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Carvalho ya tiene quien le escriba

Carlos Zanón recupera el personaje de Vázquez Montalbán con respeto y brillantez

Carvalho ya tiene quien le escriba

Escribir una novela debe ser lo más parecido a vivir otra vida y manipular la realidad a tu antojo. Retomar un personaje ficticio creado por otro autor y tratar de darle tu voz es rizar el rizo, una complicada pirueta en la que se asumen muchos riesgos y de la que se pueden obtener pocos beneficios. Tratar de hacerlo con el Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán (Barcelona, 1939-Aeropuerto de Bangkok, 2003) parece una temeridad de la que Carlos Zanón (Barcelona, 1966) sale razonablemente bien parado.

Para conseguirlo, el autor ha tomado ciertas precauciones. La primera se deja entrever ya en el título de la nueva aventura del detective más emblemático de la literatura española: Carvalho. Problemas de identidad. La pregunta de quién es Carvalho, este Carvalho, diferenciándolo del Pepe Carvalho de Manuel Vázquez Montalbán, es uno de los motores que empujan el relato y que sirven para justificar unas diferencias inevitables.

Otra precaución de Zanón consiste en que su Carvalho se cuenta a sí mismo, es decir, a diferencia del resto de obras de la saga, ésta se relata en primera persona. Esta decisión, crucial, lleva a pensar que Zanón no temía tanto al personaje como al autor que lo escribió. La voz de Vázquez Montalbán, en Carvalho, en sus artículos de prensa, en sus novelas, era seguida con fidelidad casi religiosa por un amplio sector de la izquierda de este país. Intentar imitar su forma de ver el mundo suponía un suicidio, sobre todo, si, como repite Carvalho demasiadas veces durante la novela, tu reflexión sobre el conflicto catalán es tan profunda como la frase «banderas patriotas, banderas idiotas».

A pesar de patinazos como ese, Zanón demuestra estar a la altura del reto. El autor de la excelente novela Yo fui Johny Thunders, una historia negrísima y despiadada, consigue por momentos su objetivo y a veces hasta consigue dotar a su personaje del brutal sentido del humor del original. Es consciente Zanón de que este es un libro para los que echan de menos al personaje que creó Vázquez Montalbán y el mundo del que le rodeó, que quieren saber de Biscuter, de Charo, que les haga alguna referencia a Bromuro, y que les cuente una Barcelona alejada del diseño y la modernidad. Y que cocine. Consciente de cuál era su público, los guiños del autor a los personajes, a las novelas y al propio autor son constantes. Su nueva secretaria, Estefanía Briongos, llega directamente del Carvalho más redondo: Los mares del sur.

Incluso introduce a Vázquez Montalbán en la novela, refiriéndose a él como «El Escritor», y aprovecha el capítulo 7, «Gaudí te odia», para que el Carvalho de Zanón ajuste cuentas con «El Escritor» en uno de las escenas más brillantes del libro. «Yo me leía hasta que me dejé de leer. No soportaba viajar a Buenos Aires y leerlo luego. Pero tampoco soportaba no leerme porque la vida sin que El Escritor me explicara me hacía sentirme perdido, sin cámara que lo convirtiera todo en algo que valiera la pena», se dice un melancólico Carvalho mientras recuerda al que fue su amigo.

El hilo conductor de la novela son los casos de una madre que quiere encontrar a su hija, prostituta, a la que su chulo pudo haber matado, y un doble asesinato con varios autores posibles. Lo más difícil de digerir del relato es el nuevo amor de Carvalho, al que él se refiere como «Mi Novia Zombie». En esta novela Charo sólo es una referencia del pasado y el detective pierde los huesos por una madrileña casada con un poderoso político. Esto le obliga a hacer varios viajes a la capital. Todo en la parte de la novela que se refiere a «Mi Novia Zombie» es muy de Zanón y muy poco del Carvalho de Montalbán. Por eso, a veces, no funciona del todo. Se hace raro ver a Pepe Carvalho deambulando por Madrid con el corazón roto de amor. El auténtico se lo hubiera tomado menos en serio. Funciona mejor la ocurrencia de meter a Biscuter, su ya no tan fiel ayudante, en el programa de televisión «Masterchef». Despiadado, Carvalho se niega a darle su apoyo y le ridiculiza. Cuadra. El Carvalho de Zanón también cocina, aunque luego, no se sabe muy bien por qué, tira el resultado a la basura, y tiene la costumbre de ir con el abogado Subirats a comer tapas españolas a restaurantes regentados por chinos. Sigue quemando libros y el último que arde en el fuego está bien traído.

Al final, la sensación que deja este nuevo Carvalho es que la editorial Planeta era consciente de que el prestigio del detective que más hizo por la novela negra en España seguía siendo grande y que eso podía traer unos réditos económicos. Para llevar la empresa adelante buscaron a un buen escritor, que conociera bien a la obra y al autor, y que estuviera dispuesto a meterse en el barro. Zanón lo ha hecho con dignidad, respeto y, por momentos, brillantez. Habrá quien vea en esto una operación de marketing inaceptable y otros le darán menos vueltas y disfrutarán de la resurrección de un detective del que no tenían noticias desde que el corazón de «El Escritor» se paró en un lejano aeropuerto.

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