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La supervivencia como una de las bellas artes

«Teoría de la retaguardia. Cómo sobrevivir al arte contemporáneo (y a casi todo lo demás)»

La supervivencia como una de las bellas artes

La premisa de este libro es directa: parte de La teoría de la Vanguardia, de Peter Bürger (1974) para dar un salto en el tiempo y provocar una relectura del concepto de lo contemporáneo en el arte. Si en el libro del pensador alemán la cuestión que destilaba de la vanguardia era la relación del arte con la vida, alterando para siempre el cometido representacional del arte, el escritor cubano Iván de la Nuez (La Habana, 1964) expone la tesis de que la pertenencia actual a la retaguardia implica una simbiosis de la obra artística con la supervivencia. Pero esto es sólo el principio, un eslogan que engancha, un planteamiento irrebatible, porque el libro es mucho más. Se estructura en cinco capítulos-tema que van desgranando gran parte del imaginario de De la Nuez previamente definido o indicado en libros como Postcapital. Crítica del futuro (2006), Inundaciones (2010) o incluso La balsa perpetua (1998) y El mapa de sal (2001). Asimismo, este imaginario se ha mostrado, «por otros medios», y a lo largo de dos décadas, en sus proyectos curatoriales primero como director de La Virreina-Centre de la Imatge (2000-2009) y Jefe de Actividades culturales del CCCB (2009-2011), y después como curador independiente.

Cada uno de los cinco temas arremete con y contra el arte desde una perspectiva. El primero con la doble vara de medir de lo artístico, capaz de asimilar dentro de sí todo aquello que sus propias obras (y artistas) critican; el segundo, entendiéndolo como una eterna franquicia exportable a cualquier lugar siempre que sea capaz de pagarlo y de circular en limusina, empleada esta como metáfora de la imagen del mundo: esos «artefactos que casi siempre evitan la contaminación y casi nunca el tráfico». La transición veloz entre la fotografía que conocíamos hasta entonces y el Nuevo Orden Visual (o Iconocracia), conforma el tercero: la utilización de las imágenes que ya no lidian con la realidad, sino con la verdad. El cuarto es uno de los grandes temas del ensayista también literario que es De la Nuez; «Nunca real y siempre verdadero» es su apuesta personal sobre la relación entre arte y literatura, donde el arte ya no se expone, sino que se lee y, por lo tanto, los espectadores son sustituidos por (o convertidos en) lectores. En un momento en que esta temática casi ha devenido tendencia, debemos reconocerle el haber sido pionero y no sólo temporal, sino también en cuanto a agudeza y profundidad, de esos vasos comunicantes entre ficciones. El quinto capítulo propone un ultimátum: «Una de dos: inmortales o contemporáneos. (Cómo escribirle un final al arte contemporáneo)» y, en efecto, destila una cierta urgencia de acabar con la contemporaneidad, entendida como sueño de futuro que no es ya, ni sueño, ni mucho menos se presenta como futuro posible. Una contemporaneidad que impide «pasar página», cualquiera que sea, incluida y sobre todo la del fin de la Historia que predijo Francis Fukuyama.

En cualquier caso, el libro propone de manera transversal una cuestión principal: ¿qué papel le queda al arte, a sus creadores, a sus productores, dentro del panorama actual donde todo se vende, se compra, se comparte, se viraliza y cada cual es capaz de hacerlo con idéntica facilidad y rapidez? La propuesta de Iván de la Nuez es sencilla: mirarse al espejo, asumir responsabilidades y empezar a hacer no tanto crítica como sí autocrítica del arte.

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