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Mujeres indómitas

Mujeres indómitas

Nacida en Cádiz en 1962, Elvira Lindo siendo estudiante de periodismo comenzó a trabajar en Radio Nacional de España como locutora. No tardó en dejar los estudios para dedicarse de lleno a la radio y la televisión como comentarista, guionista y presentadora. De aquellos guiones surgió el radiofónico y exitoso Manolito Gafotas que en 1994 se convirtió en un personaje literario. El personaje creció al ser interpretado por ella misma en un programa de la SER presentado por Fernando Delgado.

El humor y el desenfado exhibidos airearon lo suyo la polilla acumulada en el solar de la infancia de la Old Spain y Lindo fue galardonada en 1988 con el Premio Nacional de Literatura Infantil. No tuvo tanto éxito Olivia réplica femenina de Manolito.

El escaso prestigio intelectual de la literatura «para niños», impulsó, tal vez, a Lindo a escribir novelas como El otro barrio (1998) o Una palabra tuya (2005) Premio Biblioteca Breve; textos de no ficción como: Lugares que no quiero compartir con nadie (2011) un recorrido íntimo por sus espacios neoyorquinos o, Memphis-Lisboa «estampas» de un viaje con su marido Antonio Muñoz Molina por los escenarios de una de sus novelas editado de forma peculiar en la vecina ciudad de Burjassot. También le tentaron el teatro y el cine escribiendo guiones para adaptar su Manolito o la novela Plenilunio de Muñoz Molina que dirigió Miguel Albadalejo, e interpretando papeles secundarios en películas con formato de comedia. Su variada y a veces polémica literatura periodística destaca, sin duda, de entre lo mejor de su producción y puede leerse recogida en varios tomos bajo el sugestivo titulo de Tinto de verano.

Uno de sus artículos más «desenfadados» titulado «El higo» fue escrito a raíz de su visita al neoyorquino e intocable Museo de Arte Moderno (MoMA) que motivó una llamada de atención en pro de la corrección política a su marido por parte de un alto cargo del Instituto Cervantes adonde trabajaba. Lo cuenta Elvira Lindo en el «Autorretrato» tal vez demasiado largo y transido de culpa que sobre su propia figura escribe en el último capítulo de 30 maneras de quitarse el sombrero, un libro recomendable para entender un poco mejor la actual revolución feminista y el papel que en ella ocuparon y ocupan, para ella, algunas de las mujeres-artista más sobresalientes.

30 maneras de quitarse el sombrero es, además de buen periodismo literario, un alegato, una llamada de atención dotada de contagiosa energía y sentido del humor sobre lo que soportaron y soportan las mujeres que se han servido del arte (literatura, fotografía, música€) para abrirse paso en territorios ocupados, casi en exclusiva, por hombres, en cumplimiento de las más rancias tradiciones y la preeminencia de una cultura machista. Algunos de los textos son fruto de una reelaboración de artículos ya publicados, los más trabajados, y otros de novedosa factura. Cada uno mantiene el pulso, la gracia y sensibilidad que caracterizan a Elvira Lindo.

El libro es, como agradece la autora, el resultado de un proyecto mancomunado con su editora Elena Ramírez para ofrecernos un producto de calidad que vehiculase -entiendo- a las artistas retratadas con la apasionada y sempiterna vindicación feminista puesta a la orden del día. Lindo despierta nuestros recuerdos sobre autoras que habíamos leído y descubriendo a otras menos conocidas u olvidadas. Algunas de estos textos fueron escritos para ser leídos en voz alta lo que les confiere una atractiva intrusión en la oralidad.

Todo se inicia con la reveladora aparición de Pippi Calzaslargas y sus «sueños de libertad» para adentrase en personas tan dispares (cito algunos ejemplos) como Concha Méndez (pionera feminista y novia de Buñuel que junto a Maruja Mallo y Margarita Manso se «quitaron el sombrero» contra convencionalismos sociales en la Puerta del Sol), María Guerrero, la recuperada Elena Fortún y su novela Celia en la Revolución con sabor al mejor Arturo Barea; Adelaida García Morales y la película El Sur, obra maestra de Erice; la reivindicación de Galdós a través de Tristana, «una brutal novela erótica»; May Alcott, Carson McCullers y su €corazón solitario, Patricia Highsmith, Lucia Berlín y su escaso tiempo para escribir, Alice Munro ensimismada con Chéjov o la dolorosa vida de Dorothy Parker, ardorosa defensora de la causa republicana en la guerra de España, quebrada por el alcohol€

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