáticos para mostrar el lado más humano de la disciplina

El gen de los mantes de las ecuaciones

Las matemáticas son, más que cualquier otro, un verdadero lenguaje universal. Ahora bien, ¿refieren a una realidad que existe en sí misma o son una creación de la mente que las indaga? El profesor británico Ian Stewart, uno de los más reconocidos divulgadores de las matemáticas, reúne en Mentes maravillosas (Crítica, 2018) veinticinco biografías de matemáticos que impulsaron la disciplina desde aspectos variados y ofrece, al tiempo, una visión bastante completa de los problemas que a lo largo de la historia se han abordado.

Acierta además al señalar un rasgo que distingue las Matemáticas de otras disciplinas. Cada avance no invalida lo anterior. Así como en Física o en Química (por citar algunas) las nuevas teorías arrojan al olvido descripciones anteriores o las señalan como inadecuadas aunque útiles en ciertos márgenes, cada resultado matemático ha quedado fijado como inamovible. Así, el mundo euclídeo sigue siendo tan «real» como los deformados universos que vislumbró de manera incipiente Carl Friedrich Gauss (1777-1855) pero en los que se adentró el ruso Nikolái Ivánovich Lobachevski (1792-1856). Es decir, y como bien señala Stewart citando la célebre frase de Isaac Newton (1643-1727), cada avance «se alza sobre hombros de gigantes» que, en el caso de las Matemáticas, siguen siéndolo porque sus tareas en la construcción del edificio no han tenido que ser demolidas para efectuar reformas; en todo caso, acondicionadas.

Resulta difícil trasladar la belleza y pasión que despiertan las Matemáticas en aquellos que han aprendido a disfrutarlas. Suele ser habitual esa injusta cantinela de que «no se entienden», «no sirven para nada»o, peor aún, «no tienen lógica». Pocas disciplinas han estado más castigadas por malos maestros armados con métodos inadecuados y «recetas» para resolver problemas, que no han sabido inculcar el mágico secreto que encierran: el de abrir la puerta al pensamiento puro y abstracto, despojado de prejuicios y guiado por una intuición que continúa siendo un misterio.

El viaje por algunas de las mentes matemáticas más poderosas que propone Stewart parte con Arquímedes, recorre algunos de los grandes matemáticos de la Antigüedad en otras culturas ( Liu Hui, Muhamad al-Juarismi, Madhava de Sangamagrama), presta atención a la silenciada labor de las mujeres ( Augusta Ada King, Sofia Kovalévskaya, Emmy Noether) y trata de encontrar referentes para la diversidad de ramas y aspectos que han abordado las Matemáticas más allá del Cálculo y el Álgebra.

El propio autor admite la injusticia inherente a toda lista pero justifica la selección al afirmar que también ha tratado de buscar biografías dispares, con el fin de mostrar que matemáticos los ha habido muy diversos, con pluralidad de personalidades e intereses, haciendo que la lectura sea una forma apasionante de reforzar la idea de que el «don para las matemáticas» no está ligado a otras características que permitan identificarlo.

Quizás sea en las conclusiones donde Stewart hace su apuesta más arriesgada. Se muestra partidario de la idea de que no todos cuentan con el talento necesario para las matemáticas avanzadas y rechaza la idea asentada en algunas teorías de la Educación de que cualquiera puede hacer cualquier cosa si recibe la formación adecuada y lo lleva a cabo con empeño. «Físicamente, no todos nacemos iguales. Pero por alguna razón, mucha gente parece imaginar, o quiere imaginar, que mentalmente sí nacemos iguales. Eso no tiene sentido», dice el autor. Con ello no pretende convertir las Matemáticas en un asunto limitado a una élite o para mentes selectas, sino señalar que para abordarlas en profundidad se necesita de un talento al que no puede escapar quien lo posee: «Solo se puede evitar que haga matemáticas quien ha nacido para las matemáticas encerrándolo, y aun entonces garabateará ecuaciones en las paredes».

¿Hay algún rasgo que permita identificar a las mentes impregnadas de ese don? Stewart sugiere algunos: originalidad, imaginación, cierto toque de heterodoxia, tener una gran capacidad para encontrar pautas ocultas en los problemas, ser minuciosos en la lógica pero convencidos del poder de su intuición para dar grandes zancadas en el razonamiento. Pero cree que «no existe una 'mente matemática' universal, una talla que sirva para todos».

La compleja misión de los docentes está en saber detectar en sus alumnos los indicios que permitan diagnosticar quién puede estar tocado por el talento y en enseñar de una manera creativa. Las Matemáticas pueden ser un cielo o un infierno, lo saben bien todos los estudiantes.

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